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Full text of "Compendio de historia de Bolivia"

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Batbartí HoUege liStats 



FROM THE FUND 

PROFESSORSHIP OF 

LATIN-AMERICAN HISTORY AND 

ECONOMICS 



EsTAGLISHBD I9I3 



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COMPENDIO 

I)K 



POR 

iJosé Haría iamacBo 

(PARA US ESCUELAS PE LA RIPUBUCAl 




^««„^lr ^ 



LA PAZ 

TIPOGRAFÍA COMERCIAL 

1896. 



'^■-^^ Col]..e Library 
^Pr. 6, 1915 

^rcteeeoraiiip í-q^ 






I 

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.^ 




HISÍORIA DE BOÍ.iriA 



NOCIONES PRÉLÍMlNARtS 



Aspecto general del país, — Origen de 
su nombre. ^-^'THstoria geológica. — 
Periodxjs históricos* 

Aspecto general del paíSi— Bolivia 

ocupa una de las regiones más medite- 
rráneas de la América meridional, y sn su- 
perficie, que abraza una extensión de rau- 
tho más de un millón y medio de kilóme* 
tros cuadrados, se halla dividida por gran- 
des líneas de montañas y de rios, que le 
dan un aspecto mny vario y singular, en 
que la naturaleza se ostenta con toda su 
magnificencia, luciendo los más bellos pa- 
noramas de la creación. 

Por su situación intertropical y por su 
special conformación topográfica, el país 
oza do todos los climas, desde las ríj'i- 



— 2 -- 

lías alturas hasta los llanos más anlieti* 
tes; es poseedor, en cantidad abundante^ 
de los más variados productos mineraló* 
gicos; su flora es una de las mcás ricas y 
mejor caracterizadas con plantas particn* 
lares de gran mérito, y pueden hallar vi- 
tta y desari^ollo en su territx^rio, todas las 
industrias que conciba la humana inteli- 
gencia. 

ORiaBN DK su NOMBRE»— En la anti- 
güedad no ha tenido un nombre propio 
que lo hubiese designado. Posteriormen- 
te, cuando los ejércitos kheshüas invadie- 
ron el territorio y lo conquistaron, ló dis- 
tinguieron con la denominatííón de Colla- 
suyu, por hallarse la nación do los Collas 
i\ la cabecera de estos pueblos» JDurante 
ios primeros aíios de la domiiiaCióti GSpa>» 
fíola se le conoció por Charcas\ después 
por Alto- Perú; y sólo eti 1825, cuaiulo st) 
constituyó en República independiente, 
tomó el nombre de BoUvia, como un ho- 
menaje político tributado al esforzado pa- 
triota süd-americano el Libertador Simón 
Bolívar. 

Historia geológica. — Las observa- 
ciones geolófíficas, atribuven al continen» 
te americano una edad si no más antigua 
que la de los otros continentes, por lo me- 
nos CDutempOránea, y reconocen que isnel 



— 3 ~ 

territorio boliviano, en lo que ahora es la 
Altiplanicie, existió im jjjran mar interior, 
cuyos restos principales constituyen los 
lagos Titicaca y Poopó, la considerable la- 
guna de Arapa y las ciénagas de Coipasa. 
Por consecuencia de grandes movimien- 
tos geológicos, se vaciaron esas aguas ha- 
cia las vertientcb del Atlántico, formando 
principalmente los varios afluentes del rio 
Beni y no quedando sino los lagos cita- 
dos y una inmensa llanura cubierta hasta 
ahora de eflorescencias salinas y que por 
este motivo se llama lago ó pampa de la 
saL 

Períodos históricos, — La historia de 

Bolivia puede dividirse en seis épocas: I * 
época: la dominación aymara; 2." época: 
la dominación kheshua; 3,* época: la con- 
quista española; 4.* época: la dominación 
española; 5.* época: la guerra de la inde- 
pendencia; 6,** época: la República. 

Esta última época puede también sub- 
dividirse hasta 1864, á que alcanza la 
presente narración, en tres períodos: 1.®^ 
período: desde la fundación de la Repú- 
blica hasta la victoria de Inga vi (1825— 
1841); 2.® período: desde la victoria de 
Ingavi hasta la dictadura Linares (1841 — 
857); 3.®' período: desde la dictadura Li- 
-^res hasta el sexenio (1857 — 1864). 



PRIMERA ÉPOCA 

Los Aymarás 

CAPÍTULO I 

Primeros habitantes. — Monumentos 
prehistóricos, — Tihuanacu, 

Primeros habitantes. /—No está ave- 
riguando aún el origen de los primeros 
pobladores de este suelo: unos los consi- 
deran autóctonos, esto es, originarios del 
país mismo, j otros, procedentes del Asia. 
Ninguna de estas hipótesis se halla ple- 
namente esclarecida, y sí solo que la pre- 
eencia del hombre en América, y sobre to- 
do, en lo que es hoy Bolivia, data de una 
época tan remoca como la que se cuenta 
en el otro continente, y que es la raza 
aymara^ la mas antigua de las razas ame- 
ricanas. 

Monumentos prehistóricos.— En tor- 
no del lago Titicaca, la laguna sagrada de 
los aymarás, y en sus vecindades, apare- 
cen los vestigios más antiguos del hom- 
bre americano. Allí se ven las construc- 
ciones dó piedra más rudimentarias, como 
las primitivas pitearas, las chacas y las 



— 5 — 

ehullpas, que al decir de los arqueólogos, 
se escapan por su antigüedad á todo cál- 
culo cronológico. 

LasjOMcams, ó fortalezas, son peque- 
ñas colinas rodeadas desde su base por 
líneas concéntricas de piedras gruesas que 
las dividen en zonas. Servían áe asilo y de 
defensa. — Las chacas^ así llamadas ac- 
tualmente por su analogía con ios puen- 
te», coronaban por lo general la cumbre 
<le las pucaras, y eran recintos formados 
de grandes piedras paradas, cubiertas con 
una ó varias lozas. Tenían su destino de 
templo ó altar. — Las chidljMS son co- 
lumnas funerarias de tieiTa ó piedras en 
<;uyo iliterior se guardaba á los muertos. 

Estas construcciones, que con el tiem- 
po recibieron una perfección artística, son 
«iciopeas. Los lüíeshuas las atribuían á 
hombres de talla jigantesca, á los hatun- 
runas. Con ser obras peculiares de la 
raza aymara, presentan, sin embargo, 
grandes analogías con otras construccio- 
nes del viejo continente: asi la pucará se 
parece á la larissa de los pelasgos, las 
chacas á los dólmenes ó menhires de los 
celtas, y las chuUpas tienen á la vez el 
carácter de las torres pelásgicas y do las 
Mpojeas ejipcias. 
TlHUANACü.r- Una tradición refiere 



— 6. — 

que Tihuanacu fué erijido en una sola 
noehe por una mano invisible, y otra le- 
yenda añade, que las estatuas que allí sq 
ven, fueron un tiempo sus habitantes, 
convertidos en piedras por un extraño pe- 
regrino á quien maltratataron porque qui- 
so poner freno á sus desórdenes y vicios. 
Es allí donde se ostentan en su mayor ex- 
plendor los monumentos de la más avan- 
zada eivilizaeión de los aymai^s. 

La historia de Tihixanáeu, nos es com" 
pletamente desconocida. Los arqueólo- 
gos no han podido descifi'ar hasta ahora 
los misterios que encierra es» inmensa 
aglomeración de cohunnas, pórticos, es- 
tatuas y esculturas, que ofrecen á, la pri- 
mera vista el aspecto de un vasto taller 
abandonado de improviso ó el de un al- 
macén de materiales destinados para la 
más jigantesca y magestuosa de las cons- 
trucciones humanas. Todo lo que se puo- 
t^e conJQjturar es, que Tihuanacu fué 1» 
metrópoli aymara, que su nombre primii- 
tivo pudo ser Chucdhua ó Ajapana^ y que 
los UrtiSy raza hoy dia envilecida y casi 
extinguida, no fueron extraños á los fas^ 
^os de ese pueblo. 




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cielo, y sa 

JiiU'Kaha 

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l)re el muí 

guió al s 



— 8 — 

Hiocha, llamado por otro nombre Tuapdcd 
y también Arnahua^ quien se dirijió ha-- 
cia el norte, obrando maravillas en su 
tránsito, bajando montes, creciendo llanos, 
liaciendo brotar agua de las rocas y sem- 
brando, sobre todo, en el corazón buma- 
no, sentimientos de piedad, de orden y de 
trabajo. Comprendiendo que el oTo y la 
plata eran una fuente de corrupción, des- 
terró esos metales al seno de las más al-' 
tas montañas y á las regiones inhospita- 
larias. % 

Olvidadas con el tiempo las doctrinas 
de Ticci*huira-khocbajSe presentó Taapoj 
ó Tuniipa; pero ya el sentimiento huma- 
no se hallaba empedernido, de manera 
que, á pesar de sus esfuerzos y de la se^ 
veridad con que qei'Citaba su misión, na 
pudo reformar las costumbres. Recorrió 
ffran paite del mundo; en Cancha hizo 
llover fuego del cielo, en Tihuanacu con-- 
virtió á los hombres en piedras; pero en 
la isla de Iniulcaka, fué empalado por los 
isleños y arrojado en una balsa al azar de 
los vientos y las olas. La balsa se des- 
lizó hacia el snd, y cuando tocó tierra en 
Chaca-marca, ésta se abrió dando lugar á 
que las aguas corriesen, y sobre ellas fué 
navegando la endeble embarcación hasta 
llegar á otro lago, el.de Futipti (Poopó), 



1 



— 9 — 

datíie desapareció para siempre, quedan' 
do tan sólo el canal que habia abierto, el 
cual es hoj el rio Desaguadero. 

Tal es, en sus rasgos principales aun^ 
que confusos, )a mitología de los antiguos 
aymarás, la que basta cierto punto es la 
descripción alegórica de las primeras eda- 
des del mundo americano: el dios Khunu^ 
(la nieve) representa la era glacial, Pa- 
chacamaj las fuerzas restauradoras de la 
naturaleza, Ticci-huir a ^¡chocha las revolu' 
clones geológicas de la época terciaria y 
Taapaj e\ esfuerzo y las contradicciones 
humanas en el camino de la civilización y 
el progreso. 

FU£BLOS AYMARÁS.— Los aymarás so 
extendían por toda la hoya del lago Titi- 
caca, donde se hallaban sus poblaciones 
más considerables, y por la Altiplanicie y 
las quebradas hasta las llanuras del Orien- 
te y del Chaco. Se hallaban divididos en 
gran número de naciones, siendo las má» 
célebres las de los Collas, Umasuyus^ Pa- 
cajisy Uriis^ Laricajis, Carankas, Parias y 
Charcas. 

Chünchos y CHiRiHirANOS.— Las lla- 
nuras del Oriente y del Chaco estaban po- 
bladas por dos grandes tribus salvajes, 
rrantes y cazadoras: los chünchos y chú 
ihuanoSf de cuyo origen nada se sabe. 



— 10 — 

Pastos históricos.— De la vida polí- 
tica de los aymarás sólo se conservaa va- 
gos recuerdos de una lucha secular sus- 
tentada entre la dinastía de los ^^m (va- 
rones fuertes) y la de los Sapallas (únicos 
señores) guerra cruda é incesante que no 
terminó sino al advenimiento de la domi- 
nación khesshua. 

CAPÍTULO III 

Gobierno y religión, — Civilización y 
costumbres, — Idiomas, 

Gobierno y religión.— Los aymarás 
vivían s<»metidos á la autoridad de los 
maUcus (jefes supremos) y Iq^ hilacatas 
(mayorales), y se rejían por sus costum- 
bres. 

Creían en la existencia de Dios, á quien 
llamaban PacJuicamaj, que es sinónimo de 
Eterno, Suponían que se mostraba á los 
ojos de los hombres en todos los objetos 
de la naturaleza, de donde resultó el cul- 
to de éstos, dejenerando así la religión es- 
piritual que profesaban en el más comple- 
to fetiquismo. 

Creían también en la existencia del al- 
ma (ajayu) y en su inmortalidad, en el 
espíritu malo (Auka), en la resurrección 



— 11 — 

de la carne y eu el premio y castigo eter- 
nos. 

Conocían la oración, la confesión y la 
penitencia, y solían ofrecer sacrificios 
(challas). Sus templos se llamaban hua- 
cas. Tenían su sacerdocio: los ministros 
del espíritu malo se llamaban laiJcas; los 
confesores ichuris ó ichuiris, los sacrifíca- 
dores huillcas y los adivinos yatiris. 

El oráculo y santuario más celebrado 
era la peña Inii-kaka (peña del feol), nom- 
bre que se ha generalizado á la isla y al 
lago en la expresión adulterada de Titi- 
caca. 

Los cadáveres eran sagrados, y sus 
tumbas eran honradas con cánticos y 
ofrendan de comida y bebida. 

Civilización y costumbres. — Cada 
nación se distinguía de las demás eu el 
vestido y principalmente en los adornos de 
la cabeza, uso que ha prevalecido hasta 
nuestros días. Tenían nociones bien avan- 
zadas del arte militar: solían construir 
fortalezas [pucaras] y conocían la lanza, 
la honda y la flecha, fuera de otras armas 
arrojadizas. Su principal industria era 
la agricultura: criaban grandes rebafíos 
de llamas y cultivaban bien sus campos. 
Gl comercio se reducía á un limitado cam- 
bio de productos, sirviendo de medio los 



— 12 •- 

cereal os (juira, zara) y tenian noción es de 
la escritura geroglífica (kelkafía) . 

Idiomas. — Rl aymara fué el idioma de 
estos pueblos, y es reputado por los filólo- 
gos que lo han estudiado como una de las 
lenguas matrices más antiguas, más ricas 
y completas del mundo. 

Los numerosos dialectos de los cliun- 
clios y cliirihuanos, difíciles de caracteri- 
zarlos, parecen pertenecer al tipo común 
del huarani y el fncana. 



Dominación khesshoa 

CAPÍTULO I 

El imperio caisqueno, — Origen de loé 
Incas. — Succesor^s de Manco-Kha* 
paj. 

El imperio cüzqueSo,— No lejos de 
io6 aiymftras^ iiacia el noroeste, habin em- 
pezado jMbrmarse^ desde los comienzos 
del sígío XI> un pueblo regido por prin- 
cipios de gobiernos sabios y admirables^ 
bajo Ja dirección de prineipes piadosos 7 
expertos en los negocios de la paz 7 de la 
guerra : era ^ Oíizco . 

ORfGBNDtfi LOS IN0A8.— De todas las 
tradiciones qae se refieren al origen del 
imperio cnzqaefio y de sns monarcas^ que 
tomaron el nombrede Incas, ninguna ha 
•canÉírsdomáB la iraajinación, que la traer 
fnitida por el historiador inca Garcilaso 
de la Yéga eti sus célebres cComentarios 
Bea^M>. 

B^fieiPé'éste, que el Sol, poder vivifica- 
)r y fedniidaiite del mnndo, al contem- 
ar-la ^iofegrádación humana se conmovió. 






— 14 ~ 

y <l"®> P^"^^ redimirla, bajó del cielo á do» 
de sus hijos, Manco-Khapc^x Mama- Ojllo, 
haciéndolos aparecer ea la isla Inti-kaka, 
donde después del diluvio de Kunu ha- 
bía extendido sus primeros rayos. Esta 
misteriosa pareja, que eran herpiano y 
hermana y al mismo tiempo marido y 
mujer, atravesaron las llanuras septen- 
trionales del lago, llevando consigo una 
barretilla de oro que al hundirse fácilmen- 
te en la tierra, debía indicarles el lugar 
donde hablan de fijar su residencia. Fue- 
ron pues probándola en el camino, y por 
largo espacio el terreno se les mostró du- 
ro; mas, á poco de haber entrado en el va- 
lle del Cuzco (Khoskho) )a cuña penetró 
^in esfuerzo y desapareció para siempre. 
Los celestiales ^lensajerQS convocaron en- 
tonces á las gentes del lugar; Manco-Kha- 
paj instruyó á los varones en las artes de 
la agricultura; Mama- Ojllo enseñó á las 
mujeres el hilado y el tejido, y de este 
modo, bajp una vida patriarcal, de paz y 
4e trabajo, echaron los cimientos del vasto 
y poderotio imperio de los Incas* 

Esta tradición, como toda mitolojía, 
dentro de la falsedad de forma encierra en 
cierto modo la verdad de la idea: revela 
sencillamente que la civilización cuzque- 
^a es de pfígen ayipara y que ella se ha 



— IS ^ 

iniiubado eu la meseta andina ó la lioyn 
del Titicaca. I^ual revelación nos hace 
la lengua khest'haa^ que resulta ser un 
niioraa secundarlo, derivado del aymaVa* 
Y en cnanto á la procedencia aymara del 
primer inca ó de loa fundadores del impe* 
rio, las investigaciones etimológicas pue* 
«len coníirmnvla acaso sin mucho esfuerzo. 
Así Mancü que no tiene significado eñ 
khesshua, más parece itna adulteración de 
Alallcti, con que los aymnras designaban á 
sus jeffíS su piemos. 

SUCOESOHKS DM MaNüO- KHAPA J. — Hay 
una gran discrepancia en los autores an- 
tiguos con re8pe<íto á los anules Cuzque* 
fios y :i la serio de incas que ocuparon el 
trono; peix) todo¡s están conformes en dar 
el nombre de Mtiuco-Khapaj y asignat-lo 
procedencia aymara al fundador ae esa 
monarquía, en presentar á Haira-Khocha- 
Jaca como & guonoro y conquistador in- 
signe, y en atribuir á Pachácutej-lnca la 
invención de la mayoi parte de sus ins- 
tituciones políticas, civiles y sobretodo re- 
ligiosas con que consolidó el imperio y 
afirmó vigorosamente la dominación kbes- 
sima. 

Desde mediados del sitjlo XV, la bisto* 
lia es más segura, y desde esa é])oca bas- 
ta la conquista española, brillaron los rci- 



*-^ 16 —^ 

ÉTaJos de principes muy ilnstrea, caata 
Tupaj-Inca-Yupanqui, 11 uayQa-KhapajV 
Huáscar y Atahuallpa. 

Ordlaariamente, desde MancO'Khapaj 
hasta A tabuallpa se cuentan trece incas ^ 
á saber: Zinchi'Rucca^ Llocke-Yupanqui^ 
Mayta-Kbapaj, Khapaj-Yupanqui, Inca-i 
Rucca^ Yahuar-Huackaj, H uira-K^ocha^ 
Inca, Pachacutej^Inca, Inca-Yiipanqui, 
Tupaj-Inca-Yupanqui, Huayna^É^hapajr 
Huáscar y Atahtiallpa. 

CAPITULO II 

Conquista de las aymarás. -^El Colla-' 
suyu, -^Tupaj-Inca-Yupanqui ilus" 
tra el santuario de Inti^kaka, — 
Huayna-Khapaj prosigue las obras 
de su padre.— ^Huayna-Khapaj re- 
corre el CoUasuyu, — Estado del 
imperio á la muerte de Huayna- 
Khapaj. — ^Presajios de la venida de 
los españoles. 

Conquista bk lo® aymarás. — Las pri- 
meras naciones que conquistaron tos incas 
fueron las aymarás. Bstas se sometieron 
de grado ó por fuerza á las huestes cuz- 
quedas, las que de su parte procuraban 



— 17 — 

« 

atemperar en lo posible los rigores do ía 
guerra. Los incas se nntinciaban como 
hijos del Sol, enviados por él para espar- 
cir los l)eneficios de la civilización; y, des- 
pleg,ando una política suave j pacífioai, 
sagaz y contemporizadora, lograron redu- 
cir á los aymarás á su autoridad y re- 
fundirlos en la inmensa familia khes- 
shua, que con tanto acierto venían gober- 
nando. 

La guerra secular de los kharis y sa- 
pallas, terminó con la intervención del in- 
ca, quien sirvió de juez mediador y acabó 
por sujetailos á su imperio. 

El Collasuyu. — lios incas designaron 
con el nombre de Collasuj/u todos los paí- 
ses aymarás, los que vinieron á fbrmar una 
de las cuatro partes en que fué dividido 
su imperio, el cual sin embargo, no tuvo 
una denominación especial. El nombre de 
Tahuatin-svi/u es invención española. 

Tüpaj-Inca-Yupanqüi ilustra el 

SANTUARIO DE lNTI-KAKA,^Atraido por 
la famade Inti-kaka y por la gran devo- 
ción que le consagraban los aymarás, 
Tupaj-Inca-Yupanqni fué allí en rome- 
ría. La presencia del inca tii las aguas 
del Titicaca fué aefialada con sucesos 
extraordinarios, de modo que se acre- 

2 



— 18 ~ 

centó la fó ddl monarca, quien se pro- 
puso embellecer esa cuna de sus mayo- 
res y procurarle toda la pompa y majes- 
tad conveniente para el culto. 

Mnndo pues edificar un templo suntuo- 
so dedicado al Sol y que fué el más rico 
del imperio; estableció una casa de esco- 
jidas (ajlla-hiiasijf templos pura el trueno 
y el relánipíigo, un monasterio para niños 
nobles, y un palacio para su residencia. 
La peña fué revestida con planchas de oro 
y platíi, y con cortinas de riquísima tola 
{komp¿)j y en el camino, para llegar á ella, 
levantó tres portadas tapizadas con plu- 
mas de keniis ó tominejos. Fíizo cons- 
truir, además, grandes tampus li hospede- 
rías para recibir á los peregrinos, é insti- 
tuyó la isla inmediata como santuario de 
la luna, la coya ó esposa del Sol, por lo 
que se llamó desde entonces Coya-huaita 
(Isla-Coya) hoy Ooati, y se levantaron en 
ella templos y otros edificios análogos á 
los de Inti-kaka. 

Para la custodia de estas islas sagradas, 
fundóla población de Cupa-khahuanaimU 
rador de la piedra preciosa) y la pobló con 
familias escojidas pertenecientes á cua- 
renta y dos provincias de las más ilustres 
del imperio. . 

Tupaj-Inca-Yupanqui ayunó un año 



— lU — 

entero, absteniéndose de carne y ají, pura 
acreditar su devoción y romería. 

HuaYNA-KhaPAJ PUORIOüB liASOBRAB 

I>B SU PADRE. — Tupaj-Inca-Ynpanqni 
dejó á su primojónito y heredero Huayna- 
Khapaj al cuidado de las islas. Esto 
principe puso á una de sus bijas, en el 
ajUa-huasi en calidad de mamacuna ó 
abadesa, y conapletó los trabajos de su 
padre dándoles mayor esplendor. 

Instruido en los misterios de la teogo- 
nia de los aymarás, pensó en la existencia 
de un ser superior al Sol, y se propuso 
sostituir al culto de éste con el del dios 
Yaiiri (el que todo lo sabe); pero en balde 
invocó á la nueva deidad que se mantuvo 
sorda á sus plegarias y sacrificios. 

Huayna-Khapaj recorre el Colla- 

SÜYÜ. — Cuando Huayna-Khapaj ocupó 
el trono, recorrió el imperio siguiendo en 
esto la costumbre de sus mayores, y se de- 
tuvo largo tiempo en el Collasuyu. Or- 
ganizó la explotación del rico asiento mi- 
nero de Porco que había conquistado su 
padre, y en Ghuqui-apu, pueblo principal 
de los Facajis, celebró la gran fíesta del 
Raymi, En Tihuanacu le nació su hijo 
MancOj célebre más tarde por la denodada 
npaña que sostuvo contra los españo- 



— 20 — 

KSTAÜO DEL IMPERIO Á LA MUERTE DE 

Hüayna-Khapaj.— Este príncipe, el más 
ilustre (le cuantos gobernaron el imperio 
del Cuzco, llevado de su afecto por su hi- 
jo Atahuallpa, habido en la bella Pacha^ 
princesa quiteña, determinó á su muer- 
te que éste -fiuedase con el reino de Quito, 
y Huáscar, su legítimo heredero con el 
resto del imperio. Tal disposición dio en 
breve margen á las rivalidades entre am- 
bos monarcas, y en su consecuencia, á una 
desastrosa guerra civil, en laque Huáscar 
llevó la peor prirte, suceso que coincidió 
con la venida do los españoles y que fa- 
cilitó el triunfo de éstos. 

Presagios de la vrnida de los espa- 
ñoles.- Cuatro ó cinco años antes de la 
conquista, declararon ios ¡/atíris^ kumisjai" 
kcis y auguiSy profetas de Cupa-khahuana, 
que venía gente nueva por el mar, blanca, 
barbada y valerosa, pues por espacio de 
algunos meses habían visto á media no- 
che un fuego extraño en el cielo que afec- 
taba la forma de una pirámide. 

Ou.ando Atahuallpa derrotó á Huáscar, 
solo el apu Challco, que también era pro- 
feta, no tomó parte en el contento de lo i 
suyos, flr;Y qnél» le prefjuntó sorprendi- 
<lo el inca <r<;no te regocijas como los de- 
más.í^» — «Señor», repuso con tristeza el 



— 21 — 

apii, (íhe observado anoche los astros, y 
he visto qae tu seguirás bien pronto 1» 
muerte de tu hermano». 

Precisamente, en esos días, el piloto 
Bartolomé Rnis se acercaba á Tumbez, 
conducleudo á Piaarro y sus soldados. 

«APlTULO III 

Instituciones, — Gobierno y administra- 
ci ón . — Idioma. 

Instituciones. — Ijos incas mantuvie- 
ron laá leyes y costumbres de los ayma- 
rás, en cuanto no se ©ponían á las suyas. 
Desús instituciones merecen especial men- 
ción: la ley agraria, las fiestas civiles y 
las fiestas religiosas. 

No existía la propiedad. Tjas tierras 
de cultivo se dividían en tres porciones 
que el Llajia-camuyu indicaba: para el 
8ol, para el pueblo y para el inca. El 
pueblo concurría á labrarlas en común, de 
preferencia las del ?ol, destinadas á sus- 
tentar el cnlto, luego las que correspon- 
dían á los desvalidos y á los soldados en 
tiempo de campaña, seguidamente las su- 
yas, y por último las del inca en que en- 
tonaban cánticos con el estribillo de ¡ha" 



— 22 — 

lláálla! que es como decir ¡vítor! ó ¡hu- 
rra! 

Las fiestas ó distribuciones civiles te- 
nían lugar en cada mes, siendo las prin- 
cipales : el llallinacu, qneconsistiaen ejer- 
cicios militares, carreras de niños de tre- 
ce á catorce afios de edad y danzas mar- 
ciales de las tropas; el huarachicu, en que 
se horadaban las orejas de los vencedores 
del llallinacu, en señal de nobleza y va- 
lentía j se les vestía con kuarctSy calzo- 
nes, quedando así, armados caballeros; y- 
el quicuchicu, que era el desposorio de to- 
das las mujeres que habían llegado á la 
edad nubil. Todas estas fiestas se hacían 
con grandes ceremonias, danzas, libacio- 
nes y sacri fíelos, presidiéndolas los cama^ 
yus y los aííquis 6 ancianos. 

Las fiestas religiosas principales eran 
cuatro: la Khapaj-Retymi, la Situa^ la 
Khusquij-raymi y la ñuaraku, y se ce- 
lebraban eu los cuatro periodos solares; 
los solsticios y los equinoccios; pero la 
más notable de entre ellas era la Khapaj- 
Raymi ó simplemente Raymi, que tenía 
lugar en el solsticio de invierno, y se la ce- 
lebraba en honor del Sol^ del rayo y del 
trueno. 

OOBIBRNO Y ADMINISTRACIÓN. — Para 

el gobierno y administración del CoUasu- 



— 23 — 

yvL, se hallaba constituido en la Capital 
del Ouzco uu consejo supremo preeidido 
por un personaje de la sangre real que se 
comunicaba directamente con el inca. 

A la cabeza de cada provincia ó suyu 
lijabia un gobernador, también del linaje 
de los incas,' encargado de dar al consejo 
la cuenta anual del movimiento político y 
administrativo de su gol)ernación. 

£1 pueblo estaba dividido en cuerpos 
de diez, cincuenta^ ciento, quinientos, mil 
y diez mil hombres, con sus jefes respec* 
tivos, llamados Gamaffus. El jefe de diez 
mil se llamaba Un^. La organización del 
ejército ee hallaba suJBCa á la misma di- 
visión; j el general se llamaba Apu. 

Los Tucuy-ricujs estaban encargados de 
fiscalizar secretaínente á las autoridades 
y al pueblo. 

La estadística, la contabilidad fiscal y 
los registros civiles, eran llevados por un 
cuerpo de contadores reales llamados 
QuippU'CamayuSy quienes se valían de los 
guippus, unos manojos de cordones anu- 
dados de tamaños y colores diversos que 
reemplazaban á la escritura y cuya inven- 
ción la atribuía el qnippu camayu Catari 
''e Khocha-p<ampa á illa, favorito de 

aita-Khapaj. 

Los hilacatas y ir alie us conservaban su 



— 24 — 

«atoridud como señores tribataríos del ín-» 
ea. 

Idiomas.— El idioma oñcial era el Rhes*" 
sbua» una de las lenguas más dulces, ar- 
moniosas y expresiva» de la América. Los 
ineas pretendieron hacerla oHligatoria pa-* 
ra todoB los pueblos de su dominio, y ann 
cuando la resistencia de los aymarás á ol-^ 
vidar la suya fuese obstinada^ aquellos al- 
canzaron su empeño en muchas provin-" 
cias, <;omo se nota en lo» actuales depar-* 
tamentos de Cbnquisaea, Oruro, Potosí y 
Gochabamba. 



TERCERA ÉPOCA 

La conquista española 

CAPÍTULO I 

Descubrimiento de la América, — El 
Perú, — Expediciones de Pizarra, — 
Captura y muerte de Atahuallpa, 

Descubrimiento de la América. — 
Hasta filies del siglo XV, la América era 
desconocida para los europeos. La descu- 
brió entonces el marino genovés don üris- 
toval Colón, con la protección de la reina 
do España doña Isabel la Católica. Es- 
te audaz navegante surcó las aguas del 
Atlántico y llegó á la isla Huanahani ó 
San Salvador en la madrugada del 12 de 
Octubre de 1492, realizando así el más 
trascendental acontecimiento de los últi- 
mos siglos. En exploraciones posterio- 
res tocó con el continente. 

El Perú. — La empresa de Colón abrió 
para España una época de audaces expe- 
diciones marítimas v terrestres. Vasco 
Nuñez de Balboa descubrió el mar del 
Sud ú Océano Pacífico (1518), fundó la 
ciudad de Panará y fue el primero que 



— 26 — 

tuvo noticias del vasto imperio de los in- 
cas, llamado después por los españoles, 
Perúf donde, según se decía, abundaban el 
oro y la plata tanto como en otras partes 
el hierro. 

EXPUDICÍONES PE PlZARRO. — Dos sol- 
dados aventureros, obstinados y aguerri* 
dos, Francisco Pizano y Diego Almagro, 
vecinos de Panamá, asociados del cura do 
la ciudad don Hernando de Luque, deter- 
minaron apoderarse de tierra tan maravi- 
llosa; y con este fin, celebraron un com- 
promiso, soíiún el cual Pizarro y Almagro 
contribuirían con su esfuerzo personal, y 
Luque con veinte mil pesos en barras de 
oro, que tomó prestados (1526). 

Kn la primera expedición los dos aven- 
tureros, corrieron grandes riesgos y pena- 
lidades. Viéndose sin recursos, quedó P¡- 
zarro en la isla del Gallo con parte de la 
gente y Almagro regresó con la otra por 
socorros á Panamá. El gobernador, á 
quien algunos soldados de Pizarro habían 
rev^elado su desesperante situación, diri- 
giéndole esta expresiva cuarteta, que se 
hizo después muy popular: «Pues, señor 
ifobernador, — mírelo bien por entero, — que 
allá va el recogedor, — y acá queda el car- 
nicero», — no sólo negó los recursos, sino 
que mandó dos buques para que transpor- 



— 27 — 

tasen sin tardanza á Panamá, á los infeli- 
ces qne habían quedüdo en la isla. 

Cuando el comisionado intimó la orden 
á Pizarro, éste, por toda respuesta, trazó 
con su espada una línea en la arena, y 
volviéndose al sur, dijo: «Camaradas y 
amigos, por aquí se va al Perú á ser ricos, 
por allá se va á Panamá á ser pobres; es- 
coja el que sea buen castellano lo que más 
bien \q tuviere)». Dicho esto, pasó la raya. 
• Sólo trece hombres le siguieron. 

Con esta pequeña cuanto decidida ban- 
da, perseveró en su empresa, hasta que re-, 
cibió algunos socorros y pudo llegar á 
l'umpis (Tumbez) donde se cercioró de las 
fabulosas riquezas de los peruanos. 

Tornó entonces Pizarro á Panamá en 
demanda de mayores auxilios, y no en- 
contrándolos allí emprendió viaje á Espa- 
ña, de acuerdo con sus socios, para solici- 
tar la protección del rey (1628). 

El rey lo atendió con una suma iusig. 
niñeante para la magnitud de la empresa; 
pero el audaz aventurero no se desalentó, 
y sin pérdida de tiempo, regresó á Pana- 
má acompañado de cuatro hermanos que 
tenía; completó allí el equipo de la expe- 
dición, que constaba de eres navios, cien- 
to ochenta hombres y veintisiete caballos 
y se dio á la vela (1532). En Pmm 



— 28 — 

recibió el refuerzo de dos bajeles j otros 
recursos, conducidos por Hernando de So- 
to. Con estos elementos desembarc<5 en 
Tumpis, y penetró en el pais, dirigiéndo- 
se resueltamente á Kasii-marca (Caja- 
marca j. 

Captura y muerte del inca.^ — Cuan- 
do ios españoles llegaron á Kasa-marca, 
el inca Atahualipa con toda su corte, su 
ejército y los habitantes de la ciudad, se 
hallaba á una legua de distancia tomando 
baños. Pizarro le mandó una embajada, 
á la que Atahualipa recibió con muestras 
de complacencia, ofreciendo ir al siguien- 
te día á visitar al jefe de esos seres miste- 
riosos que no podían ser Bino mensajeros 
de Dios. 

Por las relaciones de la embajada, com- 
prendió Pizarro que solo á traición podría 
apoderarse de la persona del inca, y arre- 
gló su plan en este sentido. Cuando 
Atahualipa se presentó en Kasamarca, 
conducido en una anda de oro por sus 
subditos más nobles y seguido de una co- 
mitiva de cinco á seis mil hombj'es des- 
armados, sólo el padre dominico fray Vi- 
cente Val verde salió á recibirlo en la pla- 
za con un crucifijo y un breviario en las 
manos; los demás españoles se hallaban 
emboscados esperando unn. señal de su jefe. 



— 29 ~ 

El padre Yal verde se adelantó al mo^ 
«arca j le ín4;imó qae acatara la religión 
«atólica y se declarara subdito del rej de 
Espala. Atahuallpa rechazó la proposi- 
ción con altanería, arrojando lejos de si el 
breviario. Afuste acto corrió Valverde, 
gritando á ios españoles: «¡Salid, salid, 
estáis tardando^ que 70 os absuelvo!» 

Pizan*o ajitó nna bandera blanea y so- 
nó un tiro. Aparecieron entonces los em- 
boscados y se precipitaron sobre los in- 
dios haciendo «na espantosa carnicería. 
En el momento en que algunos sables de 
la caballería se «narbolaban para descar- 
gar sus golpes sobi'e el inca, Pizarro se 
interpuso con ei brazo extendido, excla- 
mando: <tQiiien estime sti vida, guárdese 
úe tocar al incaD; y fué herido en la mano, 
única herida que sacaron los españoles en 
ia jornada {^Noviembre 16 de 1582). 

Una vez preso Atahuallpa, ofreció por 
su rescate llenar de oro la pieza en que 
estaba hasta la altura á que alcanzaba su 
mano, puesto él de pie« El conquistador 
iiceptó la oferta, pidiendo que llenara .tam- 
bién dos veces de plato «1 «uarto inmedia- 
to, condiciones que se formalizaron por 
escritura publica. Cuando se hallaba reuni- 
da gran parte de lo ofrecid©, los españoles 
uocedieron á la partija. Almagro ll^ó 



— 30 — 

en esta circunstancia, y tocó del reparte 
El total distribuido ascendió á más de vein* 
tidos millones de nuestra moneda actual^ 
deducida la quinta parte para k. coron» 
áe España» 

Como les fuera pesado y peligroso se- 
guir custodiando á &vt real pi-isionero, re- 
solvieron darle muerte» Acusado entre^ 
otras cosa», de disipador de las rentas d& 
su pai&, de idólatra y polígamo» el desgra- 
ciado monarca fué sentenciado á ser que- 
mado vivo, pena que se hisfo conmutar por 
la de garrote á condición de dejar6e bau- 
tizar [Agosto^ 29 de lj533}. Pizarro vis- 
tió, hipócritamente, luto por su víctima. 

Los invasores piosiguieron la conquista 
sin mayor dificultad, llegando á apoderar- 
se del Cuzco, la opulenta capital del im- 
perio- 

CAPÍTULO II 

Prhner espcmol en el Collasuyu. — Ex- 
pedición de Almagro, — Expedicio- 
nes á los chunches, — Gonzalo Fiza- 
TTO conquista el Collasuyu, — Fun- 
dación de Chuquisaca, — Francisco- 
Pizarro en Ghuqui-apu, 

Primer español en el Cgllasuyg. r- 
El primer español que recorrió la provin- 



— 31 — 

iMíi (le Cbncuito y atravesó el Desagnade-^ 
i'o. Fué el religioso dominico, fray Tomás 
de San Martra, que más tarde llegó á ser 
<¡\ primer obispo de Chuqaisaca. 

ExPKDicióN DE Almagro. — Para ir á la 

conquista de Chile, escogió Alrangio la vía 
d^l Oollasuyu, A este fin oríjanizó su van- 
guardia al mando de Juan de Saavedra y 
<:ompuesta de algunos castellanos y de iin 
gran número do indios conduxjidos por 
Paullu-Tupaj, hermano de Huáscar y ei 
Huillca-humi ó gran sacerdote del impe- 
lió. A las ciento treinta leguas del Cuz- 
co, fundó Saavedra el pueblo de Paria, la 
más antigua población española del Colla- 
suyu (1535). Allí se le incorporó Alma- 
gro, para pasar luego á Tupiza, y en se- 
guida á Chile, fin Tupiza se le desertó 
el Huillca-humi que regresó al Cuzco á su- 
blevar el imperio contra los invasores, he- 
cho que tan rudos trabajos les dio y en 
que se realzó tanto la simpática figura del 
valeroso Manco Inca. 

Los collasuyus no opusieron ninguna 
resistencia á los expedicionarios de Alma* 
gro, por consideraciones á Paullu-Tupaj, 
aliado de éstos. Supo Almagro que ha- 
bía glandes vett\s do plata en Charcas, y 
«US compañeros le indicaron la convenien- 
i a de quedarse allí; pero él repuso: «Ks 



— 32 — 

poca tierra para tanta gente honraJas. 
Mas tarde, hablando con Aionso Alvaru' 
do, decía arrepentido: « l*or sólo el servi- 
cio del rey y de mí» amigoá^ no he pobla^ 
do los Ohareas». 

EXPEDICIONKS Á LOS CHONOHOS. <-De8- 
pués del gran lerantamiento. de Manco * 
Inca y de la guerra citíI en que se vieron 
envueltos Pizanro y Almagro, )a que ter- 
minó con la ejecución de éste, Hernando 
Pizarro, hermano de Francisco, organizó 
la exploración y conquista de Ámbaya 
país de los chunches ó mt(/{<« (Mojos), cu- 
yas riquezas ponderaban mucho los pe- 
ruanos. Dos expediciones consecutivas, 
la de Pedro de Oandia^ j la del capitán, 
Pedro Anzures, más comunmente conoci- 
do por Peranzures, fracasaron lastimosa- 
mente, con gran pérdida de gente, de di- 
nero y de caballos. 

G0NZA.L0 Pizarro conquista kl Co- 
LLASUyu. r- Convencidos ios hermanos 
Hernando y Gonzalo Pizarro de la rique- 
za del üoliasuyu, emprendieron personal- 
mente su reducción. A poco regresó Her- 
nando al Cuzco, continuando solo Gonza- 
lo con la empresa. 

Anoticiados los collasuyus de la inva- 
sión, cortaron e) puente del Desaguade- 
ro, Las provincias de Consata, Phncu- 



— 33 ~ 

Ha (Pocoña) Chichas y otras .^e coiifecíe* 
raron hajo las órdenes del valiente apa 
Tiorinaceo, señor de Consata, j levanta- 
ron un ejército de cuarenta mil hombres. 
Gonzalo Pizarro sólo tenía sesenta. 

Con grandes trabajos pudieron recons- 
truir el puente los españoles, y después de 
sostener algunos combates de poca signi- 
ficación, llegaron á ios valles de Khochü' 
pampa, donde Tiorinaceo les presentó ba- 
talla. Apesar de sus esfuerzos los indios 
fueron derrotados. 

Gonzalo Pizarro recibió un refuerzo que 
le mandó Hernando, y se situó en Anda- 
marca, donde Tioricaceo le pidió la paz^ 
De allí pasó á Chuquúchaca, población 
principal de los charcas. 

Los charcas aco:r.et¡eron á su vez á los 
españoles y los sitiaron con tal energía 
que éstos se tuvieron por perdidos; pero 
tales prodigios de valor ejecutaron en su 
desesperación que al fin lograron vencer. 
Referíase que el apóstol Santiago, patrón 
de España, se presentó en lo más fuerte 
de la refriega para decidir la contienda con 
su espada. 

t'on la \ictoria de Oíniquichaca, quedó 
sometido el Collasuyu á los españoles. 
Fundación deOrüquisaca. —Francisco 



a 



— 34 — 

dispiiíio que las fueiziie de Gonza- 
i»en u1 nmiitlo lie Peranznres, Á 
iciomondó Li fundación de imticiii* 

fuci'ft Ciibezit lie estas provínciati. 

ei'igió la villa de Uhiiquisaca en 
[> eilio en que existia I» poMauiÓii 
i (153i)). Lliiiiiái-onlii después sus 
\ja-riafa por su ÍDiiiodinrióii ni 
niñero de Poi-co; y fué [mbladn por 
jípales españoles que habían ve- 
Peiii. 

íiaCO PlZAaROKM Ohuquiapl'. — 
II de atender ¡mncdiatnmente los 
de Charcas, Friincísco Pízihtoví- 
i Ohuqniapu, dontlo pennaneoin 
días. A sil ruclta fue aseBÍnado 
poi' los parciales de Almat'!'» 

IJAI'lTULO III 
'.enamae de Barcelona; subie- 
nda Gómalo Pharro. — Suce- 
'. Ckuquisaca, — Centeno y Car- 
■ "guerra de talones." — Comba- 
I'ocona. — Misión de Gasea; 
no reorfftaiiza sus fuerzas.— 
'¿a de Huarina: Jin de la eu- 
ñón. 

¡HJBNANZAS DB BaíIC)1I,0NA; 81!- 
ÍN DR OoNKALO PiZAlíItO.— IjOs 



— 35 — 

couquistadores se apoderaron no sólo de 
las tierras, sino fambién de los indios, á 
titulo de doctrinarlos en la religión. Ks- 
ta apropiación se llamó «encomienda». 
Xios inauditos abusos que los (r encomen- 
deros^ cometían, llamaron la atención del 
emperador Carlos V, quien dictó en Bar- 
celona, á influjos del filántropo fray Bar- 
tolomé de las Casas, unas célebres orde- 
nanzas encauiinadas á reprimirlos ('1 542). 
Encargó su ejecución á don Bla?5co Nu- 
ñez de Vela, á quien lo invistió con el tí- 
tulo de Virrey del Peni. 

Estas ordenanzas causaron profundo 
disgusto á los conquistadores, y todos di- 
rijieron sus miradas á Gonzalo Pizairo 
quien trabajaba sus minas de Porco. Pi- 
zarro, después de alguna vacilación, ce- 
dió á sus instigadores y se arrojó en bra- 
zos de la rebelión. Cuando llegó á Lima 
todo el Perú era suyo. 

Sucesos de ÜHUQLfiSACA.r— Los veci- 
nos de Cbuquisaca, poco entusiastas por 
la causa de Pízarro, so reaccionaron, ape- 
nas éste dejó el país. Pizarro envió en- 
tonces en calidad de gobernador á don 
Francisco Almendras, hombre de carácter 
>rpey sanguinario, por lo que provocó una 
ueva reacción encabezada por don Diego 
Centeno y en la que Almendras fué muerto. 



— •36 — 
3 Toro, tejiiuiitc ile PízHi'ro, inar- 

•a, Centeno, quien, apeaar de &us 
tuvo que dispersar sn ¡^enie y 
e en übichas, acechando al^unii< 
inra volver sobre las anuas, co- 
;o eu efecto, »l retiro de Toio. 

NO Y CaRBaJíL; «ODERKA Dlí 

». — Gonzalo Pizarvo eoiaisionó Á 
leisco (Jarbajal, el inÁs experto 
ipitanes, prira que pusiese en or- 
cofas de Chuquieaca, Oai-bajat 
taiiamente llamado el ndenioüio 
Yiidtiso, pasaba entouees de los 
nBos, pero teuía todo ol vigor j 
lad de lajuventiid.eíacruel, ven- 
motdat, y era entre los moldados 
>ea el más expeiiiuenutdo en la 

10 hnbia piisido j'a el UesagiiU' 
ndo Hupo qiio tenÍK á m frente á 
. Menos entendido y menos re- 
ne éste y viéndose con fuerzas in- 
optó por la retirada, 
jal empezó á picarle la letagnar- 
e el Desaguadero basta Chayan- 
iteno no le llevaba sino con una 
lantera que su perseguidor no po- 
ir. bln Cbayanta, mediante UDa 
aniobra, conlfa marchó Centeno 
cción al Cuaco; pero Carbajal, otra 



-— 37 — 

vez cerca de ól, fué siguiéndolo, hasta que 
«.quél tuvo que die.persar sus fuerzas más 
4vllá de Arequi^ia. Esta campaña, nota- 
h\e por sus uai4 peripecias y «n que los 
«uemi^ros se poulau á la vista todos los 
días sin poder irse á las manos, se ha lla- 
mado en la historia, ia ((guerra de talo- 
iQesi>. 

Combare be Poconá, — Lope de Men- 
<loza, teniente de Centeno, se retiró á Pa- 
tona á organizar nuevas fuerzas. Garba- 
jal no tardó en pwiórsele á su frente. El 
-choque fué inevitable. Pelearon de no- 
*<3he j la suerte favoreció á Carbajal. Des- 
bandada la gente de Mendoza, el «rdemo- 
•nio de los Andes», pasó á Chuquisaca y 
Potosí, que ya era un pueblo de conside- 
Tación, castigó cruelmente á 4os enemigos 
<le Pizarro, y regi-esó después á Lima á 
^reunirse con «u caudillo. 

Misión de Gasca:; Centeno reorga- 
niza sus fuerzas. — Anoticiado el empe- 
rador Carlos V de la sublevación de Piza- 
rro, envió al licenciado don Pedro de la 
Gasca en ealídad de gobernador para que 
pusiese en paz a»l Perú, La presencia de 
Oasca, las craeldaddfe de Carbajal y lade- 
t>ilidad de carácter de Pizarro, enajenaron 
4 éste todos sus prestigios, y sus partida* 
ios empezaron á desbandarse, Diego Cen- 



teuti reoi'gaaizó siig fuerzua, ae aiuduró 
audazmente del Cuzco y se dirijióá Char- 

En tal situaoióu, Pizarro se vio preci- 
Bailo ¿ abandonar Lima para hacerse fuer- 
te en el sud; pero como CenUiuo le tenia 
cerrado el paso, lo propuso que le dejara 
retirai-ae á Chile ú otra («giÓQ leja- 
na. Centeno, seguro de acabar imju el 
rebelde, no accedió, marchó i, su eucuen- 
■ tro, y eu Huarina se avistaron ambos ejér- 

Batallade HoAaiHi) fin dk la su- 
blevación. — -Todas las probabilidades 
del triunfo se hallaban á favor de Cente- 
no, que contaba con cerca de mil hombres, 
mientras que la fuerza de Pizarro no lle- 
gaba á quinientos; pero la táctica y peri- 
cia de Carbajal que dirijió ol combate su- 
peró al número, y Centeno fué derrotjido 
(Octubre 20 de 1547). lísta batalla fué 
una de las más reñidas y sangrientas de 

'-- "-.ubo en esos tiempos. 

i buena estrella de Pizarro EÓlo 
¡liado momentáneamente. Gas- 
¡ó poco después en Sajsab'iana, 
cambió para siempre el parti- 
i Fizarroa, Hechos prisioneros 
y Carbajal, fusron ajusticiados 



-^ 39 — 
CAPÍTULO IV 

Deécuhrimieniv de Potosí: — Funda- 
ción de La Paz. — Eocpedidón de 
Nufto de Chavez.— Alzamiento de 
don Sebastián de Castilla. — Muerte 
de Castilla; misión de Alvar ado,-^- 
Caracteres de la conquista española. 
— Introducción del catolicismo. 

Descubrimiento de Potosí. r-Coinci- 

tlió con la rebelión de Pizarro el descubrí», 
miento de las minas de Potosí, que tuvo 
lugar un día jueves á mediados de Enero 
de 1545, por el indio Huallka, natural 
de Cbumbivillcas, de oficio traginero en el 
asiento mineral de Porco. * Huallka, co- 
municó su descubrimiento á otro indio lla- 
mado H uanca, natural de Jauja, con quien 
poco después tuvo una desavenencia, la 
que ocasionó que H uanca revelase el se- 
creto de esta fortuna á su amo el capitán 
don Juan de Villarroel. Este tomó pose- 
sión del cerro y comenzó á explotarlo en 
compañía de don Diego Centeno. Las 
vetas más famosas fueron la «RicaD, la 
«Descubridora de Centeno» y la «Mendie- 
taJD. 

Pronto se pobló F*otosí de españoles, 



— 40 -^ 

{legando á ser ki tí lia de más uotíibran-^ 
dia quería existido en América, y su ce- 
tro el más eoDsideVHble emporio de rique- 
sas del mundo. 
Fundación db- La Pa2.— De&piiés de 

la batalla de SajsaBiiana, €hiBea eneargó 
al capitán Alonso d« Mendoza la fuuda^ 
eión de una ciudad en et vaüc de Chuqni-' 
apu^ en memoria de (a paz que Tmblan nl^ 
eanzado los disturbios del Perór Gasea, 
recordando una frase de Táeito, recomen- 
dó á Mendoza que estableciese la nueva 
población ccon mayor número de buenas 
costumbres que de leye»>. Mendoza prin^ 
cipió la fundación el 20 de Octubre de 
1548, primer aniversario de la batalla de 
Huarina, dándole el nombre de «Nuestra 
Señora de La Paz», pero por mucho tiem^ 
po sólo se la llamó el «{Pneblo NuevoD. 

Una de las causas principales que de- 
terminó la elección del Talle de Chuqui- 
apu para la edificación de la ciudad, fué 
sn posición céntrica entie el Cuzco, Are- 
quipa y Chuquisaca. 

Expedición de Nüflo de Cha vez. — 
En 1548 tuvo lugar la expedición más fa- 
mosa de esos tiempos, después de la veri- 
ficada por Orellana en el río Amazonas^ 
Don Nuflo de Chavez, partió con tropas 
de8d« el río Paraguay hacia Charcas, 



_ 41 -• 

Atravesó la región Hel Cbnco eii ioáxt su 
vasta extensión, avanzó hasta el Cuzco 
donde platicó con Gapca, y volvió despucd 
por la misma ruta, sin ninguna novedad. 

Alzahii<;nto du don Skbastján de 
Castilla. — Apesar del tino administrati- 
vo de Gasea y de la severidad de su 
gobierno, no se extinguió el espíritu de 
revuelta en los castellanos. Vasco de Godi- 
nes y Egas de Gu'/.mán, soldados belico- 
sos, empezaron á conspirar, instigfnudo al 
general don l'edro de Hinojosa, correji- 
dor de Cluirchs y uno de los Ivonibres más 
ricos de su tiempo á quct los presidiera; 
pero viendo su irresolución, eligieron por 
jefe á don Sebastián do Csistüla, scgun:lcn 
del conde de la Gomera, joven codicioso y 
disipado, fiílto do carácter y por lo mismo 
j por los prestigios de su nombra, el más 
adecuado para servir á sus miras. 

La conjuración estalló en Cbuquisaca 
en la madrugada del 6 de Mayo de 1553. 
Penetraron los conjurados en la casa de 
Hinojosa, le dieron una muerte cruel y sa- 
lieron luego á la plaza gritando: €; Viva 
el Rey, muerto es el tirano». 

Egas de Guzmán que se había situado 
en Potosí, secundó inmedintaraenteel mo- 
vimiento de Cbuquisaca. 

Castilla se proclamó capitán general y 



— 42 — 

justiciH inayor y envió una expedición so, 
bre La i az, al propio tieirpo que Efías de 
(ruzmmi destacó ofm sobre la misnuí ciu- 
dad; pero, puestas en contacto en el ca, 
•nino ambas expedicionás se reaccionaron 
plegandose a las fuerzas del correjidor do' 
liíi Paz, mariscal don Alonso de A I varado 

Muerte m Castilla; mlsión in: AlI 

VARAi)o.-~l'(,reste j oíros sucesos cnn- 
dio la anarquía en Uhuquisaca. (bastilla 
que era impotente pnra fiominarla, perdió 
la adhesión de sus cómplices, y e\ \ntvU 
gante Vnsco Oodincs acabo por coserlo á 
estocadas exponiendo en seíruida su ca- 
dáver en la plaza (Mayo 11 de 1558). A 
la reacción do OhuquísMca siguió la de Po. 
tosí, j Egas do Guzmán corrió la misma 
suerte que Castilla. 

^^utretHuto, el mariscal Alvaradó había 
sido comisionado por la Audiencia de Li. 
ma para restablecer el orden en Charcas, 
Alvaradoqjerciósu misión semblando el 
espanto en Potosí y Ohuquisaca, al pun- 
todo hacerse llamar el «Nerón» por los 
mismos suyos. No dio cuartel á nadie, 
lor el espacio de cuatro meses se succe- 
dieron las ejecuciones y otros castigos y 
no se suspendió esta época de terror RÍno 
a la noticia de la sublevación de Hernán- 
dez Girón en el Cuzco, á donde icarchó 



— 43 — 

con siKS fuerzas, cabiéndole la mala suer- 
te de ser denotado en Chyqni-'inca, con- 
traste que le afectó tanto, que á poco mu* 
rió de pesadumlno. La sublevación de 
(jrirón sucumbió sin enibaríjo en Pucará, 
y con este hecho quedó asentada la pa;^ 
entre los conquistadores. 

Cakactkres de la conquista espa- 

ííOIiA. r-íia empresa de subyugar la pode- 
rasa nación#peruana por nn puñado tle va- 
lientes, será siempre un titulo de inmar- 
cesible gloria para los que la acometieron; 
pero tan brutalmente explotaron después 
su triunfo que toda la admiración que des- 
piertan sushazañas, queda osbcurecida por 
el sentimiento de aversión que inspiran 
las crueldades del vencedor y por el sen- 
timiento de lástima que inspiran los mar 
tirios del yencido. Los españoles solo 
querían oro, y á este, fin sacrificaron el 
porvenir de los pueblos conquistados y 
lue^^Q el suyo propio, matándose entre 
ellos, en odiosa disputa, por arrebatarse 
los ensanj^rentados despojos de su vícti- 
ma. El poeta español Quintana ha que- 
rido disculparlos diciendo: 

«8u atroz codicia, su implacable zana. 
Crimen fueron del tiempo, no de Espafia». 

Introdüccíón del catolicismo. — Los 



_ 44 — 

coju|Uist:n lotes tiíijoton la religióíi cató- 
lica en la punta ile ia espada. Con po« 
quísiinas excepciones, toda la cohorte de 
frailes que seguíii á los soldados españo- 
les en sn>í aventuras, trató de conquistar 
almas para el cielo por los mismos medios 
de violencia con que aquéllos ganaban 
tierl-H8 para su soberano. Bst^ sistema, 
con el (jüe no se tocaba el corazón de los 
naturales, ni se encendía W llama de la 
fé, solo produjo cristianos por temor ó poi 
cálculo, y ha dejado una herencia de tra- 
bajo arduo y perseverante para los que, 
posteriormente, asumieron el papel de ver- 
daderos apóstoles evangélicos. 



► 



CÍIARIA ÉPOCA 

El 

CAPITULO I 

ttéghnen coloniaL — Creación de la 
Audiencia de Charcas.'-^Grobiemo 
de don Francisco de Toledo^-^Pote- 
8% 1/ la "Mita'\ — FúndaxÁón de 
Cochahamba, — Id, de Tarijai-^Id, 
de Santa Cruz de la Sierra, — Id, de 
ühuro.-^^Erección de obispados, 

RÉGIMEN ÜOLONIAt/. — Pasado el perío- 
tlo (le disturbios, que constituye la épocn 
final de la conquista, España se contra- 
jo á la organización de sus colonias, que 
'había ile poseerlas por el espucio de tres 
Biglos (1583r-1824). 

Un tribunal supremo constituido en His- 
pana con el título de Consto de Indias, 
atendía los asuntos de las colonias. A 
este consejo se debe la € Recopilación <le 
Indias», código de leyes que rigió en la 
América española. 

Las colonias se dividieron en virreyna- 
tos y en capitanías generales y audiencias 



— 46 — 

anexas á los virrey »atoá. Cada circuns- 
cripción teiTÍtopiai ó provincia, estaba go- 
bernada por un eorreji<loi«. 

Creación de la Audiencia dk Char- 
GAS.~En 15&9 9eerígi6 I» Audiencia de 
Charcas con asiento en Chuquisnca y de- 
pendiente del virFoy dé Lirní), y fué su 
primer presidente (fon Pedro Ramirez der 
Quiñones. Se extendía 8« jurisdicción (t 
la provincia del Tocumán, al Paraguay á 
todo lo que ahora comprende el depar- 
tamento peruano de Puno; y el cabildo de 
Chuquisaca gozaba de la& miomas preemi- 
nencias que el de SevRla, 

Gobierno de don Francisco, de To- 

ÉEDO.-%De los treinta y seis virreyes del 
Perú, á cuya autoridad se halló sujeta la 
Audiencia de Charcas^ el que más dies- 
tramente administró el país fué don Fran- 
eisco de Toledo, de los condes de Oropeza 
(1569 — 1581). Recorrió el territorio du- 
dante dos años; procnu^lgó en Chuquisaca 
ks «Ordenanzas de Mineríai); finido las 
eiudades de CoíAabamba y Tarija; dictó 
ieyes para los indios sobre la base de las 
leyes khesahuas; fij<í lo» tributos; divi- 
dió el país en provincias; dejó asentado el 
derecho del «Patronato»; regularizó laad- 
ministraoión; Aoüscentó la hacienda y es- 
tableció la piiz firmemente. 



d 



— 47 — 

ToTOSÍ Y LA «Mita».— » Las fabulosas 
f)rodnccione8 del cerro de Potosí, al que 
íun cronista llama (ímónstruo de riquezai), 
^atrajeron toda la ateneión de los gobier- 
aios coloniales. Don Fthucísco de Téle- 
nlo com prendí ei>d o que en sus rendinaien- 
ítos estribaba la vida rentística de la Me- 
trópoli, empeáadu- entonoes en costosísi- 
iniis gueiTas, ideo el raedio de fomentar 
^n explotación proporcionando trabajado- 
res á los mineroe, y creó la mita. 

Mita quiere decir, turno. Toledo em- 
|)adronó cci«a <ie ochenta mU indios re* 
|)artidos en distintas poblaciones hasta 
Jas ciento cincuenta leguas de Potosí, y 
.señaló de esta nmea la séptima parte co- 
mo la cuota anual de u^bajadores que 
debían asietirál labor^©o-de las minas. Se- 
gún este sistema, entibando el indio á ser 
tributario dc&d« 3os dlezioclio -años hasta 
los cincuentíí, tenía que emplear cinco 
aiños de mita y 'en Jos cinco, dieziseis 
meses de trabajo. 

Tal institución, que se mantuvo duran- 
te todo el coloniaje, «atisó la pérdida de 
-cérea de ocho mij Iones de indios, que pe- 
recieron víctiaias 4.1 el trat;ajo y de la in- 
temperie. 

Fundación de Cochabímba.— El vi- 
icy Toledo comisionó af «apilan don Ge- 



— 48 — 
ráüimoile Osorio, Ih fiinJucióii i 
liad en los ImvmoBos valles J< 
pampa, In que se llevó á cabo 
deKanata (1570). Mns, com. 
no fuese aparente, la A.iiiliencis 
cas dio nueva comisión á dos 
Barba de Padilla, quien echo 
tos de la ciudad eii el punto doi 
mente se halla Cochubamba, c 
bre de Villa de Oropem, en h 
virrey (Enero 1." de 1574). 1 
tiempo se llamó. aei, hasta q 
su nombre primitivo. 

Fündací6n db Tahua.;- 
de Tanja fué fundada en el 
que 1,1 da Cochabamba, por d 
Fuenles f Julio 1 de Í574). I 
fio el vírr,:; Toledo para la ed 
esta ciudad y la de Tupiza, c( 
contener las invasiones de loa 
riliuanOB 

Fundación db Santa Cí 
Sierra. — Don Lorenzo Suare 
roa fundó en 1595, con autoi 
virrey don Hurtado de Mendi 
dad de San liOrenzo de la Fi 
se hizo capital de la provine! 
Cruz de la .-'ierra, tomando en 
te nombre. 

Fundación db Orubo,— i 



t'.uencia do lu pios| 
las luinas <lei gri 
Vru, en los llanos 
PAdill» ruiiJó ni p 
Tilla (le San Feli 
qiieilaiio eou el no 
Erección dk ( 
do de Chiiqiiisnea 
]5&1, y fué sil prí] 
de San Martín. 
Oruz, máa coniui 
lie Mizque tí la 1 
160¿. E\ obispal 
en 1(109. En ese 
Ja Platn ascendió 
su primer (irzobit! 
fray Lilis López de 

. elTacL.mán,Pai» 

cap: 

üeiiu ccíones. — O 
Vascongados. 
Alonso de l'c 
mestizos. — Id. 
— Conjuraciói 
diencia de Cki 
virreinato de 

RkDUCC IONES.- 



— oO — 

ViiBtas regiones habitadas por las tribus sal<* 
vajea de los chunchosy e hirihu anos, preo- 
cupó coiistaütomeHteá los eápañoleSi Des* 
df^ 1561 hasta 1566 expedicionaron succc* 
sivaraente á descubrir y colonizar el terri- 
torio de Mujus, poblado por ios chunches, 
los capitanes Juan de Nieto, Antonio de 
Gastos, Diego Alemán, Juan Alvarez 
Maldonado y Gómez de Tordoyaj sin que 
ninguno hiii»ioso podido lograr su intento. 
Posteriornienie, desde 1015 hasta 1638, 
don Pedro de la fígui y ürquiza, <5 Egús- 
quiza, se consa^^ró á esa conquista, y gas- 
tó de su peculio más de doscientos mil pe* 
sos, sin ningún fruto. 

El capitán don Andrés de Manzo, em- 
prendió en 1556 la reducción délos chiri- 
huanos. ' Rstablccíó las poblaciones do la 
I barranca y de la Nueva Rioja; peix) los 
indioi! se le Fublevaron, arrazaron las po- 
blaciones y le dieron muerte. Su com- 
pañero el célebre don Nuflo de Cha vez cc- 
rrió idéntico Hn. 

Íjü reducción de los chunches y chiri- 
huanos llegó á hacerse, pues, una empre- 
sa imposible, y todo cu«nto se avanzó en 
adelante fué debido a las misiones de re- 
ligiosos, agustinos, jesuítas y francisca- 
nos, que á costa de sagacidad y pacien- 
cia sometieron un buen número de tri- 



rmá 



— 51 — 

hus salvajes. Las Doisiones jesuítas, so- 
bretodo, establecidas con empeño y sabi- 
daría, alcalizaron un alto grado de pro- 
greso, digno de tan extraordinaria coiigre« 
gación. 

GUBRRAS DE V1CUÑA8 Y VaSCONGA- 
Di)S. — A la par de sus riquezas ofreció 
Potosí, desde su descubrimiento, escánda- 
los y disturbios incesantes. Como los 
vascongados hubiesen llegado á apoderar- 
se de casi todos los destinos públicos y á 
adquirir grandes riquezas, despertaron la 
emulación de los demás españoles, los 
ouales, unidos á los criollos, les declara- 
ron guerra siu cuartel. Ufesabau, como dis- 
tintivo, sombreros de luna de vicuña, de 
donde les vino el nombre de Vieuñas, y los 
vascongados adoptaron por divisa un pa- 
ñuelo blanco á guisa de toquilla. 

La lucba fué tenaz, encarnizada, con 
asesinatos, robos y otros crímenes, sin que 
la autoridad pudiese impedirla, á pesar de 
su diligencia. Ella duró más de cien años, 
costó un gran número de víctimas, hubo 
batallas formales, se gastaron muchos mi- 
llones y fué harta en episodios y lances 
heroicos. Se aplacó desde 1624— en que 
el general de los Vicuñas, don Francisco 
del Gustillo, casó ¿su hija única, doña 
Eugenia, con don Pedro Oyauume, hijo 



— 52 ^ 

del geueral de los Vascongados, don Fran*- 
cisco, llevándole setecientos mil pesos de 
dote, — hasta 1636, en que recrudeció, 
prolongándose por el espacio de cuarenta 
años más . 

Conspiración de Alonso de Yañez. r- 
Por el año de 1612, un hidalgo, don Alon- 
so de YañeZy organizaba una seria cons- 
piración en Potosí para desconocer la au- 
toridad real. Tuvieron conocimiento dé 
sus trabajos el Prior de San Agustín j 
otro fraile, los que denunciaron el hecho; 
y Tañez y sus compañeros pagaron su 
intento con sus cabezas. 

Sublevación de mestizos. — Los mes- 
tizos ó cholos de La Paz, encabezados por 
Antonio Gallardo, alias el PhüincQ se 
sublevaron el 1.** de Diciembre de 1661, 
dando muerte al correjidor don Oristóval 
Cañedo y varios oficiales y entregándose 
al robo y otros excesos. Parecía tomar 
las trazas de una guerra social, cuando el 
alcalde de la ciudad, don Agustín Zega^ 
rra de las Roelas contuvo con energía el 
tumulto, castigó severamente á los prin- 
cipales cabecillas y recobró la plata y al- 
hajas saqueadas. Gallardo pudo salir de 
La Paz con alguna fuerza, y se dirijió á 
Puno, donde murió en el asalto que dio á 
esa ciudad. 



— 53 — 
Stjsleyaoión bb Alejo GaiiAtatud.-^ 

OoQ el propósito de impedir que lo3 indi* 
^enas coHtri bajen tes se eximiesea de sa 
obligación alegando sei mestizos, el yirrey 
Marqués de Castel fuerte, ordenó en 1730, 
«na nueva revisita de tributos. La veri- 
íicaba en los valles de Ooeliabamba don 
Manuel Benero y Balero, cuando se es- 
parció la voz de que en el empadrona- 
miento-debían ser incluidos los mestizos. 

Este rumor que las autoridades trata- 
ron de desvanecer, impresionó fuertemen- 
te al veeindario^ y un platero, Alejo Cala- 
tavud, hombre de carácter, se puso á la 
cabeza de los cholos y se hizo dueik> de 
la dudad á la voz de «¡Viva el rey, y 
ma^a el raai gobieino». (Noviembre 29 
de 1780). 

El alcalde don Juan Matías de Q:«r« 
dogui quiso restaurar el orden con cua- 
renta españoles armados; pero los suble- 
vados lo rechazaron matándole dieziocho 
hombres. El Visitador se esforzó por sin- 
cerar el objeto de su misión, pero sin éxi- 
to. Entonees intervino el clero, y no sien- 
do aúü bastantes sus influencias, se reunió 
el Cabildo. Galatayud le impuso que se 
"ometiera á tus determinaciones y decla- 
ó que sólo ios criollos ejerciesen cargos 
DÜblicos. En esta virtud y á indicación 



~ 54 — 

•ny*, fueron nombrados alealdee» don Jo- 
sé Mariscal y don Francisco Rodríguez 
Garrasoo. tSalatayud tenía á la saaón doe 
mil hombres. Pero Rodríguez Carrasco 
nsó de perfidia con él y lo hizo preso, des» 
baratando de este modo la insQrreceión 
que iba tomando cada día más cuerpo. Bl 
valeroso caudillo sufrió^ pues, ia pena de 
garrote (Enero 31 de '1781) »Sn cadáver 
fué hecho coartos, se colgó en la horca 
uno de sus brazos con un bastón en la ma« 
DO, j su cabeza fué remitida á Chnqu ¡sa- 
ca. Carrasco hizo ahorcar, además, á.ios 
principales compañeros de Oalacayud, y 
llegó el número de víctimas á veintiocho, 
&ONJURACIÓIÍ DB VkIíA. — En 1739, al- 
gunos vecinos de Oruro, presididos pf>r 
don Juan de Vela de Córdova, se conjura- 
ron con el propósito de cortar los abusos 
de autoridad de que era víctima el pne<^ 
blo, y i^dactaron un «[manifiesto de agrá* 
vios» para liacerlo circular en los demás 
eorrejimientos; pero Bernardo de Üjeda, 
que se encontraban en el secreto, denun- 
ció el he<cho ante el correjídor don Mar- 
tin de Espétete, quien aprehendió á los 
conjurados y les hizo sufrir la pena capi- 
tal. El traidor Ojeda recibió en premio 
de su perfidia, el cargo de Protector de in- 
dios. 



^ 55 — 

Alonso de Yañes, Antonio Q-alla^^do, 
A lejo (Jalatayuil y Juan de Vela de Cór- 
ilova> pueíien ser considerados como los 
pt-eciireores de la independencia. 

La Audiencia db Charcas m ihcior- 

PORA AL VIKRKYNATO DB BUENOS Al- 

RBS. — Constituido el virreynatodo Buenos 
Aires ©n 8 do Agosto de 1776, I» real cé- 
dula de efla* fecha mando que fuesen in* 
corporadoB'á él todas las provincias suje*» 
tas á la Audieucta de Chareas, segregan- 
dolas del virreinato de Lima. Csta sepa* 
rncióu se efectuó sin ningún eml>arazo y 
sin causar graves entorpecitniontos á la 
iMlmi Distrae ton . 

CAPÍTULO III 

Él gran alzamiento de indios^ los Ca^ 
taris. — Sucesos de Orw^o; Sebastián 
Pagador, — Sublevación de Julián 
Apasa; cerco de La Paz. — Cerco de 
Sorata,—^Fin del gran alzamiento; 
Suplicio de Tupaj Catari. 

El GRAN AfiZAMIENTO J)K INDIOS; LOR 
CATARlS.->Tonjá8 Catari, in<l¡o principal 
de Macha^ no habiendo encontrado justi* 
cia ni en Potosí ni en Buenos Aires, has- 



. 56 — 
(a doDde fué á (fnejsrse contra los v 
manes que eufrieva del goberDaiIor de 
«omunidades den BIm Bernal,. resol v¡( 
canzai'la de brb manoe; y propagó con 
te ña que babia obtenido del rey la n 
ja de los tribntoíi. Gl eorrejidor 
JoaquiD de Aloe, lo remitió pre^o á P 
tit EntoBcea sus bermanos, Dámae 
Nicoláa Oatari, ee tamnkuaron en Ms 
y degollaron á Bernal, y poco de8| 
eiiaado se formaba en Pecoata el pa< 
para la mita de Potoei, prendieron á , 
y otro» espafioles f'Agoato IS de 17 
Sólo pude escapaFelcnra Arzadum, qi 
se dirijió á Obaqnisaca para eangear I 
bertad del eorrejidor con la de Toman 
tari. 

Una vez libre Catan, ae pufo á la 
beza de los insurreetos y propagó el c 
miento por los pueblos de Charcas, ( 
ro, Cocbabamba y La Paz, La Aué 
eia despachó faerzas para prender h 
tari. El capitán Manael AcnBa, al i 
te áe ina partida, lo consiguió; pero 
mo los inilioa pe precipitasen sobre él ; 
B«yos para saJTar á sa candilto, fueroi 
■aedíatamente mnertoB Cntari y «u st 
tario, acción que los TÍctimartos pag: 
á seguida con sus ridas (GRere- 9 
1781); 






Dámnso y Nicolás ■ 'atavi asumieron cí 
niíindo: rechíizaron A 4íis fuerzas del co* 
mandante Ignacio Floie?, ocuparon los 
pueblos de Pitantora, Quilaquila y Potó- 
lo, j cercaro» Chuquisaca con docu mil 
indios. 

Todo el vecindario se puso en amias, 
llegando al nümevo de cuatro mil los com- 
batientes, que atacaron en dos ocasiones ú 
los sitiadores, matándoles mas de qui- 
nientos indios. 

Kn esto, la Audiencia ofreció el premio 
de dos mil pesos por la cnhezu de cada 
nno de los Cataris. lios venales indios 
<le Pocoata entregaron preso ¡i Dámaso, 
que fué ajusticiado (Abril 7). Los indios 
de Aullabas movidos por el mismo incen- 
tivo hicieron lo propio con Nicolás que 
corrÍ3 idéntico fin (Mayo 7). 

SüCKSOS 1>K OliUHO; StíB.ASTJÁN PaGA- 
J)OR.r-Rntretíinto, Ims autoridades de Oru- 
ro, auienazadas por los indios de sus pro- 
vihcins, jiaiíían acuartelado trescientos 
hombres del pueblo para su resguardo. Es- 
tos, lejos de di^ponerse á la íiefensa, so al- 
borotaron á ia voz de Sebastián Pagador, 
mestizo popular é intrépido (|uo los exitó 
á la sublevación protestando contra las 
autoridades europeas (Febrero 10), Las 
autoridades tuvieron quo asilarse en una 



. 58 — 
lik pinza del R'3gac¡ 
3IILC uLiicitdn y luo^ 
ido tití ellu casi todc 
scapando npenaa el ■ 
idos á Oi-iiro lo» in 
iniientos, pioBÍ^nieri 
ción, qne no se cont 
irrejldoi' do Cootlab 
ilobüB logró batirlos 
le y Tapiicaií y peí 

KVACrÚN riK Julián 
Paz ^La siiblevaoi 
blit sido seguida en 
endiente de los inca 
iel Tupa,í-A.[narii, qi 
piones á aquél'os, li 
itadas por Julián A] 
de Ayouyo. 

tode (¡i'an cai-ácter ; 
in. ¿xplotniíilu liis 
aru, Be invistió del 
l'erún, tomó el noo 
se asesoró del meati 
Chiiqnimaniani, «lat 

5 un cronista, y dio 
a. (Marzo, 1781}.- 
k'.wiú., mil iiKlio.^d 



— 59 — 

ber ocupado Puno ooii ventajn, cercó La 
Paz, que la defendía el bngndier don Se- 
bastián de Seguróla. El asedio fué obs- 
tinado, encarnizado, con invasiones fre- 
cuentes á la ciudad, con incendios de ca- 
sas, matanzas y combates cuotidianos. La 
defensa, á su vez, era enérgica, desespe- 
rada y bien dirigida. Dos divisiones, la 
una de quinientos hombres mandada por 
G avino Quevedo y la otra de mil manda- 
da por Ayarza, y que habían partido de 
Oochabamba y Oruro en auxilio de La 
Paz, fueron batidas por los indios. Des- 
esperaba ya la ciudad con ciento nueve 
días de asedio, en que era presa, además, 
del hambre y de la peste y en que Tupaj- 
Oatari le había tomado cinco cañones y 
otros elementos, cuando una fuerza de dos 
mil hombres, mandada por la Audiencia 
y dirigida por el comandante Iguacio Flo- 
res, an-emetió á los indios y, rompiendo el 
cerco, se abrió paso á la ciudad (Julio 1.®) 
Este oportuno socorro reanimó el espí- 
ritu dé los sitiados; pero nuevas embesti- 
das de Tupaj-Oatari y nuevas ventajas 
por él alcanzadas, pusféranlos otra vez en 
situación apretada, y como cundiese la 
lesmoralización en la gente de Flores, és- 
i se vio precisado á retirarse á Oruro en 
lemanda de mayores refuerzos, con loque 



— i){) _ 

fetí restableció el cerco, que se prolongó 
por setenta y tres días más. 

Cerco de Sorata, — Entretanto la su- 
blevación de Tupaj-Amaru en el Cuzco se 
había extinguido, sufriendo este caudillo 
uuo de los suplicios más bárbaros de que 
hace mención la historia; y un pariente 
suyo, l)ie<{0 (Jristóval, se había retirado 
con el resto de sus tropas á las provincias 
de La Paz. En ellas reforzó su hueste, 
y con catorce mil hombres puso sitio á 
Soraia, que servía de refugio á los blan- 
cos y sus caudales. No pudiendo tomar 
la población por las armas, represó las 
aguas que caeii del lUampu, y rompiendo 
después el dique las precipitó sobre las 
trincheras. Jja inundación fué formida- 
ble; duró por el espacio de cinco días, ate- 
rrorizó á los habitantes que dejaron de 
atender á su defensa, y Tupaj-Amaru 
aprovechó del pánico para devastar el 
pueblo y hacer cerca de veinte rail vícti- 
mas. 

Fin del gran alzamiento; suplicio 
DE Tüpaj-Gatari. — El segundo cerco de 
La Paz lo sostenía una mujer famosa, la 
Bartohna Sisa, esposa ó concubina de Tu- 
paj-Catari, quien corrió muchas peripe- 
cias durante esta campaña. 

Con el ejemplo de í^orata, los sitiadores 



— 61 — 

represaron á su vez en Achachí-kala, el 
río Olinqui-apu, pero el dique reventó ano- 
tes de tiempo cargando con los trabajado- 
res. Sin embargo, la ifiundación fué im«- 
petuo&a, llegó á subir en partes á veinte 
varas, rebasando por los tres puentes de 
piedra que entonces tenia la ciudad y des- 
truyendo totalmente el de San Francisco 
y mnchas casas de la ribera (Octubre 12). 
Para bien de La Paz, pasados cinco días, 
llegó el teniente coronel don José Rese- 
guin con un ejército de siete mil hombres, 
después de haber derrotado ea Yaco á los 
caudillos Muyu-Puraea j Khespi, y puso 
en dispersión á los sitiíidores. 

Tupaj-Catari capturado por una traición 
ea Ohinchaya, fué llevado á Peñas, don- 
de lo sentenciaron á morir en la misma 
forma que Tupaj-Araaru: atado vivo por 
pies y manos á las cinchas de cuatro ca- 
ballos quo debían partir por direcciones 
opuestas, fué destrozado en medio de ho- 
nibles padecimientos ^Noviembre 5^. Su 
cabeza fué llevada á La Paz, y el tronco 
y miembros se colocaron en las entradas 
del alto de esta misma ciudad. 

Este fué el último episodio de la desr 
esperada guerra de razas, que ensangren- 
tó el suelo alto-peruano durante los anos 
1780 y 1781, y que costó más de cuaren- 



— üá — 

tn mil víotiuMiB á lo8 espaBoleB y un n 
mero mucho mayor á loe ioilioe. Otn> h 
bría aillo el resultHtlo de semejante co 
tienda, si los indiOB haoeD causa eomi 
con los criolloa, ai tratnn con menoa re 
cor á loa eapftÍDlea y ai íhtoohu los iol 
raffis de todos los amerícandf'; pero ni 
gueira con tul espíritu se iba prepuram 
en ol coraión de los hombres y ood el 
debía inaugiirarae el siglo XIX. 

■ OAPÍTÜLO IV 
li^es que tuvo España durante el c 
loniaje. — Política colonial. — Laut 
versidadde Chuquisaca. — Atto-fr 
ruanos notables. — División territ- 
rial. 

Beybb Que tuto EbpaSa durante 
COLONIAJE.— En los 291 nfioa que 
América fué coloaia de Bspaña, se suct 
dieron en ésta diez reyes, que fuere 
Carlos [ ó l<!mpcrador Carlos V de Alots 
nia, Felipe II, Felipe III. Felipe I 
Carlos II, Felipe V, Fernando VI, Car 
III, Carlos IV, José Bonaparte y Feí-nt 
do VII. Mientras gobernó José Boi 
parte, la legitima autoridad de l^spaña • 
taba representada por una corporaci 
que se llamó «Consejo de Regenciaü, q 



— 63 — 

estableció mi resiiteticiá en la islu de Leót) 
< Cádiz) y con la Cual se entendían todas 
las autoriíUuies coloniales^ 

Política colon i al. — La política de 
España no fué propicia ni protíreso y b¡e* 
nostar de sus colonias, Em prohibido to» 
do comercio con los extranjeros : no se po* 
día cultivar plantas que se cosechaban en 
la metrópoli: la gobi indiistria df'cldida^ 
mente fomentada era la minería: sólo los 
españoles ó los hijos de ellos podían ejer- 
cer cargos públicos: los correjidores te- 
nían el privilegio de vender mercaderías á 
los indios de sn jurisdicción; la instruc*' 
ción estaba limitada y desatendida, y eran 
considerables las gabelas que pesaban so> 
bre el pueblo, principalmente sobre los in- 
dígenas. Aparte de esto, las autoridades 
que venían de Españn más á especular 
que á' ejercer con probidad las funciones 
de 8n gobierno, hacían aún más odiosa la 
dominación déla península. No faltaron, 
sin embargo, honrosas exc* pelones, y pue- 
de decirse en justicia, que prescindiendo 
de las ideíis restrictivas con que los go- 
biernos (le España regían sus colonias, el 
sentimiento de estos lué benigno para los 
americanos. 

Al iniciarse la guerra de la independen- 
cia, el Alto-Perú qno había sido ol raa- 



— 64 — 

yor contribuyente de los tesoros reale?^ 
presentaba un grado inferior de prosperF- 
dad respecto de las demás colonias v po- 
día hacer el inventario más extenso de los 
sufrimientos de la esclayitrnt 

La Universidad de Chüqüisaca — 
f)e las pocas instituciones creadas por el 
gobierno colonial, merece citarse la Uni- 
versidad de Sau Francisco Javier de Ohu^ 
quisaca, el más renombrado eeiítro inte- 
lectual do ia Améiica á e»yas aulas acu- 
día la juventud dtesde Quito, Lima y Buenos 
Aires, 7 que le hizo merecer á Cbnquisaea 
el título de ía Atenas (americana. Fué 
fundada en 1623, y gozaba de lo» mismos 
honores y prerrogativas que la de Sala- 
manca. 

Alto-perüanos notables. — El Alto- 
Perú fué fecundo en pioducir hombres 
eminentes por su saber y sus virtudes. 

Entre los que brillaron pov sus conoci- 
mientos Kterarios, podemos citar al P. A7t^ 
knío de la Oálaneha, el ir.ás elegaR-te y 
discreto cronista de ¡«u siglo (1584/— 16*54), 
al erudito P. Germimo de Acebedo, y ád©n 
Ga»par de Escalona y Agüero, autor deí 
«Gazofihicío, e+.c»^(1647) célebre tratado 
feacendario y administrati o, tendido como 
autoridad para deslii;d.M' !& cuestiones 
¥[\xe se suscitalxvn. 



— bo — 

Tfirabién merecen paiticnlai nicnciÓD: 
fraj Bernardino de Cárdenaa^ vnrón de 
rara virtud, de 'quien se cuentan mnchoe* 
milagros, obispo célebre del Paraguay, i\v 
Santa Cruz y La Paz, y que alcanzó <lc 
la .Santa Sede la concesión para Aujórica 
tle poderso celebrar tres mirlas en el día de 
Difuntos; el can^Sniojo Alonso Corvera de 
Zúraie^ que introdujo la costumbre <le que 
en el día de Quasimodo se lleve el viáti- 
co á los enfermos, y fray Miguel de Aguí' 
rre, que gozó de valimiento en la corte 
de Felij^ IV y en Roma. 

A muchos otros más podríamos citar, 
como á d®n Modrigo de Orosco^ marqués de 
Mortara, que mandó en jefe el ejército es- 
pañol en el Rosellón, batiendo á los fran- 
ceses (1044), y qne lué virrey en las gue- 
rra» de Cataluña, debiéndose á él todas 
las ventajas que España pudo alcanzar 
en el tratado de los Pirineos, 

División tkriutoiiial. — Antes de ini- 
ciarse la guerra de la independencia, el 
Alto-Perú. se hallaba dividido por una or- 
denanza en cuatro provincias^ re<íidas por 
gobernadores-intendentes, á saber: Char- 
ca fi^ La Paz, Potosí y Sania Cruz. Kl 
gobernador intendente de Charcas, era á 
la vez presidente <le la Real Audiencia, 

5 



— Gil — 
Ijiia pioviucias estaban su bd i vi di das 
1 'irlidoK y gobarnndHS ^or subdelegados 
• L"* teiTÍtorioe lie M^i y Chiquiios 
¡lendí.tn inmediatHinente ile le Audienc 
el ilisirito de Cochabamba p^rtenecti 
SantA Cruz; el de Tarija ;i Potoef, y 
provincia de Lii Paa ao exlendía á 
partidos, hoy iienianon, de Lampa, Ofti 
baya j Azángaro: {Ordenanza de Edi 
28 de 1782). 



QUINTA ÉPOCA 



Guerra de la independencia 

CAPÍTULO I 

Antecedentes. — Insurrección de Chu- 
qu'saca, — Pronunciamiento de La 
Paz, — 'Los Protomártires, 

Antecedentes. — La España que ha- 
bía maDÍfestado ña nc» mente sus KÍmpa- 
tías por la causa de la emancipución nor- 
te-americana, presintió que sus colonias 
seguirían muy pronto el ejemplo de las 
inglesas; pero cuando se apercibió del pe- 
ligro, se bailaba envuelta en la anarquía, 
su territorio se encontraba ocupado por 
los ejércitos de Napoleón, y los partitlos 
creados por esta sibuación sólo pretendían 
bascar la adheniou de América para sus 
particulares iutereires. 

Un bajo-peruano, tan intrigante como 
pérfido, don José Manuel de Goyeneclie, 
se prestó á servir de agente de todos ellos; 
y triplemente inteligenciado con los lu- 
gartenientes de Napoleón, con la Junta de 
iSevilIa y con la infanta doña Carlota del 
Brazil, insinuó en Chuquisaca las preten- 
clones de doña Carlota. 



LvsUliREOCl'JW DK OHUQÜISA.CA.— Los 

trabajos de Goyeneohe ocaáionaron un 
desacuerdo entre las autoridades. El piie-. 
blo se puso del lado de la Audienciü, con-, 
traria á aquella propaganda que el Presi-. 
dente Pizarro parecía aceptar, y se tumul- 
tuó apresando al presidente (Mayo 25 do 
1809). 

Este movimiento en que jugaron un 
simpático papel los hermanos Zudañez, 
tlió majgen á que algunos honabres de 
Cluiquisaca, de corazón fuerte é ideas 
avanzadas, lo tornasen en preludio de una 
revolución; y al impulso de esta mira se 
desparramaron poi el virreynato á propa- 
gar como apjstoles la buena nueva, el 
principio de libertad, que habían llegado á 
amar al absorver los efluvios de la filoso-» 
fía y de la revolución francesas. Mout 
teagudo fué á Potosí, Alaérreca y Pulido 
á Cochabamba, Miohel y Mercado á La 
Paz y Moreno á Buenos Aires. 

Pronunciamiento de La Paz.^-B1 
pueblo de La Paz se manifestó antesi de 
los sesenta días, ejecutando una revolu- 
ción popular, definida y resuelta, El día 
1 G :ie Julio asaltó el cuartel de veteranos, 
prendió á sus oficiales, pidió en seguida 
cabildo abierto, depuso en él al goberna- 
dor Dávila, al obispo La Santa y otras au- 



— 69 -- 

coridades, hizo elección de nuevos cargos, 
ubolió las deudas físeales, quemó en la 
plaza los documentos que las acreditaban, 
y creó, días después, una junfa de gobier^ 
no, llamada Tuitiva^ presidida por don Pe- 
idro Domingo Murillo, quien fué reconoci- 
do, á la vez, como jefe de armas. A po- 
co se disolvió la junta para dar más ner- 
vio y rapidez á la acción militar. 

Esta revolución de grandísima trascen- 
<lencia, primer grito de emancipación lan^ 
izado en el continente, promoviéronla unos 
pocos varones, audaces y exaltados, entre 
Cosque descollaban, MnriHo, popular y 
enérgico, y los Lanzas (Gregorio y Victo- 
rio), las cabezas más sólidamente imbuidas 
en los principios de ia libertad. 

Los Protomírtires. — El virrey del 
Perú, temeroso de que la chispa revolu- 
cionaria cundiese en sus dominios, se apre- 
suró á sofocar el movimiento de La Paz, 
destacando con este fin, un ejército de 
cinco mil hombres al mando de Goy ene- 
che. Murillo se preparó á la resistencia 
con oehoeientos patriotas. 

En esto se dejaron sentir los trabajos 
reaccionarios de los realistas hábilmente 
fomentados por Goyencche, lo que obligó 
á Murillo á hacer salir sus tropav« á las al- 
turas de Chacaltaya, no quedando él sino 



— 70 — 
«ou dos Gompa&ias. Pero ka rt 
talló con estas, encabezada por doa J 
Pedro de Indabura, segando jefe del 
tallón de milicias, quien apresó & Uu 
j alzó cinco horcas para loe revolnoii 
ríos, alcanzando á colgar en una de ( 
á don Pedro BodrSguez (Octobra 
Anotioiadaa de este suceso las tn 
acampadas en Cbacaltaya, descendier< 
la ciudad sin péidida de tiempo, tonu 
BUS trincheras en «nya ¿efensa murió 
dabiiru, ool¡{aroa el cadáver de éste e 
misma horca que airnó á Rodií^nez, 
tablecieron el onlen da cosas j tornan 
ea campamento juntamente con Muri 
Diez dias después, ot ejército de Goyi 
che acometió á ias fuerzas patriotas f 
destrozó en breve tiempo ("Octubre 1 
El jefb realista entró vencedor ea 
Paz. 

Los dispersos do Obacaltaya, cond 
dos por Victoi'io Lanza y el gallego ( 
tro, se retiraron á Ynogas. l'na fu 
división destacada por Goyeneche al u 
do (le don Domingo Triatán, los derroh 
Irupana (Noviembre 11). Lanza y ( 
tro, que cayeron en manos del rencei 
pagaron con sus cabezas su amor á li 
berlad . 

Las partidas realistas pi'endieron á 



|>i*nit;i pales cabecillas de la revolucióu^ y 
el 29 de Knero de 1810, sufrieron la últi* 
tna pena Pedro Domingo Muriilo, Basilio 
Oatacora, Buenaventura Bueno^ Melchor 
Jiménez, Mariano Graneros^ Juan Anto* 
nio Figuei'oa, Apolinar Jaén, Gregorio 
Lanza y Juan Bautista Sagárnngü, cuyas 
memorias han pasado á la posteridad con 
el glorioso ditstado de los « Protomártires 
de la independencias^ 

Murillo al subir á la horca, se irguió 
«con arrogancia y exclamo, dirigiéndose al 
pueblo, que lo contemplaba conmovido: 
«la tea que dqjo encendida, nadie la po- 
dm apagara . 

Reto y profesia á la vez estas palabra?, 
tnvieron.su resonancia en el corazón de 
los americanos, y antes de cuatro meses, 
Buenos Aires, la capital del virreynato, de- 
nocó la autoridad real y envió su primer 
ejército auxiliar para la libertad de lt>8 al- 
to-peruanos (Mayo 25). 

CAPÍTULO II 

Revolución de Cochabamba; victoria 
de Aroma, -^--Primer ejército auoci- 
liar argentino, — Las hordas de Pu- 
ma-Khahua, 

Revolución de Cochabamba; victo^ 



— :2 — 

íiÍÁ DE Abomí* — Kn Ifi revolueÍDff de 
Buenos Aires habían tomado parte princi- 
pal muchos personajes alto-peraanos, eo- 
chabambinos y cbiiquisaqueños los niáp, 
á cujos influjos se debió que sir junta gu-» 
l)ernativa atendiese de preferencia la cau- 
sa de la libertad en el Aíto-Perü. 

Cochabamba se apresuró a secundar el 
naovimiento <?e Buenos Aires, reconocien- 
do la autoridad de aquella capital y ar- 
mando numerosas o;uerrillas (Septiembre 
14 de 1810). Presidieron esa revolución 
don Francisco del Rivero, don Esteban 
Arze y don Melchor Guzmán Quiíón, ayu- 
dados de la fogosa palabra del sacerdote 
tribuno don Juan Bautista Oquendo. 

Pocos días después se sublevó el pue- 
blo de Oí uro encabezado por don Tomás 
Barrón con miras idénticns á las de los 
patriotas cochabambinos. 

Don Esteban Arze, con la fuerza que 
pudo organizar en Cochabamba, se dirigió 
á Oruro; allí engrosó sus filas y luego 
abrió campaña sobre La Paz. El gober- 
nador Ramírez destacó contra él una di- 
visión al mando de don Fermín Piérola. 
Cuando las dos fuerzas se avistaron en 
los llanos de Aroma, Arze proclamó á sus 
soldados: «Valerosos cochabambinos, á 
vuestras makanas el enemigo tiembla» ; y 



(** 



3 



esos bravos gueirilltíro.«, armados en sti 
mayor parte de palo» ó makanas^ ai rolla- 
ron á la tropa realista y la destrozaron 
completamente (Noviembre 14). 

Pkimrh ejékcito auxiliar argenti- 
no. — ^Kntre tanto el ejército de Buenos 
Aires, que venía al mando de ,C»Btell¡, 
Balea rce y Oiaz Velez, había obtenido 
una victoria en Suipacha contra las fuer- 
zas que le opuso el presidente de la Au- 
diencia don V^icente Nieto (Novic^mbre 7). 

Kste triunfo ocasionó el levantamiento 
de] pueblo potosino q^ie redujo á prisión 
á 8U «gobernador Paula iSanz [Noviembre 
10.1 

CasteUi, usando de represalias, respon- 
dió á las crueldades con que Goyenecbe 
quiso reprimir el pronunciamiento de íja 
Paz, haciendo fusilar á Nieto, Sanz, Cer- 
do va y otros; avanzó en triunfo hasta La 
l*az, y «campó en seguida en Hu«qui. 
Potosí le había dado cuantiosos donati- 
vos, bochaban, ba le envió una división de 
caballería fuerte de dos milhombres, y en 
Jja Í*az se le había plegado gran número 
de patriotas. Lejos de utilizar estos ele- 
mentos, se entretuvo en entablar negocia- 
ciones con él virrey del Perú, A basca I, in- 
vitáuílole á soluciones pacíficas, que el 
virrey no podía acoptnr, y concluyó por 



— r4 — 

pmponerle un armisticio. El virley que 
había asumido el mflndo del Alto- Perú, 
declarando que dios auiericanos habiati 
nacido para ser esclavos», y que hsibía si* 
tnado un ejército de más de «cia mil hom- 
bres en la margen derecha del Desagua* 
dero, á óidenes de Ooyeneche, aceptó el 
armisticio, de que aprovechó pérfidamen* 
te Goy encelle, pues antes del vencimiento 
del plazo estipulado, rompió con la fé del 
pacto, sorprendió al ejército d« Castelli y 
lo destrozó (Junio 20 ile 1811;. 

Sólo Dia¿ Veloz pudo rehacer una di- 
visión de ochocientos hombres, con la que - 
se dirigió á l*oto.sí y después á Uochabum* 
ha, adonde el patriota Rivero había logra- 
do conducir los restos desU caballería dis* 
persa da en Huaqui. Pero sobre esfas fuer* 
zas cayó otra vez (íoyeneche en las llanu* 
ras de Sipesipe, alcanzando un nuevo 
triunfo (Agosto 15). 

Díaz Velez se vio precisado á retirarse 
al sud en pos de nuevos elementos; y Go* 
yeneche fué en su persecución. Por dos 
ocasiones alorunas escaramusas del animo- 
80 Diaz Velez obtuvieron ventajas signi- 
ficativas sobre las fuerzas del jefe realis- 
ta; pero en Suipacha, la suerte se le de- 
claró ocia vez adversa y fué derrotado de- 
finitivamente ("Enero 12 de 1812^. 



^ 






— 75 — 

Laís HOUl)AS DE PuMA-KHAHLrA. — No 

satisfecho el virrey ilel Perú con los es- 
tragos que causaban i«s fuerzas de (jove- 
neche, lanzó una liunla de cuatro mil in- 
dios sobre Omasoyos, Sicasica y Caran- 
gad, acaudillados por Mateo Puma-Kha- 
hua y ei cacique de (Chincheros, Choque- 
huanca, los que salieron del Cuzco causan- 
do toda suerte de horroies y poniendo sitio 
á La Paz, en la que se reprodujeron las 
escenas del asedio de 1781. 

CAPÍTULO III 

Nueva sublevación de Cochabamba. — 
Segundo ejército auxiliar argenti- 
no,- — Saqueo de Cochabamba, — Ba- 
tallas de Villcapujio, At/uma y la 
Florida, 

Nueva sübllyación dk Cochabam- 
ba. — Apenas Goyeneche dejó Cochabam- 
ba para ir en seguimiento de Diaz Velez, 
ocupó la ciudad don Esteban Arze á la 
cabeza de una fuerza organizada en los 
valles de Cüza. Rl pueblo se le plegó y 
organizó una junta de gobierno presidida 
por don Mariano Antezana (líoviembro 
1811) 

J^il infatigable Arze se dirigió entonces 



— 70 — 

60Í>re Orurj con tres mil homlnes, do lion- 
de fué rechaziiílo por la guarnición qno 
inandulja González de Socasa. Kn so 1*6- 
tirada topó cerc.t de Huamtni con una 
compañía de granaderos del Cuzco, <le la 
que no escaparon con vida sino dos tam- 
bores. Luego se ple<i:ó á utia división pa- 
triota organizada en Mizque con ánimo de 
atacar Chuquisaca, pero las fuei*za8 de es- 
ta ciuda;i desbarataron las suyas en Hua- 
lUpaya. 
' Segundo ejbkcito auxilia» argbn- 

TINO. — Los desastres sufiidos por el pri- 
mor ejército auxiliar desalentaron á la 
Junta do Gobierno de Buenos Aires; mas, 
como necesitaba resguardar sus fronteras 
organizó un nuevo ejército á órdenes del 
general don Manuel Belgrano, pero con 
la instrucción de no pasar a las provin- 
cias del Alto- Perú. 

Goyoneche destacó contra los argenti- 
nos una división de tres mil hombres al 
mande del general Pío Tristán, reserván- 
dose él cuatro mil hombres para expedi- 
cionar sobro Cochabamba. 

El ejército de Tristán experimentó des- 
do tin principio fuertes reveses. Su van- 
guardia de quinientos hombres fué batida 
por la de Belgrano que comandaba el es- 
forzado Díaz Velez, en el Rio de las Pie- 




i i 



citas. Luego, el grueso mismo de sus tro- 
ptia fué arrollado en el l'iÁCHmán^ quedan- 
do mil hombres fuera de «embate (Sep- 
tiembre 24 de 1-812). Pudo restaurar su 
descalabro con las tropas tie refresco que 
recibió de Goyeneche; mas, en la Tabla' 
da ds Salta, sufrió de nuevo una derrota, 
en esta ocasión cabal y completa (Febre- 
ro 17 de 181 B). Tristán firmó una oapi- 
tiibroión con Belgrano, estipulando que se 
retiraría con todos los honores de la gue- 
rra y quü uo volverían él ni sus tropas á 
tomar las armas, pacto que fué violado á 
pretexto de que los convenios con los in- 
suijéntes no eran obligatorios. 

SAtjUKO DE OocHABAMBA. — Goyeneche 
que supo en Potosí los primeros descala- 
bros de Tristán, apresuró su campaña so- 
bre Oochabamba, proclamando á 6us sol- 
dados «que los hacía dueños de vidas y 
hHciendasi> é incendiando á su paso los 
pueblos de Quirquiavi y Sacaca. 

Oochabamba no contaba sino con qui- 
nientos hombres mal armados de entre ios 
icaafro rail de que constaban sus tropas. 
Con ^tas se situó Arze en las alturas de 
Pocona.^ y en el punto del Queñual libró 
combate con un éxito adverso á la can«a 
de la independencia (Mayo 22). 

£1 ejército de Goyeneche penetró venr 



— 78 — 

cedor en la ciudad^ j estimulado por su 
jefe, aprovechó de un pequeño desorden 
promovido por la plebe, para desbandarse 
y saquear las casas, cometiendo asesina- 
tOí< y otros crímenes por el espacio de tres 
dias (Mayo 27), Al cabo de estos se es- 
tableció un tribunal militar para castigar 
á los patriotas. £1 gobernador Antezaua, 
y con él un gran número de personas dis- 
tinguidas^ murieron en manos del verdu- 
go- 

Después de dejar entregada Ooohabam- 

ba al poder discrecional de los feroces 
Lombera é Imas, ]*econcentró Goyenecbe 
sus fuerzas en Oruro^ desde donde obtuvo 
su retiro del servicio y su reemplazo con 
el general Joaquín Pezuela. 

Batallas de Villcapüj.o, Ayüma y 
LA Florida. — El ejército auxiliar argen- 
tino estimulado con sus victorias y refor- 
zado con las numerosas adhesiones de vo- 
luntarios alto-peruanos, avanzó sobre Po- 
tosí y siguió después con dirección á Oru- 
ro. 

Pezuela le salió al encuentro con el ejér- 
cito que había concentrado su antecesor, 
más un batallón del Real de Lima y diez 
cañones que trajo consigo. 

Ambos ejércitos se afrontaron en VtU 
capujio. Las fuerzas de Belgrano arre 



— 79 — 

liaron succesivamente la izquierda y el 
centro del enemigo, poniendo en fuga á la 
reserva y con ella al mismo Pezuela^ quien 
escapó hasta Condo^ distante cuatro le- 
onas. Parecía completo el triunfo, cuan- 
do apareció por retaguardia del ejército 
patriota un escuadrón de caballería rcalis'- 
ta, mandado por el jefe salteüo Saturnino 
Castro, qne lo puso en gran desconcierto, 
obligándolo á retirarse desastrosamente 
(Octubre 1.^ de 1813). Quedaron en el 
campo novecientos cadáveres y dos mil 
heridos. 

Belgi'ano y Diaz Velez pudieron reunir 
gran parte de los dispersos ; recibieron ade» 
más dos escuadrones de Vallegrande y 
otros contingentes de Ohuquisaca, Potosí 
y Cochabamba, y tentaron otra vez la 
suerte en el cantpo de Ayuma, la que les 
fué nuevamente adversa [Noviembre 14 
de 1818]. 

Don Juan Antonio Alvarez de Arena- 
les, recogiendo los restos de los vencidOvS 
en Ayuma, se hizo fuerte en Vallegrande. 
Fezuela envió contra él al coronel Manuel 
Joaquín Blanco con una división . Des- 
pués de algunas felices-escararausas cayó 
Arenales sobre Blanco en loe campos de 
Florida, y una victoria espléndida co- 
no sus esfuerzos [Mayo 12 de 1814]. 



Pero estQ reaaltHdo no aloanftó ik recous- 
tttttir el ejército auxiliar, que estaba des- 
hecho* 

CAPÍTULO ÍV 

La ff tierra de loa guerrillei^os, — Acon- 
tecimientos^ de La Paz. — Tet^cer ejár^ 
cito auanliar argentino. 

La GUBKRA DK los GüERRIfií.RROH.rr- 

GatretaiHo, la idea levoluoionarja se iia« 
bía hecho fuerte en el corazón de lo^.alí'q*' 
per,aano9, á quienes no. habían podido aco^ 
bardar los martirios ni desalentar lud der 
rrotas. En la diñcultad de oi^ganizar. 
ejórcit«^9 habían formado valientes parti- 
das de guerrilleros, sin otro destino quc: el 
de hostigar al enemigo por todos los me- 
dios, arrostrando las más. peligrosas aven- 
turas. 

El coronel don José Miguel Larissa enar- 
boló en las quebradas de Ayopaya é In- 
quisiyi al estandarte de la independencia. 
Otro tanto hicieron don Ramón Rojas e» 
Tárija, don José Vicente Oaraargo en Cin- 
t¡, don Manuel Ascencio Padilla en l(k 
Laguna, don Isrnacio Warnes en Santa 
Cruz, y Zarate y Betanzos en Porco, 

Alarmado con esta actitud PezueLí 



— 81 

qtte se encontraba en Salta, movió su cam* 
po BÍtuáiídolo en Siiipacba, y envió des* 
tacamentos sobre Tarija y Cínti, los que 
fueron destruiíloH por los paliiotas Rojas 
Jr ''amargo. 

Este contratiempo y la aproximación de 
un tercer ejército auxiliar argentino, de- 
terminaron á Pezuela á reconcentrar en 
Oruro sus fuerzas de Potosí, Chuquisaca 
y Cochabamba, lo que sirvió p«ra que los 
<j;uen illeros acometiesen con más vigor sus 
hostilidades: Lanza ocupó Obayanta^ Ca^ 
margo se apoderó (1^1 pueblo :le San Pe- 
dro, Arenales tomó (^oebabamba, Zarate 
y Betauzos invadieron Potosí, y Waines 
informado de que los restos de la división 
Blanco derrotada en la Florida, se babían 
n^plegado á Chiquitos, marchó sobre ellos 
V los batió en Sania Bárbara (Noviembre 
27 de 1815;. 

Acontecimientos de í.a Paz,— Por 

aquél entonces la revolución había pene- 
trado por fin en el Bajo-* Perú, y aquel Ma- 
teo Puma-khahua que devastó con sus 
liordas las provincias alto-peruanas, lutbía 
invocado la causa de la libertad en el Cuz* 
co y desprendido sobre La Paz una divi- 
sión al mando del coronel Mariano Pine- 
lo, que tenía por consultor al célebre cu* 

6 



— 82 — 

Va tuoiiiimno don Ildefonso Muñetiai^. 
Despuéá d« batir la guarnición realista 
del De8agua<!ero, Finólo atacó Ia8 trin-» 
cheras do la cindad, defendidas por el go^ 
l)ernador niarqnéa de Valde- Hoyos, y en» 
tro en la plaza> haciendo prisioneros al 
marqués, á varios jefes y oñciales y como 
ochenta vecinos (Septiembre 24 de 1814). 
Valde*' Hoyos, en previsión de Una de-* 
rrota, había minado con varios büi riles de 
p<)lvora el edificio de las Oajas, donde la 
casualidad hizo que fuera encerrado él con 
parto de sus compañeros. Prendida co*» 
mo se hallaba la mecha, tuvo tiempo do 
advertir el peligro á los vencedores, los 
que la cortaron, transportando luego los 
barriles al cuartel, l'n accidente impre* 
visto iutiamü allí la pólvora, y se produjo 
la explosión, quo sepultó bajo los escom* 
bros dül ediíicio á la tropa y otros pre- 
sos que en él hab:B (^Septiembre 28/ 
Tal siniestro atrajo al pueblo á la plaza, 

y una voz clamó: «¡traición. » 

mina de los realistas!» El pueblo infla- 
mado de furor y presa del vértigo no oyó 
mást se precipitó á la prisión de Valde- 
lloyoS) a quien lo sacrificó con crueldad, y 
se arrojó después por calles y casas ha- 
ciendo una horrible man tanza de realistas. 
Este espantoso desborde popular s»óIo se 



^ 



— ^'¿ — 

contuvo á la noticia de la aproximación do 
fuerzas coatrarias. Temiendo á éstas, se 
retiró Pinelo al Desaguadero para engro- 
sar sus tropas con las milicias de Tuno, y 
volvió sobre íiii Va/., En las inmediacio- 
ues de Chacaltaya fué batid® por la divi- 
sión de Ramírez que iba á debelar la re- 
volución del Cuzco (Noviembre 2 de 
1814). Ramírez entró en la ciudad, don- 
de ejerció toda suerte de retaliaciones por 
los sucesos del 28 de .septiembre. 

No satisfecbo con ellas, dos años des- 
pués, el general Pezuela, cuando ascendió 
á virrey, comisionó al coronel Mariano 
Ricafort el castigo ejemplar de La Paz. 
Bicafort, á la cabeza de tre» batallones 
ejecutó la onlen con indecible rigor. Al 
llegar á la ciudad dijo: a: No lie de dejar 
en La Paz más tesoros que lágrimas». Fu- 
siló por la espalda á veintiún presos, im- 
puso una contribución de setecientos mil 
pesos, hizo flajelar y pasear desnudos á uu 
gran número de patriotas, sin exceptuar 
de estas afrentas á las señoras, y empleó 
en estas bárbaras crueldades parte del mes 
de Noviembre y todo el mes de Diciembre 

de 1816. 

Tercer ejército auxiliar argenti- 
no. — El tercer ejército auxiliar vino á ór-» 
denes del general José Rondeau, y halló 



•— 84 — 

franco el paso hasta Potosí, merced á la 
actitud de los ¡guerrilleros. Habiendo si- 
do batida su vangnnrdia en Ventaime- 
din (Octubre 20 de 1815), se retiró á Co- 
chabainba. Tenia á la sazón seis mil hom- 
bres. Pezuela que contaba con un nú- 
mero inferior, le siguió hasta los llanos de 
Viloma^ donde ambos ejércitos se fueron á 
laH manos. La batalla fué reñida, j las 
ti-opas de Rondeau cedieron e! campo, per- 
diendo más de mil quinientos hombres en- 
tre tl uertos j heridos j como u iros ocho- 
cientos prisioneros, en tanto que Pezuela 
sólo tuvo cien muertos (noviembre 29 de 
1815). 

Destruido este tercer ejército que por sus 
extorsiones dejó en el pais odiosísimos re- 
cuerdos, como los había dejado el primer 
ejército auxiliar, Pezuela se instaló en üo- 
chabamba, ejerciendo todo el rigor de su 
zana sobre los vencidos: estableció tribu- 
nales de purificación que enviaron muchas 
YÍctimas al patíbulo, impuso contribucio- 
nes de guerra, decretó confiscaciones y eje- 
cutó otros desafueros y violencias con que 
colmó la exacerbación de los patriotas. 
Desde entonces, <cla guerra tomó el aspec- 
to de una explosión; pintarla en sus deta- 
lles, dice un historia<lor, sería contar y fi- 
jar en su dirección los proyectiles que 



1 



J 



~ 85 — 

aiTastia uu su violencia la erupción de un 
▼olcfo». 

CAPÍTULO V 

Xjiis guerrillas de Padilla. — Las gue- 
rtUtaa de Lanza. — Las guerrillas de 
Wames.'-^Otras guerril¿a»¿--^DiptA- 
todos alto-peruanos en el congreso 
del Tucumán, 

Las GUBRRILLAS DB PADILLA.«»PadÍ- 

Ua, el caudillo de la Laguna, asaltó la 
^aYnictón de Presto (Eiiero 14 de 1816) 
y atacó gloriosamente la guarnición de 
Chuquisaca por dos días ( Febrero I O y 
11). El presidente de la Audiencia gene- 
rtkl Tacón, ganoso de destrocarlo, lo per- 
siguió en Yamparaez con ochocientos hom- 
bre. El guerrillero se le hizo impalpa- 
ble»» Tacón hubo de contentarse con in- 
cendiar algunas poblaciones, pas&r á de- 
güello á gran número de personas y tor- 
niaV á Cbiiqnisaca llevando por trofeos las 
eabe^as ensangrentadas de nifíos y muje- 
res «n la punta de lae bayonetas (Abril 
20). 

^ Hubiendo resultado Padilla en la Ln- 
g*jna, fueron en su persecución dos bata- 
llones con el coronel La Hera. Agotadas 



— 86 — 

las municiones en los numerosos encuen- 
tros que tuvieron con las guerrillas, volvió 
en su demanda á Ohuquisaca uno de los 
batallones, el «Verdes». En el camino faé 
acometido por el guerrillero Ildefongo Ca- 
rrillo, y de los ochocientos soldados de quQ 
constaba el batallón, sólo salvó uno, para 
contar la historia de su desventura (Mar- 
zo 12 de 1816). 

Poco después Padilla cayó sobre la ciu- 
dad (Mayo 28) y la sitió hasta fines de 
Junio . 

Por ese tiempo, el general Ramírez que 
había reemplazado á Pezueia en el mando 
del ejército, organizó diversos destaca- 
mentos contra todos los guerrilleros, enco- 
mendando á las guarniciones de Ohuqui- 
saca y Yallegrande el ataque á Padilla. 
fiSbas dos fuerzas, comandadas respecti« 
vamenbe por Tacón y por don Francisco 
Javier Aguilera, se reunieron en la Lagu- 
na, donde Aguilera asumió el mando. 

El 14 de Septiembre fué inevitable la 
batalla en el Villar. De ambas partes lu- 
charon con furor. Pasaba ya de mil el 
número de víctimas, sin que nadie cediera 
et campo, cuando Padilla cayó en tierra de 
un sablazo de Aguilera. Este hecho de% 
tei minó la derrota de los patriotas. l)o^ 
ña Juana Azurduy, esposa de Padilla, que 



1 



8*- 



i 



Se habia batido heroicamente y sacado dos 
heridas, 8c dirigió' con los restos de la gue* 
i-rilla al valle de Segul-a» Allí con Jacin- 
to Cueto, Agustín Ravelb y Esteban Fer- 
nandez, reorganizó su ftierza y sostuvo 
otra vez la gloriosa ca inpaña. 

Las guerrillas de Lan¿á.— -Lanza, el 
caudillo de Ajopaya, fatigó sin tregua á 
las expediciones que fueron contra él, man- 
dadas por Benavente y Lezama. El ge* 
neral Ramírez combinó Un ataque simul- 
táneo con las guarniciones de Üocbabám* 
bn, La VfíZ, Sicasica y Oruro; pero los 
guerrilleros, inferiores en número y en ar- 
mas, rehuyeron toda batalla. Comandaba 
las tropas realistas el coronel José Abe- 
leira, y se retiraba ya á Oruro, convenci- 
tlo de que la giieiTilla no le haría frente 
jamás, cuando cayó sobre él don José Ma- 
nuel Chinchilla, segundo de Lanza, en 
Charapaya, y le mató más de trescientos 
hombres de setecientos que tenía. 

Las GUERRILLAS DE WaRNES. — Agui- 
lera el vencedor de Padilla, marchó á San- 
ta Cruz á la cabeza de mil seiscientos 
hombres, á batir á Warnes. Las dos fuer- 
íeas chocaron en el Pari [Noviembre 22 
de 1816]. Warnes al entrar en eombate 
proclamó á su tropa: «¡soldados, á ven- 
cer Ó morir con gloria!» Después de una 



luoba eepantoaa que duró aeÍB h 
que loB eoldtidoe de uoo y otro pa 
apiiñaieaban individualmente com 
duelo aÍDgular, Waroes ca/ó trai 
por una bajouetH, con lo qiie «ir 
derrota de loe patñotaa, I>e tre 
que sBcendían tos combutienitS, 
ochocientos quedaron en el ca 
Aguilera entró en la oínilad aolo c 
cientos. Este jefe sanguinario 
«jecutar □ovccienttis personiiede I(h 
seio y condición, Üon todo. I» I 
de la libertad volvió á flamear en 
dillera, sostenida por el valeroeodc 
Manuel Mercado. 

Otras qügrbillab. — Pamnrgo, 
dillo de Ciuti, derrotó eu el rio 
Juau al corunel Alvares [Gnero 
1816]; pero ttaictonado dcspiiÚB, e 
manos del comandnnte Centeno, q 
uortó personalmente la cabezii [Á 
Centeno sacrificó en seguida cerca 
vecienlos patriotas, y saqueó 6 ii 
muchas bnciciidas. 

Rojas, el caudillo de Tari ja, fué 
y muerto por el general OlafietA; 
succedió con ventaja eu sobrino i 
Rojas. 

El cura Muñecas, asesor de Pií 
había retirado al partido de l,:tiecfi 



— 89 — 

iíoscientos hombres, después de la derrotrt 
de Cbaealtayn. Allí, usooiado de don 
Juan Orisóátomo Hlsquível, man tenia en 
pié la causa de la independencia. El co-» 
ronel Aveleira le sorprendió así como á 
varios de sus compañeros; Esquivel y otros 
fueron inmediatamente fusilados; el cura 
Muñecas, remitido á Lima, fué asesinado 
cerca del Desagnadero* 

Bu todas partes, en los villorios como 
en las ciudades del Alto- Perú, la bandera 
de la independencia, flameando un dia^ 
abatida otro, babía hecno brotar héroes y 
mártires. 

Diputados alto-peruanos en el con- 
greso DE TüCüMÁN. — Las provincias del 
Rio de la Plata se reunieton en Congreso 
en Tucumán, á efecto de pioclnmar su in- 
dependencia, emancipándose de la me- 
trópoli; y fueron invitadas á concurrir á 
dicha asamblea las provincias del Alto- 
Perú. Muchas de estas pud'eron enviar 
sus diputados, quienes desempeñaron hon- 
rosamente 8u cometido, como don f*edro 
Carrasco, representante por Cochahamba, 
que llegó á presid r las sesiones del Con- 
greso, y 'don José Mariano Serrano, le- 
presentantc por Chuquisaca, que en su 
<í}ilidad de secretario, redactó el acta de la 
iudependencin argentina (Julio 9 do IBIO;. 



— 9<) — 

Los leListilojí mIlü peiuanoH, iiiaiiri-niíin 
pues en líi política 5irp;ent¡iiíi, ios prestí* 
fíios é influencias de la célebre un i ver^itiad 
lie Chuquisac»; y llevados de un fantásti- 
co propósito, la reconstitución del imperio 
de los incjís mediante utia vasta coníede- 
fación, tenían establecida en los centros 
principnles <lel Río de la Pl.itM cotí vastas 
ramificaciones en el Alt©-I*eiü, ht logia de 
los Hiiankes (hermanos), con una organi* 
zación análoo;a á la de Lniilaro creada por 
San Martin. 

caí ÍTílí.O VI 

Política de L'i Serna. — Cuarto ejrr' 
cito auxiliar argentino, — Suceso.^ 
del ¡Jajo-lWú. — Actitud del AUo* 
Perü.-^ Expedición del General 
Santa Cruz, 

Política dh La Skhna.— LI treneí'íil 
don José de I^a 8erna reemplazó al gene- 
tal Ramírez en el comando del ejército es- 
pañol. Hombre de sentimientos, qae en 
la península había luchado coutia Napo- 
león por las mismas causas que los alto- 
peruanos Incliaban contra la península, 
quedó consternado al contemplar la de- 
vastación que habían causado el fuego y 



r 



— 91 — 

et hierro de la gut'vra vu la?» provinciae 
del Alto- Perú. Quiso establecer una po-» 
lítica templada y cireuuspecta, restauran- 
do ios fueros de la humanidad, para apa- 
ci<iuar los ánimos; pero era ya tarde. Tan-- 
to estrago como habían causado sus pre- 
decesores, traía tan exacerbados á los 
anaigos de la libertad, que su cólera so- 
lo podia templarse con las brisas de la vic- 
toria. 

Avanzó hasta Salta, desatendiendo el 
Alto- Perú, por combatir el orden de co- 
sas establecido en Us provincias argenti- 
nas, y perdió cuatro mil hombres sin dar 
lina batalla. 

Bste y otros contratiempos y la aiiima- 
dad versión que contra él manifestaban el 
virrey y sus íntimos, le inchijeron á renun- 
ciar el mando, que lo asumió otra vez el 
general Ramírez. 

Cuarto ejército auxiliar argünti- 

NO. — Mientras que La Senna malograba 
su ejército en Salta, el gobierno argentino 
preparó una cuarta expedición al Alto- 
Perú Sólo avanzaron quinientos drago-? 
nes y alguna artillería al mando del te- 
niente coronel La Madrid, que inició su 
campaña con felices escaramusas. En 
Tolomosa batió un destacamento que man- 
daba el capitán Andrés Santa Cruz, más 



— 'J'¿ ~ 

tarde presidente de Etolivi 
prisioiiKro (Mayo 4 de 18 
eibió el refiierío de mil gi 
rriltns do Ariléa, Ujiondo 
dio H TnriJH, y cogió pris 
ih'ón López en Totacoa ( i 
delante de (Jhiiquisuca, e 
certiulo para tomar la pía 
la pi'eciBÍÓQ de levantar 
nar á sua provincias poco 
rrotailo. Bn Sopaehuy l€ 
guardia realista que come 
dier O'Relli, y le hizo trai 
{Julio 14). 

Sucesos del Bajo-Pb 
se liabían preparado acoi 
graves en la costa del Pa 
neral Ram{rez despreoc 
guerritlíiB, pi-efirió ir en a 
l'erü, piÁximo á ser invail 
cito patriota ehileno-argei 
dó en el á.lto-PerÚ, una 
general UleBeta nombradi 

El ejército chileno-ai^' 
del general San Martín, 
libertar á Ohila, desemba 
rjseiiiidra capturó en el Ce 
barcos de España, y aque 
ral entró en la ciudad de 
rrej abandonó paia toma: 



r 



— 93 — 

sierra, y proclamó la iadependencia del 
Bajo-Perú ('Julio 28 de 182 1;. 

Antes de la eyacuaeión de Lima por el 
ejército realista, un pronunciamiento de 
jefes había reemplazado al virrey Pezuela 
cotí el general La Serna. 

Actitud del Alto Perú. — Mientras 
Be desarrollaban estos sucesos en el Bajo- 
Perú, el Alto- Perú se había mantenido en 
aparente calma; pero luego volvieron las 
guerrillas á renovar las haza>ña8 de su le- 
gendaria campaña. 

El coronel don Casimiro Hoyos sublevó 
la guarnición de Potosí en favor de la in- 
dependencia (Enero I.® de 1822). Esta 
fiublevaci6n vencida por el jefe de la guar- 
nilQión de Chuquisaca don Rafael Maroto, 
en el combate de San Roqiie (Enero 12), 
cofetó la vida de Hoyos, de Oamargo y on- 
ce' í)litriotas más que fueion fusilados. 

El general realista don Gerónimo Yal- 
déb con las guarniciones de Oruro y La 
Páif, etpedicionó contra las guerrillas de 
Laéza, con el prepósito de acabar con 
etltks; Los encuentros fueron repetidos, 
pé^b sin otro resultado que una profunda 
decepción para Valdés. c¡B8ta guerra es 
elemn!» exclamó desesperado de tanta co- 
rrerU á que lo obligaba el atrevido y ex- 
peltó guerrillero • 



— 94 — 

BXPKDICIÚN OKI. ObMURAL SaNT. 
C0UBATE8 SB ZbPITA Y Ja.1<8DJ 

nuevo ^biemo del BajO'Perd, g< 
(le pHralisnr la marcha de! ejercí' 
iiol Bobre LÁaist, envió al Alto-1 

ejército ije Reía mil hombres itirig 
doD Andrés ShuIíi (Jruz, quien des 
servir al rey hiLliia übiazudo la ci 
la independencia y hecho una carre 
tunada hasta llegar al grado de ] 
Era segundo de Sauta Cruz, don . 
Gamarra. 

Esta expedición fué desgraciada 
pues de destaour una diviaión sab 
ro á órdenes de Gamarra, penetro 
Oruz en La Paz, dutide impuso ui 
tribución de doscientos mil pesos; 
á librar combatu on ZepiUi con ui 
sian del general Valdéa, se batíó s 
decisivo y retrocedió á Oiuro á i 
con «amarra (Agosto 25 de 182Í 
(ando con las adhesiones del país 
siete mil soldados, inclusos los gu 
ros de Lanza, no bien supo que Li 
habla concentrado sus fuerzas en I 
va, luB que do pasaban de ciuco m 
bres, fugó mas bien que contfanii 
Lima, donde llegó con mil soldadc 
EOS. Ni el tino militar n¡ la suc 
bian acoinjiafiado en esta ves al 



••-- 9ó «- 
Jnoif'ctüi' (le 1k confederación peí ú*l)ol¡via* 

h]\ guerrillero Lanza se retiró á Cocha- 
bamba con loB suyos que no llegaban á 
n.il hombres, y despechado por la suerte 
<]ne cupo H la expedición Santa Cruz, sa- 
lió al encuentro de Olañeta, que lo ]>er8e- 
guía. VA combate se trabó en Ja/fiuri, y 
fué tan encarnizado que cesaron los fue- 
gos para pelear á bayoneta calada. Los 
patriotas fuei*on «lerrotados. «Lanza ha 
sostt'iiido la ludia con infernal obstina- 
ción)», decía Olañeta en sn parte {Octu- 
bre IG de 1828). 

CAPÍTULO VTl 

Olaneiay Valdée.* — Batalles iJe Ju- 
nín y Ayacucho, — Actitud de Ola- 
neta; pronunciamiento cV larias 
ciudades, — Defección de Tumusla; 
fin de la guerra de la independeti- 
da. 

Olañeta y ValdÉs.— Dos grandes par- 
tidos se habían formado on la Pt nínsul.i 
con motivo de la Constitución del año 12. 
impuesta li Fernando VII: el absolutista 
y el liberal; y los generales españoles en 



~ 96 — 
Añaérica, por circunstancú 
veieoB, «e habfaa plegBt 
baodo. OlaSeta Be declt 
sometió las gnaní ¡clones <1 
q ai saca, declaró abrevada 
■j K puso al frente del vir 
El general. Yaldés, con 
virrey, celebró nn acueid 
en que éste exigió y obla 
de ñdelidad al rey absolnt 
para si del Alto-Perú (Ms 
El fondo de estas concesit 
que el virrey quería darse 
concentrar sus fuerzas é 
pues sobra el geneial a 
Ola&eta se liabia preptuai 
do se le llamó á ser juzga 
aejo de gneiia, bu raspuee 
miento de lae hoBtüidades 
Siguióse una serie de p 
tros entra ks fuerzas de 
des, ataques y sorpresas, 
tramarcbas audaces y biei 
que los patriotas ee mezcl 
más la escisión de los gei 
haeta que Vatdés puso té 
cha al saber que las fuei 
de Colombin habían des 
Peni. 

Uu joven alto-peruano, 



— 91 — 

tildo, había atizado, Jesdc ia secretaria dei 
íjreneral Olañeta, la ruptura de los dos ge- 
nerales: era don Casimiro Olañeta, sobri- 
no de aquél, á quien con este motivo se le 
atribuía este dicho: ^H' atado las navajas 
á los gallos; que ()eleen; en todo caso ga-< 
nará la apuesta la nueva patria». 

Batallas de Junín y Ayacücho.— 
Una unarquia análoga á la de los genera- 
les espafioies había surgido enere los pa^ 
triotas del Bajo- Perú; y el Congreso, con 
el fín de conjurarla^ habí» llamado al li- 
bertador de Colombia don Simón Bolí- 
var. 

Este general, invesiiilo de la suprema 
autoridad política y militar, puso en or-» 
den las divergencias peruanas, organizó 
rápidamente un ejército^ sobre la base del 
colombiano, que trajo consigo, se dirigió 
con él en pos del enemigo, y en los llanos 
de Juníriy la caballería rea lista fué arro- 
llada por la patriota, después de tres cuar- 
tos de hora de combate, á lanza y sab^e 
solamente, sin que se hubiese hecho ni un 
tiro (Agosto 6 de 1824). 

El virrey La Serna trató de vengar es- 
te desastre. Reunió con rara actividad 
todas sus fuerzas y sus más acreditados 
jefes, y con diez mil hombres partió del 

7 



— 98 — 

Ciizdo. Encargado del mando del ejcscU 
to patriota ol general Antonio José de Su- 
cre, por ausencia uccidentai de Bolívar, 
aceptó la batalla en los campos de Aya-^ 
cuchOj donde se realizó el más famoso y 
trascendental hecho de armas que decidió 
de la libertad de América. Las tropas es-» 
pañolas ^e declararon en deirotji» y el ge- 
neral vencedor concedió una generosa ca- 
pitulación á sus numerosos prisioneros en- 
tre los cufiles se contaba el virrev (Di- 
c:embre 9 de 1824). 

Actitud de Olañetaj pronuncia -• 

MIENTO DE varías CIUDADES. — tól gene-' 

ral Olañeta supo en Oochabamba el resul- 
tado de Ayacucho, y viendo que en la ca* 
pitulación no habían sido comprendidas 
las fuerzas del Alto^Perü, por propia ins- 
piración y también por las sujestiones de 
varios de sus jefes se preparó á la resis- 
tencia. Contaba con cuatro mil hombres. 
Ocupó La Paz, y avanzó una división Has- 
ta Puno, que tuvo de retroceder luego, ea 
virtud de la capitulación. 

Knt re tanto, Oochabamba se pronunció 
por la independencia. Olañeta se dirigÍ3 
entonces sobre Potosí, y el guerrillero 
Lanza ocupó La Paz. El guerrillero Mer- 
cado salió á su vez de Cordillera y se apo- 
dero de Santa Cruz. En Vallegiande el 



U<l 

batallón «Feriiandiuosi) depuso á su jefu 
el terrible Aguilera. En Chnquisaca el 
coronel Lupez, á la cíibezn de los «Drago- 
nes de la Frontera», se pronunció tam- 
bién por la causa de la patria. De ma- 
nera que Olañeta, antes de dos meses, so 
encontró aislado, como una isla, en medio 
del revuelto mar (|ue la libertad agita- 
ba. 

Defección de Tümu«la; fin de TíA 

GUERRA DE liA INDKPKNI)ENCIA.-~ha fir- 
meza de carácter de Olañeta, vaciló; poro 
cuando consultó á sus jefes, éstos optaron 
por la prosecución de la guerra. Ya no 
era posible. ÍjOS mismos jefes del conse- 
jo estaban desmoralizados. En efecto, el 
coronel Carlos Medinaceli con el batallón 
«Chichas», se defeccionó en l'umxisla^ y 
Olañeta cayó mortalmente herido de una 
bala (Abril 2 de 1825). 

Así terminó la legendaria guerra de la 
independencia, que los alto peruanos sos- 
tuvieron por el largo espacio de quince 
años. Al finalizarse esta heroica lucha^ 
los campos del Alto-Perú, sobre los que 
habían caído lo^ mayores horrores de la 
íjuerra americana, eran un hacinamiento 
de escombros; y su pueblo, el primero en 
ivocar la libertad y el último en alean- 
ar, estaba diezmado, desangrado, y des- 



— lüU — 

orgjiuizailo. Con todo quiso ingresar do 
fronte á la vida autónoma^ que sería para 
él un batallar incesante, y sin darse tiemx 
po para restañar sus heridas y convalecer, 
ingresó . 



SEXTA ÉPOCi 



lia República 

PRIMER PERIODO 
pesde la roixiacíéo de la Repúbliea bástala yíctoríja de JJigtvi (lt|SrlS41) 

CAPITULO I 

Misión de don Casimiro Olañeta. — La 
Asamblea constituyente,— ^Acta de la 
independencia, — Escudo y pabellón 
de la República, — La capital, ^^Pre- 
sidencia de Bolívar, — Cuestión de 
Tarija, — La constitución mtalicia. 

Misión de don Casimiro OlaSeta. — 

El general Sucre que recibió el título de 
Gran Mariscal de Ayacucho, avanzó has- 
ta Puno con dirección á La Paz. Allí le 
fué á dar alcance el joven Casimiro Ola- 
ñeta, como representante de las aspiracio- 
nes de su país, para hablarle en favor del 
reconocimiento de la nacionalidad alto- 
peruana j de la convocatoria de un con- 
greso nacional. 

A la verdad que no necesitaba el asol- 
dado ñ\6&ofoj>, como llama la historia á 



— 102 — 

Sucre, de la fogosa elocuencia del tribuno 
alto-peruano, para comprender que esa 
eia, en efecto, su misión; aBÍque, dos días 
después de su arribo á La Paz^ expidió el 
célebre decreto de 9 de Febrero de 1825, 
reconociendo la soberanía de los alto-pe- 
ruanos y su derecha de constituirse en Es- 
tado independiente, y convocando una 
Asamblea de diputados para que delibera* 
se de sus futuros destino?. 

La Asamblea . cosiítituyente. — El 
congreso se reunió en Chuquisaca el 24 de 
Junio, ageno á toda influencia de fuc!za 
armada, y concurrieron á él todas las emi- 
nencias sociales y políticas del país. . 

Iniciaba sus trabajos, cuando recibió 
dos despachos: el uno del Congreso de 
Buenos Aires (Mayo 9 de 1825) que de- 
jaba á las provincias alto-peruanas en 
completa libertad de constituirse, á pesar 
de que habían hecho parte antes del vi- 
rreynato de Buenos Aires; y el otro del 
Libertador Bolívar, datado en Arequipa 
[Mayo 16 de 1825], que las sugetaba á la 
autoridad del Congreso del Perú y sus- 
pendía, entretanto, sus deliberaciones. 

Los diputados estallaron contra este 
avance del Libertador, quien no tenía nin- 
gún derecho ni como general de Colom- 
bia, ni como jefe del Perú, de disponer de 



\ 



-. 103 — 

un pHis que había conquistado su inde» 
pendencia con su propia sangre. Protes- 
taron con valentía Olafieta, el guerri- 
Jlero Lanza, el cura Borda y otros; y el 
diez de Agosto, la Asamblea declaró, por 
unanimidad, que el Alto-Perú se erigía en 
Kstíido independiente bajo la forma repu- 
blicana, por la soberana voluntad de sus 
hijos . 

A fin de evitar un conflicto con el Li- 
bertador, la Asamblea le envió una dipu- 
tación presidida por Olañeta para satisfa- 
cerle; y á mérito de las sugestiones del 
mismo general Sucre, no creyendo aún su- 
ficientes las explicaciones de la diputa- 
ción, decretó la Asamblea, que el nuevo 
Estado llevara el nombre de Bolívar, á 
quien lo declaraba su padre y profecior y 
BU primer presidente» 

Tan vivamente lisongeada la vanidad 
del hombre, las resoluciones de la Asam»- 
blea fueron acatadas por éste con mues- 
tras de marcado reconocimiento, llegando 
en un rapto de gratitud y entusiasmo á 
llamar ¡íu hija predilecta á la nueva Repú- 
blica . 

Acta de la Independencia. — El presi- 
dente de la Asamblea, don José Mariano Se- 
rano, redactó el «Acta de la Independen- 
iaD, que lleva la fecha del % de Agesto 



— 104 -^ 

én hotfienaje á la batalla de Junin, oraña- 
da por Bolívar. <cEI mundoD, di<ce el Ac- 
ta en su parte expositiva, a:sabe que e{ 
Alto-Perú ha sido en el continente de Amé- 
rica, el ara donde se virtió la primeía san" 
gre dé los libres, y la tierra donde existe 
la tiímba del último de los tiranosi»— «Loeí 
departamentos del Alto- Perú», anadeen 
su parte resolutiva, «protestan á la faz de 
la tíerfa entera, que su resolución irrevo- 
cable es gobernarse por sí mismos». 

Escudo y pabellón de la Repúbli- 
ca.— -La Asamblea fijo loa colores del pa- 
bellón nacional, punzó y verde, el punzó al 
xúediO' y el verde á los extremos, llevan«lo 
en el campo punzó cinco estrellas color 
Oro, cada una dentro de un óvalo verde. 
Eá\ escudo de armas, debía estar «lividido 
en cuatro cuarteles: dos grandes, el supe- 
rior y el inferior, y dos pequeños al me- 
dio: en el cuartel superior cinco estrellas, 
en el inferior el cerro de Potosí, en los 
centrales una allpaca y una níma del ár- 
bol del pan, todo coronado por el gorro fri- 
gio (decretos de 17 de Agosto de 1825). 

Al año sigtiiente se aumentó al pabe- 
llón una faja amarilla y se sostituyeron 
las estrellas con las armas de la Repúbli* 
ca (Ley de 25 de Julio de 1826). El es- 
cudo <Ie nrrnfjs «sufrió faninión fu refofmn ; 



— Í05 — 

iiti óvalo: campo de platn: el sol uacíeiulo 
detrás del ceiTO de Potosí, á la derecha 
fina al! paca subiendo el ceno, á la ¡zí|uier-» 
da un haz de trigo y nn'-i rama del árbol 
del pan: debajo sus estrellas en campo 
azul (Ley de 26 de Julio de 1826). 

Solo bajo la administración de Belzu, el 
escudo y el pabellón j tomaron su forma de-» 
unitiva: en ia bandera, la faja amarilla al 
centro, la punzó arriba y la verde abajo; 
en el escudo, en vez del gorro frigio, el 
cóndor de Bolivia con las alas abieitas y 
los pies sobre dos mmas de olivo y laurel 
(Ley de 5 de Noviembre de 1851 y decreto 
de 27 de Junio de 1854). léanlo los co- 
lores de la bandera como las figuras del 
escudo simbolizan los tres reinos de la na-" 
tu raleza. 

íiA Capital* — La misma Asamblea de- 
cretó que la Capital tle la nueva Repúbli-» 
ca se denominase «Sucre» (Agosto 11 de 
1825) Luego se confirió al Libertador la 
facultad de designar el sitio en que ella 
había de construirse, consideraudose mien- 
tras tanto Obuquisaca como capital pro- 
visoria (Julio 1 <> de 1826). Fué la Asam- 
blea constituyente de 18:^9 laque resol- 
vió que dicha ciudad lo fuese definitiva- 
mente, llamándose en adelante Sifcre [Ju* 
lio 12]. 



— loii — 
I'kesiDkkcia dh¡ liui.ivi 
tA'lor Hvribü e! 4 de Novi 
quisucti, y con \¡i cooperiicii 
tHCIóii permntiutile, se ociip 
tas infttiiiiciouea dd paia ei 
li)iuienila, benefícciiclit, jiisl 
cióii, con más precipitació 
tie nianerH que üe todo lo 
jílnmeii tildo entoiiüBS, chhí i 
lizjiise y mucho menos co 
perro R 11 en cía eii Boliviu S( 
<!iiütitH y ciiiuo dias. [']l 1, 
1826 ee despidió para Lim: 
Cuestión db Tarjjí. — 

■¡lie en lo político y ¡idmini 
din de la pmvÍnc¡:L ile Poto 
todor tkcceilió fácilmente á 
n)HB, el pueblo tarijeño pr 
iirmnda coiitr» csh determi: 
sus diputados al congreso 
cotif^reso desaprobó \n coi: 
bar [ador. 

La b Constitución vi 
Asambleii nacional pidió 
constitución, y éste In forini 
tándola á un mecaníamo i 
que biIs defectos i[.áa salíen 
talicismoB y la sirresponsn 



— 107 — 

presidencia. Fué sancionada, sin embar- 
co por el Congiíífeo Constituyente del año 
26, que nombró presidente al general Su- 
cre. 

OAPtTUI.O II 

A-dininiatración de Sucre, — Relaciones 
internacionales, — Escándalos de las 
tropas colombianas, — Motín del 18 
Abril. — Combate de la Recoleta; 
muerta de Lanza. — El general Urdi- 
ninea asume el mando. — Primera 
invasión de Oamarra; ajuste de Pi-^ 
quiza, — Renuncia de Sucre; rasgos 
biográficos. 

Administración dk Sucre.— El con- 
greso de 1826 trabajó con ahinco, mos- 
trando im saber y una elocuencia poco co- 
munes. Todas sus leyes fueron desarro-r 
Hadas en las reglamentaciones del Ejecu- 
tivo con infatigable laboriosidad y talento 
pi'áctico; de suerte que, durante esta cor^ 
ta pero fecunda administración, quedaron: 
organizada la hacienda, reglamentadas las 
contribuciones y fundado el crédito públi- 

; mejorada la instrucción con el esta-? 
..ecimieuto de escuelas y colegios soste- 



— lUb — 

nidori con parte de los bieDeri del cloro; 
disminuido el numero de conventos; eman- 
cipados los esclavos, libre la prensa y sos- 
tituida la antigua demarcación territorial, 
con la división en departamentos, provin- 
cias y cantones. Los vencedores de Ju- 
nín y Ayacucho fueron premiados con un 
millón de pesos. 

Relaciones internaCíONAles. — En 
las relaciones internacionales, el Gobierno 
desplegó patriotismo y coló: intimó al Bra- 
zil la desocupación de territorio» del orien- 
te que iba invadiendo, y celebró con el Pe- 
rú un trat^ido en que obtuvo la cesión pa- 
ra Bol i vía de la costa comprendida entre 
el cabo de Sama y el Loa, mediante la iue. 
demnización de cinco millones de pesos 
(^Diciembre Bl de 1826 j; arretrlo que des- 
barata el general Santa Oruz, en quien pu- 
dieron más sus propósitos ambiciosos que 
los vitales intereses del suelo en que se 
meció su cuna. 

Escándalos de las tropas colombiat 

líAS. — Las tropas colombianas que resi- 
dían en la República, ensoberbecidas con 
sus triunfos y trabajadas por I03 enemi- 
gos de Boüvia en el Perú, promovieron 
dos grandes escándalos, el uno en Cocha- 
bamba por el escuadrón Granaderas que 
se defeccionó y se dirigió á Salta come-^ 



— 109 — 

tiendo desafaeros j violencias de todo li- 
li age; y el otro en lia f^az, por el batallón 
Voltig&ros, que se rebeló vitoreando al Pe- 
rú y al oreneral Santa Cruz, Esta rebe- 
lión fué reprimida, por las fuerzas bolivia- 
nasy á cuya cabeza se pusieron el general 
Urdininea y el bravo coronel Braún; y 
Sucre lisonjeó á Ioh soldados de Solivia 
con estas hermosas palabras: € Habéis 
vencido á los vencedores de los vencedo- 
res de catorce años». 

Motín del 18 de Abril. — Lo consti- 

€ución boliviana, que el Libertador hizo 
aceptar también con el Perú, había des- 
pertado celos y resistencias en esa Repú- 
blica, basta el punto de formarse allí un 
fuerte partido de oposición, el qne auxi- 
liado por los mismos soldados de Colom- 
bia, se rebeló echando abajo la constitu- 
ción y la autoridad de Bolívar y decla- 
rando que no entraría en relaciones diplo- 
máticas con Bolivia mientras la goberna- 
aen extranjeros. Viéndose envuelto, el 
general Sucre, en las resistencias que ha- 
bía despertado la política de Bolívar, y no 
.queriendo darles pretexto para que toma- 
sen mayor cuerpo, dit»puso que la división 
jcolombiaua deje el país, y anunció su re- 
solución de resignar la presidencia. Míen, 
tras tanto, sobre la frontera perua&a, apa. 



— lio — 

recio un ejército de observación ai mando 
del general Agustín Gamarra. 

Pero las maquinaciones a nti-boli varis- 
tas habían avanzado mucho en su camino, 
y una noche el jefe argentino Oainzo, 
acompañado del músico mayor del bata- 
llón Granaderos de Colombia, se apoderó 
de la guainición de Chuquisa ea, que la 
entregaron dos sargentos peruanos. Al 
día siguiente, cuando Sucre, informado de 
lo que ocurría, se precipitó al cuartel pa- 
ra restablecer el onlen, fué recibido por 
una descarga y una bala le rompió el bra- 
zo (Abril 18 de 1828). 

Combate de la Recoleta; mukrtedk 
Lanza. — Sin pérdida de tiempo, el pre- 
fecto de Potosí, coronel Francisco López, 
anoticiado del escandaloso motín, acudió 
con cien hombres á Ghuquisaea, ocupó los 
altos de la Recoleta, batió desde allí á los 
amotinados y los dispersó y puso en fuga 
(Abril 22). El músico mayor y los dos 
sargentos murieron lanceados. 

En la refriega fué también mortalmen- 
te herido el insigne guerriller® don José 
Miguel Lanza, una de las glorias milita- 
res más puras de Boliyia, á quien la gra- 
titud y la admiración de sus conciudada- 
nos ha bautizado con el nombre de el d\ 
Felayo boliviano. Murió defendiendo Is 



— 111 — 

ley como había Wvldo luchando por la li* 
bertad. 

El GtiNERAL ÜRDININEA ASUME EL 

MANDO. —Apenas cayó herido el general 
Sucre fué rodeado con afectuosa solicittid 
y respeto por el vecindario de Chuquisa* 
«a. En un comicio populai que tuvo lu- 
^ar al siguiente día, exaltó Olañeta sus 
preclaras virtudes, puro dejando entrever 
ios peligros del bolivarismo» El general 
Sucre quiso guardar una actitud pasiva y 
prescindente y delegó el poder en el con- 
sejo de Ministros; y como presidente, de él, 
asumió el man<lo de la República el gene* 
íal don José María Pérez de Urdininea 
<Mayo 4). 

Primera invasión be Gamaura; ajus- 
te DB PiQüiZA. r-EI motín de Ohuquisa- 
ca dio margen á G amarra, que estaba en 
acecho, para penetrar en Bolivia y ocupar 
los departamentos de La Paz> CiH-habam- 
ba y Potosí, á pretexto do «ponej ae entre 
la víctima y los asesinos»; y como había 
trascendido y bailado eco entre los mis- 
inos bolivianos aquella corriente de opi- 
nión opuesta á la política de Bolívar, fué 
recibido mas bien como un aliado que co- 
mo invasor. El mismo Urdininea no su- 
po ó no quiso resistirle. Comprendiendo 
-esta situación el general Sucre se empefió 



' — 112 — 

porque se abriesen negociaciones cotí ex 
invasor. En su consecuencia firuióse uif 
convenio en Piquiza, pn que Oamarra im- 
puso la ley á los plenipotenciarios bolivia-^ 
nos (Julio 6 de 1^28). 

Renuncia de Sucre; carácter de es-' 

TK PERSONAJE. — De conformidad con el 
ajuste de Piquiza, evacuó el país la divi- 
sión colombiana y se reunió el congiesa 
constituyente, ante el cual presentó Sucre 
su renuncia y el célebre Mensaje que con- 
tiene la historia de su administración. r~ 
Este austero republicano, alma elevada y 
severa, estadista sobresaliente, talento or- 
ganizador y so'dado gloriosísimo, se des- 
pidió de Bolivia el 1.** de Agosto de 1828. 
No contaba entonces hiño treinta y tres' 
años de edad Nació en Cumnn^ (Vene- 
zuela) el 8 de Febrero de 1895. 

Desde su adolecen ci a se había consa- 
grado á la causa de la emancipación 
americana, y descollando por su crenio, es- 
caló las cimas de la gloria, hasta consti- 
tuir la más eminente personalidad política 
y guerrera de la independencia. De vuel- 
ta á su patria, le prestó todavía grandes 
servicios, y se esperaban aún mayores de 
su abnegación y su inteligencia, cuando 
una emboscada preparada en la encruci- 
jada de Berruecos le dio alevosa muerte. 



— 113 — 

'^¡Balíizo!» excliim ) al sentir su pecho 
ii travesado por el plomo risesino, y espiró 
(Junio 4 de 1830). 

. CAPÍTULO. III 

Primer ínter mato de Ve lasco. — Re-" 

vuelta en La Paz. — Ultima m^mi- 

f estación realista. — Presidencia de 

Blanco; su prisión y su inuerte. — = 

Segundo interinato de Ve! asco. 

Primer interinato de Velasco. ^R1 

congreso organizó un gobierno provisional 
lioinbraudo presidente al general don An- 
drés .Santa Üriiz y vice-piesidente al ge-» 
neral don José Miguel de Vein^co, quien 
asumió el mando por hallíirseMquél ausen- 
te en OhiJe. Convocó, adcnan, una asam- 
blea convencional y se disolvió. 

Revuelta en La Paz. — Kl nuevo go- 
bierno intimó al ejército peruano la des-^ 
ocupación del territorio, y el general Ga* 
marra, para efectuarla, se hizo pagar los 
gastos de la invasión. A su pnso por La 
Paz, fomentó una revuelta, acaudillada 
por el coronel José Ramón de Loaiza, en 
que se invocó la independencia del depar- 
tamento bajo el nombre de «Alto Perú»* 
Para conjurar ese movimiento, Velasco, 
onfirió á Loaiza el grado de general de 

8 



^ 114 - 

olivada, toniáíKlose así en proiuio el caá*- 
tigo que merecía el revoltoso. 

Ultima manifestación realista. — 
Por ese mismo tiempo, 'l< ti .Firticisco 
Aguilera, el vencedor de los patriotas Pa- 
dilla y Warnes> proclamó en Vallegrande 
el reinado de Fernando VIl^ Bl coman- 
dante general de Santa Cruz, coronel don 
Anselmo Rivas, lo batió en las cercanías 
de aquel pueblo (Octubre 30 de 1828)4 
Habiendo sido capturado Aguilera mus 
tarde, fué pasado por lafi armas. 

PRESIDKNCIA DE BlaNCO; SU PRISIÓN 
Y SU MUERTE. — Instalada la Asamblea 
convencional, que fué llamada «:convul- 
sional», dos meses después de disuelta la 
constitu}ente, eligió presidente de la Re* 
pública al coronel don Pedro Blanco y 
vice-presidente al general Loaiza, precisa* 
mente á los dos hombres más fuertemente 
tachados de haber estado en connivencias 
con la invasión peruana f Diciembre 14 de 
1828yl. Blanco se posesionó de la magis- 
tratura doce días después. Esta elección 
exaltó á algunos militares entre los que 
figuraban el coronel Armaza y los tenien- 
tes Coroneles Ballivián y Vera, quienes 
prendieron á Blanco en su palacio y lo re- 
dujeron á prisión (Diciembre 31). 

El coronel Armaza quiso tomar un asien- 



-^ 115 — 

to en el congreso para explicar su conduc- 
ta. «¡ Ki soldada debe hablar desde la ba-i 
rríií» exclamó el diputado Manuel Anice- 
to Padilla. Así lo hizo Armaza, y oida la 
explicación, el congreso nombró presiden^ 
te provisorio al general Velasco [Rnero 1.** 
de 1829]. 

Tiansportüdo Blanco del palacio al 
convento de la Recoleta en la mañana del 
1.® Je Enero, fué asesinado cá las once de 
la noche, trágica y misteriosamente. 8ólo 
gobernó la Rejmblica por cinco días. 

íSegundo interinato de Velasco. -^ 

Esíos sucesos llevaron la anarquía á su 
colmo. La oonv^ención se disolvió de su 
propia virtud, y el general Velasco decla- 
ró nulos sus actos, retrotrayendo el orden 
de cosas al estado en que lo dejó la Asam-» 
blea constituyente (Enero 31 de 1829). En 
su consecuencia, el general Santa Cruz fué 
llamado á hacerse cargo de la presidencia, 

CAPÍTULO IV 

Administración de Santa Cruz, — /n- 
tervención en el Perü, — Victoria de 
Yanacocha, — Ataque de üchumayo; 
victoiña de Socabaya» — Pacto de la 
confederación, — Resolución del con-^ 
greso. 
Administración díí: Santa Cnug. 



— 11() — 

El genera) Santa Cruz inangui ó su gobier- 
no con un decreto de amnistía (Majo 24 
de 1820). Sostituyó en seíruida á la 
constitución de Bolívar con un (iCstatutQ 
provisorio», que regió hasta la promulga- 
ción de la segunda constitución (1831), 
y se consagró laboriosamente á la admír 
nistración del país, atendiendo con inteli- 
gencia y celo todos sus ramos y afianzanr 
do la paz pública. Aumentó el ejército 
y organizó la guardia nacional; condujo 
con regularidad la hacienda, llenando to-* 
dos los gasto-í, con excepción del servicio 
de la deuda pública; organizó las aduanas; 
estableció las universidades de Cochabamr 
ha y La Paz; fundó un colegio de artes en 
esta última ciudad y una corte superior en 
aquella; erigió la provincia de Tari ja en 
departamento (1831); empadronó la po- 
blación que resultó ser de 1.088,890 ha- 
bitantes (1831), y promulgó los códigos 
civil, penal y de piocedimientos, que s© 
llamaron «Códigos Santa Cruz», resultan- 
do así, Bolivia, el primer Estado Sud-ame- 
ricano con legislación propia. Para com- 
batir la desmonetización del país, dismi 
nuyó la ley de la moneda, gravísimo eiror 
que no ha podido ser enmendado hasta 
ahora. Todas estas creaciones y refoi- 
mas se verificaron por iniciativa suya y úq 



— 1.17 — 

las iegif laturas. Fué elegido vice-presi* 
áieate de la República don Mariano Enri- 
jque Calvo. 

Intervención en el Perú.— Hacia 
mucho tiempo que Santa Cruz alimentaba 
el proyecto de una confederación perú- 
boliviana, y una vez que afirmó la paz pú- 
blica en BoÜvia se entreo;ó de lleno á la 
realización de su idea. 

Después de agitar diestramente la anar* 
.quía entre los peruanos, donde tenia un 
gran partido, y de entrar en acuerdos con 
Gamarra, alcanzó que el presidenie Orbe- 
goso, combatido á la sazÓA por éste y el 
geneml Salaverry, que al mismo tiempo 
eran rivales, solicitara la inrervención de 
Bolivia (Junio 7 de 1834). Santa Cruz 
con cinco mil hombres se situó en Puno, 
donde Urbegoso le tiasmitió las faculta- 
des extraordinarias de que se hallaba in- 
vestido. Gamarra rompiendo sus tratos 
pon Santa Cruz, se alió á Salaverry, y am- 
bos, con sus respectivos ejércitos, se pu- 
sieron al frente del invasor. 

Victoria de Ya na cocha. — Sin dar 
tiempo Santa Cruz á que los ejércitos ene- 
migos llegaran á reunirse, abrió campaña 
contra el de G amana que ocupaba el de- 
•artamento del Cuzco. En Lampa reci- 
tó el refuerzo de una división peruana, y 



— 118 — 

en Yanacocha^ donde había lomado [}08ieio^ 
nes Gamarra, tuvo lugar la batalla. Las 
fuerzas de Gamarra fueron destrozadas 
completamente, dejando en el campo co- 
mo quinientos muertos y muchos heridos. 
Los bolivianos solo perdieron ciento 
(A^ftto 18 de 1885), 

Ataque de üchumayo; vjotoria de 

SOGABAYA. — Salaverry, hombre de carác- 
ter violeutísimOy movido por el despecho ó 
quizá por e! solo propósito de aterrorizar á 
los bolivianos, les declaró ala e^nerra á 
muerte;)^ bajo sus formas más bárbaras. 
La campaña fué larg^a y obstinada. Sa» 
laverry dominaba el mar con el auxilio de 
la marina de guerra, y obligaba á sn ene- 
migo á fatigosas marchas y contramar- 
chas. Por fin, después de varias expedi-? 
cienes y de pequeños encuentros como los 
de Ananta [Noviembre 7.1, Ninabamba 
[Noviembre 9} y Gr amadaí (^nQvo 26 de 
1836,) en que los bolivianos probaion su 
valor y su buena fortuna, logró iSanta 
Cruz alcanzarlo en Arequipa [Enero 
81]. 

El general peruano ocupó el norte (le la 
población que el río Chili separa, y Santa 
Cruz desde la otra banda intentó vadear 
el rio sosteniendo por el espacio de cuatro 
días uu combate constante. Fortiñcado 



— 119 — 

después Salavenj ©n el puente do Uchú-' 
nmyo, el geDeral José Ballivián con el ba*- 
tallóii <tGuardiaj& del coronel Vera, acacó 
el puente, «ostentando el lujo de un yaloi* 
extraordinafioD según la expresión del 
mismo Salaverry [Febrero 4j. Santa Cruz 
«itrajo entonces al enemigo a los llanos de 
JSocabaya, y en el Alto de la Luna se tra^ 
bó la batalla, que fué otra vez favorable y 
gloriosa para las armas bolivianas. Las 
pérdidas de los peruanos alcanzaron á 
seiscientos muertos, más de trescientos he- 
ridos, y cerca de dos mil prisioneros* Los 
bolivianos tuvieron doscientos cincuenta 
fnuertos y ciento ochenta heridos [Febre- 
ro 7]. 

Cogido prisionero Salaverry fué juzga- 
rlo por un consejo de guerra compuesto de 
jefes peruaBos solamente, y sentenciado á 
muerte, rindió la vida con ocho de sus 
principales capitanes. 

Pacto de la Confederación. — Así 
vencidas las resistencias del Perú, se reu- 
nieron los congresos de Sicuaní y Huaura, 
que declararon dividido el país en dos Es- 
tados: ñor- peruano y sur-peruano, para que 
formasen con Bolivia la Confederación 
Perú-botiviana, bajo el Protectorado del 
general Santa Cruz, á quien como á Boli- 
via, dieron las gracias por su intervención. 



— 120 — 

E¡n 8Ú consecuencia, el Protector declsifd 
establecida la confederación, promulgó los 
códigos bolivianos eü los Estados del Pe^ 
tú y nombró presidente del Estado boli- 
▼iano al general Velasco, del Ncr-perua- 
no al general Orbe^oao y del Sur-peruano 
al general don Pío Tristán [Octubre 28 
de 1886]. 

Una asamblea de plenipotenciarioh de' 
loa tres estados, reunida en Tacna, ajnstó 
después el pacto de la Confederación [Ma- 
yo de 18»7]. 

Desaprobación del pacto por parte 

DE BoLTViA. — Mientras tanto, Bolivia ha- 
bía quedado al mando del vioe-presidente 
Calvo, quien no hizo otra cosa que secun- 
dar las miras de Santa Cruz, influyendo 
en los Congresos para la aprobación de 
sus actos y atendiendo al ejército en cam- 
paña, con los auxilios de que había me- 
nester. Pero cuando se ajustó el pacto de 
Tacna, su conciencia patriótica se alarmó 
j faltando aún á las instrucciones de San- 
ta Cruz se apresuró á convocar al congre- 
so [1837]. Por su opinión y la de la ma- 
yoría del país, quehalben dicho pacto la 
prepotencia del Perú sobre Bolivia, fué 
rechazado declarándose que ano se le con- 
sideraría jamás». 



— 121 - 

CAÍ ÍTIILO V 

Intervención ahile no^r<jentina, — Prí^ 
mera expedición chilena; Capitula- 
cien de Paucarpata,--^ Expedición 
argentina; victorias de Umahuaea, 
Iruya y Montenegro, — Segunda ex" 
pedición ohilena; Buin, Yungoy, — ^ 
Congresos, -^^E I Mariscal Santa CimZi 

Intervención chilino-argrntina.*— 
lleceloso el gobierno de Chile por el des- 
hrrollo que tomaban los sucesos del Perúy 
buscó lu alianza cbl Rcaador y la Argén -> 
tma, con el fin de deábaratar la confedo-» 
ración. El Ecuador se mantuvo líeutral, 
no así la Argentina, gobernada entonces 
por el tirano Juan Manuel Rosas, que se 
prestó á coadyuvar á la política chilena. 

Primera expeoición chilena; stJ ca-* 

PITÜLACIÓN EN PaüCARP ATA .-—Chile ¡ni* 
ció sus hostilidades con un acto de pira- 
tería, apresando en el Callao tres buques 
desarmados, sin previa declaratoiia de 
guerra, y envió en seguida al Perú una 
expedición de cinco mil hombres al mando 
del general don Manuel Blanco Encalada. 
La expedición desünibjjrcó en Tslay y 
)enetró imprudentemente hasta Arequipa 



— 122 — 
\wv iiu (lesiei'io ile treiiitiL h 
perilic) ceruii de Ift tnitail li 
vicailiMie liiejío e^isi Ue-mula, 
ninvllidml y encorruiíKla poi 
luniins del ejército iiiiiilo que 

teulor (!o;rerla sin esfuerzo 
tííniei'iihiii; ]>.iío prefiíió coi 
gvatitiiil ciLileiin con un raíígi 
pactó U ciipitnljic'ÓTi dc! I'ii 
volvieiuici liuiiio'niiicntG á Ift 
eorii los restos de t» ejéroito 
17 de 1837). 

líXPKDlCIÓN AHGiJNTlNA; 

Um.ihuací, Irüya t.Mont 
Argentina, á su v^z, de^tacf 
más d<í ctinti-i> mil hoiulii-cs, : 
terii Eiiil de Bolivia, al inand 
Alejandro HeredÍH. Bolivia 
divisióii do dos mil iiouibres 
geiieriil Bmiin. La caropiiS 
y gloriosa piira liis onims b( 
ejército nríentino fué bfttii 
monte en Uniahuaea, huya, 
batieron «uno confm tres» 
1838) y MonUnei/ro (.Innio 
victorias refrenaron las iigre 
tinftB, que no volvieron á. reii 
SEdirN»* KXPKDrcrÓN CH 
QAY.— Oiiile, qiip con sn ei 



Pauoarpata salvó su ejército, faltó á ius 
oV>ligacioiiGs on ella contrnidas, y pieparó 
ana segmida expeclición de seis mil hoin-' 
hres al mando del general don Manuel 
Biilnes y guiada por Gamnrra y uMichos 
peruanos. 

í^or segunda vez el ejército chileno so 
vio en el ca>o apretado de Pancarpata, 
cuando después de ocu[)ar íjima, tocó re-^ 
tirada á rrujillo al saber la apix)xiinación 
de Santa Oruzj pero el Protector, deS" 
aprovechó la oportunidad de aniquilarlo. 
No parecía sino que su propósito era re- 
huir todo lance de armas con Chile; y 
mientras^ que el ejército de éste reparaba 
sus faltas y se engrosaba con el auxilio de 
G a marra y los opositores de la confedera-» 
ción, iSanta ')ruz permanecía tranquilo ó 
indiferente en Lima., entregado á las aten- 
ciones de la administración. Todavía, 
cuando, por Hn, entró en campaña, pudo en 
el puente del Buiny completar la derrota 
de la más importante división chilena que 
fué arrollada por la del general Guarda; 
pero Santa Cruz lejos de enviar refuerzos 
á sus combatientes, mandóles tocar reti- 
rada. Con tanto desacierto iba preparan^, 
do él mismo su inevitable ruina. 

íia batalla decisiva tuvo lugar en Yuv- 
MI/, Atacó tan flojamente, dejando cuer? 



~ 124 — 

pos «nteros sin combath, quesu deitota se 
declaró luego (Knero 2o de 1839). Se di - 
ce que tenía comprados á sus enemigos y 
que hasta ei último momento esperaba su 
defección. 

Santa Cruz se retiró á Arequipa á mo- 
vilizar el ejército del sud; pero éste se le 
mostró hostil. Pensó envolver á Bolivia; 
pero luego supo que allí había estalladt» 
una revolución contra él, invocando la 
«restauración». El ex-protector tuvo que 
embarcarse para Guayaquil. 

Congresos. —Durante la administmción 
de Santa Cruz, se reunieron en Bolivia 
ocho congresos: el de 1881, en La Paz, 
que se declaró constitujente y dictó la ser 
ganda Constitución; el de 1882, que apro- 
bó un tratado de comercio con el Perú, 
desventajoso para Bolivia, pero con el que 
Santa Cruz se proponía halagar á aquel 
país; el de 1883, que autorizó al ejecuti- 
vo para obrar «liscrecionalment'e á fin de 
precaver á Bolivia del desorden y de cual- 
quiera agresión; el de 1884 que dio la ter*- 
cera Constitución y la ley de responsabir 
lidades de la corte suprema y que declaró 
público e) voto; el de 1885, reunido en La 
Paz, que aprobó la intervención boliviana 
en los asuntos del Perú; el de 1886, reuní 
do en Tapacarí, que autorizó á Sant 



^ 125 — 

Cruz para el establecimiento de la con- 
federacióu perú boliviana; el de 1837, 
que rechazó el pacto confederal de Tacna, 
declarando que «no se le consideraría ja- 
más»^ Y el de 1888, llamado «ccanalla de- 
liberant-e» y reunido en Cochabamba, que 
se desdijo de su declaración de 1837 y que 
aprobó el pacto. 

El Mariscal Santa Cruz. — Santa 
Cruz fué un estadista de primera talla, dies- 
tro en la administración y hábil para la 
intriga ; pero su ambición y sus aficiones 
monárquicas le hicieron preferir á la glo- 
ria de ser el organizador de su patria, el 
¿efímero papel de conquistador y domina- 
dor de naciones; fundó la funesta escuela 
del espionaje, las delaciones y la violacióu 
de la correspondencia, en que ha tenido, 
para desgracia de la República, discípulos 
aventajados. Hizo más bienes al Perú 
que á su patria, y cuando Tacna, después 
de Yanacocha, firmó una acta pidiendo su 
anexión á Bolivia, reprimió indignado es- 
ta manifestación. 

Sin embargo, nunca como en su admi- 
nistración, creció más el prestigio de la Re- 
pública, ni nadie la colocó en mayor espec- 
tación, con grande influencia en América, 
vencedora un día de chilenos, peruanos y 
argentinos y á la vanguardia do las de- 



Uon más patriotÍBiao y mesura en sqs ;i 
Iliciones, bftl>ría empleado ei vigor ilc 
República en servicio üe la misma Ke\ 
Mica; pero lo gastó vanamente, no q 
ilHnilo de «11 obr» otra oorh que loa no 
brua lie Iiiíí batallas ganadas, en la mer 

zóii. No volvió más á Bolivia. íiac 
on Huarinaen 1786, murió en Versalles 
I8G5. 

OAPÍTULO VI 

La '^Hestauradón"; presidencm 
Velasco. — Sublevación de Bal 
vián. — Agresiones peruanas. — . 
"Regeneración" ; Agreda y Calvo. 
Segunda invasión de Gamarra. 
Actitud de Bolivia. — Combate 
Jahuircatu. — Victoria de lugavi. 
Ocupación de Puno y Moquegí 
tratado de paz. 

La «Restauración»; prbbidbncia 
VelaBco.— La levolución Rvestauí-aili 
(le la irnlependenciaii; tuvo lugar aún i 
tea de siibcrse el desenlace i|ue cupo 
Tungay al Protectorado. La eucabei 
ron ol geuoral Yolasco en Tupiza ("Feb, 



r 



— 127 ~ 

Yó d de 1839^ y el general Bnllivián en 
fiaPaz. Era una reacción absoluta «on- 
t.ra el régimen y la política de Santa Orna. 
ÍJniformada la opinión ^n favor de Ve- 
iasco, la asamblea consdtnyente de ese 
mismo añO) que dictó la cuarta constitu- 
ción, una de las más liberales que ha te- 
nido Bolivia, Jo invistió con la presiden- 
cia piovisoria. 

Sublevación dk Rallivián. — Como la 
asamblea hubiese omitido elegir vice-pre- 
sidente, el general Ballivián que preten- 
<lía ese cargo se dio por as^raviado y se su- 
blevó en La Paz (Julio 7). Después de 
una dcsgraciftíla campaña sobre (Jocha- 
ba mV)a, encargó su tropa al general Vi 11a- 
gra y se escapó al Perú. La asamblea, 
-que había abierto un juicio nacional con- 
tra Santa Cruz, poniéndolo fueía do la ley 
y declarándolo traidor é indigno del nom 
bre boliviano, dictó igual resol ición con- 
tra Ballivián. 

Al año siguiente, convocados los cole- 
gios electorales, fué proclamado Velasco, 
presidente constitucional, . 

Agresiones PERUANAS.— Hallábase go- 
beinado el Perú por el general Gamarra, 
quien después de pulsar el grado de pos- 
tración á que había quedado redncidíi Ro- 
4ivia, quería retorcer la intervención de 



— 128 — 

HaQta Cruz, trayendo bi devastacióii y ét 
duelo á la República. El gobierno .pro-' 
cnró impedir la agi^óu peruana por lae 
yias diplomáticas ; pero el tratado quecoif 
este fin se celebró en el Cuzco (Agosto 14 
de 1839), resultó ignominioso para BoH- 
yia y altamente ofensivo á sn dignidad e^ 
lenguaje que eontra ella empleó el congre- 
so de lluancaya. El tratado fué rechaza^ 
do de plano^ el país y el gobierno se pre- 
pararon entusiastas á bu defensa^ y el Pe^ 
rú, sorprendido de encontrar tanta vinli- 
dad en un pueblo que loereia envilecido, in- 
vitó á Bolivia á entrar en nuevas negocia-' 
eiones. 

Celebrado un segundo tratada en L/ima 
(Abril 19 de 1840), no menos humillan be 
que el primero, tuvo el gobierno la deíbi- 
lidad de aceptarlo provisoriamente; pero 
el congreso la descebó otra vez. 

Veíasco babía cometido la falta de fe- 
licitar á Chile por sn victoria de Ynngay 
en que se vertió tanta sangre boliviana; y 
esta aberración, y la aprobación del tra-' 
tado de Lin\a y la irresolución de su ca- 
rácter, socabaron sus prestigios y la esta- 
bilidad de su gobierno. En Oruro, se amo- 
linó en favor de Ballivián el batallón «Le- 
gión», presidido por cuatro sargentos e 
tre los que se bailaba Mariano Melgare' 



— 129 — 

ínás tavtle presidoiite ile ía República. Re^ 
primida la subievaííión' enérgicamente, el 
batallón fué quintado por inspinicicneá del 
ministro don José María Linares. Poco 
después», hallándose el gobierno en Cocha- 
bamba, los amibos del j^eneral Santa <Jrnz^ 
sedujeron el batallón nQnintoj), prendie- 
ron con él al presidente y derrocaron su 
autoridad (Junio 10 de 1841)* 

liA «Reígeneración»; Agreda y Cal- 
vo — 'Hll coronel don Sebastián AjSfreda se 
invistió del mando supremo, mientras vi-* 
niese Santa Cruz que se hallaba en Quito é 
inauguró el gobierno dé la «Regeneración»^ 
el cual no tuvo hirga ni quieta vida. La 
(í Regeneración» había nacido impopular. 

í^otosí primero, y luego Sucre, Santa 
Cruz y Tanja, proclamaron presidente á 
Ballivián* Pudo Agreda dominar estos 
levantamientos y hacer que el ex-vícepre- 
fiidente Calvo se pusiese á la cabeza del 
gobierno; mas, el célebre batallón «Quin- 
to», con cuyo auxilio había derrocado á 
Velascoj se pronunció en ñivor de Balli- 
vián y decidió la contienda (Septiembre 
22). Este general proscrito en Puno, pe- 
netró en Bolivia, anuló las constituciones 
de 1834 y 1839 y asumió la suma de loa 
loderes (Septiembre 27). 

9 



— 130 — 

Ai propio tiempo el general Velascoj 
ilesteriíido en la Argentina, apareció en 
Tapiza, donde orgHuizó una fuerza de ca- 
ballería de mil doscientos hombres. Los 
pueblos del sud i^e plegalian ya á su ban« 
dera, cuando (i amana, el sempiterno ene- 
migo de i]ol¡v¡a, atravezó la frontera, cou 
un ejército bien organizado (Octubre 2). 

Segunda invasión da Gama era. — No 
podían hallar mejor ocasión los peruanos 
para invadir Holivia, que ésta en que la 
anarquía tenía revuelto y desconcertado al 
país. Así que, sin périlida de tiempo, to-* 
marón la ruta de Huancané y Kscoma, se 
apoderaron de las provincias Septentrio-» 
nales de La Paz, saquearon vunos tem* 
píos y devastaron algunas poblaciones. 
Ocuparon despu^^a la ciudad de La Paz y 
acamparon, en seguida, en Viacha, donde 
se fortificaron. 

Actitud de Bolivia.— La invasión 
peruana llenó de indignación á Bolivia, 
que se apresuró á rechazarla resuelta* 
mente. Velasco, impulsado por el patrio*- 
tismo, cedió sus fuerzas á la defensa de la 
República de que se encargó Ballivián, y 
los partidarios de la «Regeneración» acu- 
dieron también á la salvación de la pa- 
tria* 

F]ntretanto, Ballivián procuraba darse 



— 131 — 

tiempo para recibir los contingentes ele 
guerra de la República, mediante evolu- 
ciones del caso y hostilidades á retaguar- 
dia del enemigo, que entorpecían el paso 
acelerado del invasor. 8e situó después 
en Sicasica, y tomó decididamente la ofen- 
siva. En menos de cuarenta días había 
puesteen pió de combate sus milicias. 

Combate de Jahuikcatü. r-Al dirigir- 
se á Sicasica, destacó cuatro compañías 
del batallón flcQuinto» y una mitad de 
coraceros al nmudo del coronel Herrera, 
para que sorprendieran en Mecapaca á un 
batallón peruano que hostilizaba á las au- 
toridades y familias de La Paz, asiladas 
en ese pueblo. Oportunamente anoticia- 
ílos los peruanos de la presencia de tropas 
nacionales, tomaron posiciones en Jahuir- 
catiL La refriega duró dos horas y cuar- 
to. El enemigo perdió más de una 
cuart.a parte de su fuerza; su jefe, el ge- 
neral San Román, fugó hasta La Paz en 
una caballo en pelo; y las tropas bolivia- 
nas, que atacaron hasta agotar sus muni- 
ciones, se replegaron al Cuartel geneial 
("Octubre 22;. 

Victoria de iNQAvi—Ballivián movió 

su ejército y se precipitó sobre el invasor 
en los Campos de Itigavi, Bolivia no te- 
nía sino 3,788 soldados y los peruanos. 



~ jaa — 

oruii 5,457. Así que lita gutrnllas 1 
vianiís ae pugiei'on á doscientos pasos < 
line^ pei'iiauH, Ballivián Icsilijo: <il*s 
inigos {]ue t«iioÍB al frente, (l(RapAree< 
pronto üoino Ihíí Diibes cuando las bai 
vietiio » Bl empuje del soldado Imliv 
fué imitetiioso y rompió las tilas del ii 
Bor, üui'onaiido au dijnuodo la tnáa eef 
didn victoria (Xovieinbre 18 de 1841) 
íreuerulíaiino Gamarraoajó traspasado 
dos balas. ;RH.ro deatino el auj'o: cul 
rou sus CE:nixas la tierra que tanto b 
odiado en vida! 

Quedaran en el campo quinientos m 
tos y vuiitrocientos heridos del ejército 
ruano, con más de tres mil ctiatrocie 
prisioneíos. El ejército de Bolivia i 
doscientos muertos y cuatrouieutos I 
dos. 

Ocupación db Puno y Moqdbg 

TKA.TADO D¡¡ PAZ.— El ejército de Bo 

■e dirigió al Perú, ocupó por medio 
los departamentos de Puno y Moque 
y renunciando á sus derechos de vence 
entró en aegociaciones con el vencido, 
mando luego en Puno un tratado de 
honroso para ambos Estados (Junio 
1842). 

Con la victoria de Ingavi dejó de sí 
problema la independencia de Bolivia, 



^ 133 — 

ya conquista oonstituje este primer perío* 
ido de la República. 

SE6UKD0 PERIODO 
i)esde la victoria de Ingavi liasta la. dieladura Linares (1841-1S57) 

ÜAPÍTULO 1 

Presidencia de Ballivián, — Actos legis- 
lativos,--^ Actos administrativos, — 
Las huaneras del Litoral, — Nuevas 
Dificultades con el Perú. — Motín del 
5 de Junio. — Revolución del Sud. — 
Revolución del Norte. — £11 general 
Ballivián. 

Presidencia de Ballivián. — A raiz 
del glorioso desenlace que cupo á las ar- 
mas de la República en la campana de 
Ingavi, se dejaron sentir ios trabajos re- 
volucionarios de los partidaQos de Santa 
Cruz, á quienes movía su jefe desde el 
Ecuador. Apercibido de ello Ballivián, 
apresuró su regreso á Bolivia, después de 
firmar la paz en Puno, y reasumió el man- 
do, que en su ausencia lo había ejercido 
i;n consejo de gobierno presidido por el ge- 
neral ürdininea. Convocó, en seguida, 
lina convención nacional. 



— 134 — 
Bq cato, la eoDspií'aciÓn c 

ya teoia ganado bastuute teiTC 
basaba en el asesjnnto del pri 
deBciibieria pov la trnieión Jet 
jurailoa. Balliviáti, menos gr: 
vez que en los campos de bat» 
silar á cinco ctudadftnoa en Su 
ro 16 de 1843) y dos en Oniro 
Otros fueron deateirados. 

Actos LEaiaLAiivofl. — Con 
cedentes se reunía hi eoQTeuei 
[Abril 33}, qiie aprobó los aet 
vián, lo qoofirinó en la preside 
la quinta constitución, califíc. 
íón de aOrdenama militar, qi 
podía leer al brillo de la eüpiK 

pado de Gochabambn y la co 
de Potosí, y dictó varias ieyei 
tes en materia de vialidad y c 
á las que dio más ensanche el < 
atio siguiente. 

Actos administrativos. — 
te el gobierno se contrajo esn: 
á los deberes de la administi 
muigó el código militar, fundó 
la de eadetea, oreó el departami 
ni, mandó explorar el P i leona 
ció una oficina de estadística ¡ 
ja hacienda con toda regiilarid 



— 135 — 

^t> levantado en 1845 y 46, dio á la Repú»- 

blica 2.133,893 habitantes. 

Pero (le entre estos y otros trabajos del 

gobierno, ninguno más beneficioso para el 
país, ni que hubiese contribuido mejor á 3U 

relativa prosperidad, que la implantación 
lie un nuevo sistema de enseñanza (1845). 
Debióse al ministro don Tomás Frías, por 

\o que en esa época se le llamaba «el sis- 
teuQH Frías» ; y es el qvie actualmente ri*- 
ge en la República. 

Las huaneras del Litoral.— Por 
íaquel tiempo se descubrió la existencia de 
depósitos de buano en el Litoral (1842). 
Ante semejante acontecimiento y hacien- 
xlo contraste con la indiferencia boliviana, 
la codicia chilena se manifestó eoncnpis- 
ceutc; y en ese mismo año, ayanzó sus pre- 
tensiones desde el Paposo, en el grado 26, 
hasta el moiro de Megillones en el grado 
23, 6^ de latitud austral . Inicióse así la 
cuestión de límites con aquel Estado, ba^- 
jo las condicit^nes más favorables para Bo^ 
livia, por el buen derecho que le asistía, 
sin que nadie, en ese tiempo, hubiera sos^ 
pechado que concluyese tan desastrosa- 
mente para la vida y el porvenir de la Re- 
públitca. 
Nuevas dificultades con el Perú.— 

Prevenido naturalmente el Perú contra el 



— 136 — 
Tencedor de Ingnvi, conspiró 
por derrocario, constitiijenilo á 
dos diplomáticos cu iigenl«8 r 
rios. Lng relaciones entre aml 
noa se entorpecieron en su co 
Kt Perú subió las tarifas adnai 
Y¡r'M, decreLó en reCoraión, non j 
ftbaoluta [Abril 26 de 1847] 
parecía inevitable y se Imc 
aprestos bélicos un uno y oti'o ] 
do loa distnrbios internus de 
nieron á conjurarla. Las dife 
el Peni tei'miiiaron pues, por w 
reeípioeas ventajas, celol)r!ido 
pa rNoTÍei.,bre íj. 

MotIk del 5 DE Junio. r-Iii 
el eoronel don Manuel Isidoro 
tigado \ior un acto de indisciii 
Tlr de Último soldado en el bata 
to», sublevó. Una noclie, este 
Obrajes, soi-prendió Inegoal-bat 
to» en la ciudad, j puso en fu) 
denle [Junio 5]. La oporLnne 
del coronel Mariano Ballivián 
del presidente, reaccionó á la tr 
do el conflicto, comenzaron las 
nes, y dos oficiitles rindieron la 
patíbulo. Al pi-opio tiempo sei 
ron las resistencias i]ue habin 
el país, el carácter riolento y 



— 13" - 

{íe Balli\¡áii, .--olneviniendo luego sti 
eaida. 

E.KVOLUCJÓN DEL SUD. — Los pueblos de! 
suO dieron el primer grito de insurreccióny 
proclamando la constitución de 1839 y la 
presidencia de Velasco [Octubre lO}. Ba-» 
Ilivián con su característica activida<l y su 
índole iuipetuosa, asumió la dictadura, fu- 
siló en Potosí á tres individuos sindicados 
de espías, y desbarató el ejército revolu- 
eionario eu los combates de La Lava 
[Noviembre 6] y Viticht ^Noviembre 7), 
habiendo hecbo una campaña de más de 
ciento treinta leguas en quince días. 

RevolüCJÓn dkl NORTB.-^Pero el país 
se había declarado abiertamente contra la 
subsistencia de Ballivián en el gobierno. 
Apenas vencida la revolución del sud, apa- 
reció Belzu en el norte, y aunque sufrió 
nn contraste en el combate de Huarina 
(Noviembre 25), pudo ap^itar la plebe de 
La Paz, y el batallón «Diez» proclamó á 
Velasco ( Diciembre 17). 

Ballivián que se hallaba en Sncre, ex-> 
clairó; «¡Vamos á revolearlos comeen Vi- 
tichií» Pero, comprendiendo luego que 
no era patriótico ensangrentar toda vía más 
al país por obstinarse en conservar su per- 
sona en el poder, dimitió el mando eu ma^ 
nos del general don EusebioGuilarte, pre^ 



— V-iH — 
%iik'iit(.> <l"l ('fiMKejo de Kfltado < 

Ki, (ií;heiul Bai,i.ivián.— 
ll.Llliviáii fué UR iiiililnr Imivo 
faiiy tlcctilklo por <jl progi'eso de 
j ODtusiiisttt priimovedor de re. 
toilu oi'deii. Amigo de luE luce 
hoinbi'es de valer, no hiil>rla de» 
de'Ounlento del país, &\ ¡a viole 
taiiei'iu d<t SIL cai'„cier, envaneoid 
poi- 8US litiiloü de vencudor de 1 
le liubtesebeciiooIviilHrqut!, ál< 
se les cojidiiue poi' el camino d 
tad, sin uteutar jaraáe á auB fne 

Después de au abdicación y t 
camino del extninp:ero, peimtint 
tieii)[jo en Oliíle y \aego en Ri( 
donde miii'íó á la ediid de nuaroi 
años (1652). 

CAPÍTULO 11 

Gobierno de los diez días. — Ct 
sidencia de Velaeco; Olañt 
zu.- — Sublevación de Bel: 
persión del congreso. — Yo 
'-^El general Velaeco. 

GoBlBRtlO l>li 1.08 DIEZ DÍiB.- 
neral (iiiilnrte invenlido de una antoridRiI 



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— 139 — 

&ii:ieiiazadH por todas pHiteB de conatos re- 
volucionarios y en wi propósito de conju- 
rarlos, se apresuró á amnistiar á los per- 
seguidos y emigrados políticos, cambió el 
personal de los prefectos, convocó á elec- 
ciones y se dirigió al norte. Vano empe- 
ro >. Tia revolución se venía como un to- 
rrente. 

fin Villcapugio se le defeccionó un re- 
gimiento de coraceros proclamando presi- 
dente á Belzu; y en Cochabamba se pro- 
dujo un prouunciamient® análogo. En So- 
rasora descubrió el plan de una gran se- 
dición en el ejército. Para amedrentar á 
los conjurados fusiló un oficial, y pasó á 
Oruro; pero la rebelión estalló al siguiente 
día ( Enero 2 de 1848). Guilarte huvó al 
Perú. 

Cuarta Presidencia dk Velasco; 
OlaSeta y Belzu. — Rehusó Belzu la 
presidencia y proclamó á Velasco, quien 
por cuarta vez se puso á la cabeza de los 
destinos de la República (Febrero 4). Con 
el fin de dar fuerza á su autoridad y no 
hallándola en la constitución de 18B9 que 
le había servido de bandera, el nuevo jefe 
del Estado se declaró dictador, hasta la 
reunión del próximo congreso. Organizó, 
además, su gabiuete, en que figuraban dos 
entidades opuestas y rivales, igualmente 



- uo -- 

rmlikinsii^ Ó iguiiltnetile peligrosas para 
]t<3|iÜ1>1icu: el doctor OtañetA y el genei 
BeJzu. Más perspicaz el soliludo que 
letra<lo y con loe preatífrioa de una ivp 
tacióii militar bien aijentada, ae ganó pro 
lamente ius BÍmpatías popiiinree, que pa 
BU émulo fueron hiiriififla; pero, uno j oti 
perBigiiiemlo el poder, deaplegando ea 
cual lina política distinta j haciendo va 
eeneilile bu antagonismo, hicieron pertj 
al guliierno Bu unidad deftcción y anarqi 
zaron el piiía. 

SüBI.BTiCiÓS DE BbLZI!. — Reunido 
coní£ii-po extvíiordinario (Agosto 6) q 
n^füinió )a constitución de 1839, fuer 
aprobado» los actos de la dictadura y co 
firmado Velasco en la presidencia. Pi 
eeguia el congreeo bus labores legisla 
vaa, cuando laa fuerzas de Oruro se pi 
nuncinron en favor de iíelau. Intima 
éete ¿ ]termanecer al lado del gobierno, < 
claió rotos sus compromisos y ae dirij 
clandestinametite al seno de los sublevadi 
DiíPERSiÓN DEL Congreso. — La ret 
lión abarcó La Paz y Cocliabamba. \ 
lasco delegó su autoridad en el doctor •! 
a\ Maria Linares, presidente deJ congrc 
para atender á ' las operaciones mili 
res (Octubre IS). Al diíi siguiente el I 
tallón «Carabineros»), subleva<lo oq Toi 



_J 



— 141 — 

la, ata<;ó la capital j dispersó al congres©, 
Velasco y Linares fugaron á Potosí. Coh 
las fuerzas del orden de esa ciudad, acó- 
metió YeUvsGO, algunos dias después, en 
Quirpinchaca á los dispersadores de la ire* 
presentación nacional y los escarmentó de- 
bidamente (Oetubre 18). 

Yamparaez. — Con todo, la revolución 
<ie Belzu crecía y se extendía «en la Repü- 
blicn. iSe succedieron muchos pequeños 
encuentros entre las fuerzas del gobierno 
j las partidas belcistas, hasta que en 7«m- 
paraez libraron reñido combate, Velasco y 
Belzu con el grueso de sus tremas. La vic- 
toria estuvo indecisa por algún tiempo, pe- 
ro luego se inclinó en favor de Belzu ^Di- 
<5Íembre 6 ] 

El general Velasoo.— Don José Mi- 
guel de Velasco, uno de los caudillos más 
populares de la República, por cuatro ve- 
ces presidente de ella y <5uyo nombre apa- 
rece tan frecuentemente repetido en la 
historia, no era con toilo ni tra gren sol- 
dado ni un gran estadista; no tenia ni la 
energía del mandatario ni las dotes del je- 
fe de partido; pero con nadie, como con él, 
mostró tanta constancia el aura popular, 
ni nadie como él se preocupó menos por 
tenerla de su parte. Velasco era senciíla- 
tiiente una medianía con reputación de 



— 142 — 

houra<lo y de valiente, y acaso á la aso* 
ciacióu, en su persona, de estas virtades, 
•a una época escasa de hombres probos, 
debió la persistente confianza de* los pue- 
blos. Murió en Santa Cruz [1859]. 

CAPÍTULO líl 

Belzu pre8Íd€nte.-y^Resistei7eias arma-^ 
das, — Política de Belzu, — Atentado 
del 6 de Septiembre, — Trabajos le- 
gialativoa. — Nuevas resistencias; di- 
misión de Belzu. — Actos administra^ 
tivos. — Relacionen exteriores, — El 
general Belzu, 

Belzu presidente. — Belzu adoptó la 

constitución liberal de 1839; pero coioo se 
sintiese abandonado por los hombres de 
distinción, se echó en brazos de la plebe 
que fué en adelante su sostén. Algo más 
que el despecho, como se ha creído, había 
en el fondo de esoa política iniciada por el 
caudillo de Yamparaez. Su revolución 
era una reacción contra el régimen im- 
plantado por Ballivián. Al ballivianismo 
que había manifestado tendencias aristó- 
cratas, se le oponía el bélcismo desplegan- 
do la bandera de la democracia. 

Resistencias armadas* r-Poco tarda- 



t'^- 



-^ 143 — 

Vt>h los aiDigós de Ballivián en levantarse 
casi sironltáneHiuente á favor de su eandi- 
lio, con las guíirniciones de Oruro [Marzo 
9 de 1849] Coehabamba [Marzo ll] La 
Paz y Potosí (Marzo 12). Pero el popu* 
lacho en todas partes salió en defensa del 
gobierno y ahogó con furor la insurrec* 
ción, desbordándose luego y saqueando las 
Casas de ios ballívianistas en La Paz 
[Marzo 12 y 13] y Ooch.ihamba (Marzo 
17). 

El general Velasco, de su parte, con 
una columna de Sucre que se puso á sus 
órdenes tomó Tarija después de un comba- 
te en Sania Bárbara, FJl general Agre- 
da, que continuó con la campaña, atacó 
vanamente la casa de moneda' de Potosí; 
no pudiendo rendirla «vanzó sobre Ooclia- 
bamba y dospués de varias escaramusas y 
de haber recibido un refuerzo de oocha-^ 
bambinos, fué batido en MontPcUlos por 
las tropas del gobierno [Mayo 8o], 

Por ültiir/o, el general Guilarte sublevó 
ia guarnición de Cobija, la que d( spués de 
cuatro días volvió contra CiuilaTte y lo 
acribilló á balazos [Junio 1 1]. 

Política db Belzü . r-Tantos movi- 
mientos, aunque debelados sin grande ni 
mucho esfuerzo, exasperaron profundamen- 
te á Belzu, quien abrió una época de te- 



— 144 — 

rror entre sos opositores, á la par qtre Stf 
granjeaba la ardiente adhesión de la pleber 
j la firme lealtad de sus soldados. Re^ 
posando la seguridad de su poder en esto» 
dos elementos, convocó al Congreso que se 
reunió en Sucre el 6 de Agosto de 1850 y 
en el qu« na faltaron algunos diputados 
independientes. 

ÁTlfiNTADO DEL 6 D£ SePTIEMBRB.-^ En 
esto el coronel Agustín Morales acompa- 
fiado do dos individuos, ncoiuetió á Belzu 
en el prado de Suere, dejándolo por rouer- 
io [Septiembre Gj . Estii acción lepugnó- 
á todos j sus autoi*es tuvieron que em- 
prender la fuga. 

El consejo de ministros presidido por el 
sanguinario general Teüez^ se extremó en 
6tt saña contra los que creía cómplices ó 
instigadores do este crimen: proscripcio- 
nes en masa, persecuciones, visitas domi^ 
eiliarian, nada omitió el terrible conssjo: 
hizo rodar en el patíbulo las cabezas del 
eorouel Laguna, presidente del cenado y 
de don Benito López, cuñado de Morales, 
y sembró el espanta en muchos diputados 
y el pueblo de Sucre. 

Allí lució su valor civil el di[riitado Eva- 
risto Valle. Cargado de barras y trans- 
portado en hombros por un coracero parí" 
qne prestara su indagatoria ante el consc 



r 



— 145 — 

JO (le *¡;uonu, el coracero se sintió rendido 
eí>íi la carga y exclamó: «¡Pesa usted mu- 
elu>, señor!» — '«Bien, soldado» repuso Va- 
Me; «acn u'datedeesto para decir á la pos- 
teridad, cuánto pesa un diputado liberaU. 
Vil cougieso fué disuelto por una com- 
pañía de soldados. 

Trabajos legislativos. ^Restableci- 
do Belzu de sus heridas, prosiguió con en- 
cono la persecución de sus enemigos y 
convocó en La Paz una convención nacio- 
nal (Julio 16 de 1851) la que sancionó la 
sexta coiistitucióri, muy semejante en sus 
defectos á la de 1843 y que dictó la bue- 
na ley que regla el recurso de nulidad. 
Nuevamente reunida la convención en Oru- 
ro, desaprobó un Concordato celebrado 
por el general Santa Oruz, encargado de 
negocios de Bolivia, por lesivo de los de- 
rechos del patronato. 

Nuevas resistencias; dimisióK de 

Bklzü. — Nuevos aunque infructuosos le- 
vantamientos vinieron á turbar la presi- 
dencia de Belzu. Habíase hecho jefe de 
los descontentos el doctor Linares, el más 
formidable enemigo del belcismo, que le 
había de disputar el poder á sangre y fue- 
go. Penetró en el territorio con los emi- 
grados en la Argentina: las fuerzas del go- 

10 



~ I4fi — 

. Iiiurtiii, ni iDHniIo ilcl cnruiiel ilun J 
Cjrilovii, lo batieron on Mojo (Julio ! 
18.').1). En Saiim Cruz se robelaion 
l>U*i) 1(19 itiitoriilRilea por Uos ovnsioiie 
rn fiiüroii piiestna en ilispei'sión ( Kiiei 
lie 1854). Afreboiidiilo en C'ochalu 
<f senleiici:iilD á luiieite con ente mati 
coronel Muiinno Melgiirtiju, Belzii al 
gikriQ k vÍiIr por iafliijoa ile nquel v 
<liirJo, exclamó: sYa Be arrepentirá 
chabamlia üe huber Íntcrce<liilo po: 
hombre peÜgroco» ütrii vez aparecí' 
nares por la frontera peruana. I'iiilt 
iietrar iiaata Achacauhi, pero fneron 
tile-! sns esfnerzoB (tinero 1854). I<c 
gimientos 1.° y 2." proclamaron en P 
y Paria presidente al general José J 
<lc Achñ fNovienitn'o 14). Una descaí 
>la cntnpnña qne terminó en el encn 
lie Sutimarca con la Jiiisión ile Cói 
(Diciembre 1.") obligó á Acliá á reti 
hasta el Perú donde liGenciósus tropas. 
montonera linariata Je más de cien hoo 
organi^da en Cetagaitapor el coronel 
María Cortés, fracasó después de uaan 
ga en ^occ/noco (Diciembre 9). Bel; 
sintió causado da un poder que lo ten 
perpétna campaña y dimitió la presidí 
ante el congreso extraordinario reí 
en Oniro Febrero de (1855). 



— 14T — 

Actos administrativos. — Pooos fue» 
ron y de escaso valer los trabajos del ^o- 
bienio de Belzu, en los ramos de la admi» 
pistración: mandó revisar los códigos ci- 
vil, penal y de procedimientos; acometió 
la reforma del código militi^T; dictó un nue« 
vo código d© minería y una nueva ley de im- 
prenta. La hacienda dirigida por un hombre 
eminente, don Rafael Bustillo,fucmanejada 
con bastante regularidad. El censo de 1854 
dio por resultado 2.326,126 habitantes. 

Relaciones internacionales. — Las 
^relaciones con el Perú, no fueron cordia- 
les. Belzu que protegía al general Cas-».^ 
tillo en sus conspiraciones contra el go- 
bierno de Echenique, expulsó con este mo- 
tivo al ministro Paredes, encarorado de ne- 
gocios del Perú; y al ultimátum que este 
acto provocó de parte del gobierno perua- 
no, respondió con un decreto de interdic- 
pión absoluta y con un paseo militar á Oo- 
pacabana, «paseo de Valientes» como di- 
jo, cruzando territorio del Perú. El triun- 
fo de Castilla restableció la armonía en- 
tre ambas repúblicas (1855), 

El general Belzu. — Don Manuel Isi- 
doi'o Belzu, á quien sus contemporáneos 
han juzgado acerbamente, era un carácter 
dominador^ suspicaz é impetuoso, fuerte 
pn sus resoluciones y desprovisto de cul- 



^ 148 — 

tura intelectual; pero sabía atraursu i a \(^ 
lunbad de las masas coa su mano franca y 
derrochadora; ensoUerlíeció á hi plebe cons*- 
tilnyéndoia desdo entonces en un factor 
políbico decisivo; y oponiendo, sin educar- 
lo, ese poder torpe y rudo al poder sensa- 
to y reflexivo de la gente ilustrada, ha de- 
jado la simiente funesta de la oligarquía de 
las muchedumbres, que muchas veces se luí 
enseñoreado del pais como adora incouSí- 
ciente de aberraciones, « La aparición de cf- 
te poder formidable!), decía al despedirse 
del gobierno, «es un hecho social de erainea- 
te traseeadencia». De trascendencia per- 
niciosa para el país, desgraciadamente. 

Algún tiempo permaneció Bel'/.u en Ku- 
ropa^ como representante de Bolivia; vuel- 
to de allí en 1865, levantó el pueblo de 
La Paz contra Melgarejo, y murió al fi- 
nalizarse el combate y cuando ya Ja yic*- 
toria le sonreía. Había nacido en 1808, 

OAPlTÜLO IV 

La ^Hrasmisión legaV^ ; presidencia de 
Córdova, -— Diversas insurreccio- 
nes. — La campana de Septiembre, — 
Movimiento administrativo. — El ge- 
neral Córdova. 

La «trasmisión legal»; priosidencia 



s*-— — 



— 149 — 

a)B OÓRDOVA. — No las influencias perso- 
'Siales de Belzu, sino las de su partido, fra- 
tguaron los escrutinios electorales en favor 
<lel general don Jorge Córdova, hijo poK^ 
tico de aquel, en quien se hizo la ctrasmi- 
•:sión legal de la presidencias, así llamado 
'ese acto por sus partidarios. 

El nuevo gobernante abandonó á sus mi- 
•^nistros la dirección de la República, y to- 
da su intervención se redujo á moderar las 
?medidas rigumsas y templar con su ingé- 
tnita benevolencia la exacerbación proéu- 
•cida por el anterior despotismo. Pero el 
tpartido que lo rodeaba era el mismo que 
tiabía sei-vido á Belzu, y subsistían las 
♦causas de la resistencia y el empeño de 
ilos hombres -que la agitaban. 

DíVE'RSAS íNSüRRECCiONE8.-~Así, an- 
otes de un mes de ia oiganización del nue- 
vo gobierno, recomenzaron las insun^ec- 
^iones en favor del doctor Lmares, el im- 
g>racaWe enemigo del belcismo y que per- 
regiría la presidencia con tezón inaudito. 
Iniciáronlas dos generales, Lanza en las 
«proPincias de La Paz, y Avila en Tari ja, 
-envidiosos ambos de la prematura exalta- 
ción del joven Cordová. Pero la reVolu- 
<íión fué vencida, y «us jefes indultados de 
la pena de «muerte á que fue^ran condena- 



^ 150 — 

Otras conspiraciones más sofocó el go^ 
bierno, coronando siempre su buena estre-* 
Ha con decretos de perdón, hasta la reu^ 
nión del congreso ordinario de 1857 ( Agos* 
to 6) en que algunos diputados de la opo- 
•ición, hicieron fanfarrón alarde de inde- 
pendencia j altanería. 

La. campaña de Septiembre.— Sesio- 
naba el congreso en la capital, cuando apa-t 
recio en Oruro el doctor Linares, apoyado 
«por el escuadrón de artillería (Septiembre 
8). Con rara actividad organizó un ejér- 
cito; y mientras que el gobierno, fiado en 
la supeiiohdad del suyo, descuidaba proi 
veer á su seguridad, Linares pasó á Co- 
chabamba, donde se atrincheró. Por fin 
se presentó Córdova con sus fuerzas de-i 
lante de la ciudad, que hizo una heroica 
resistencia de tres días, y viendo difícil la 
empresa de tomarla, sin embargo de tener 
las muchedumbres de su parte, tocó retir 
rada á Oruro [Septiembre 29]. 

Entretanto, la revolución había cundido 
en el norte y sud. Una división organi- 
zada en lia Paz batió en Legue á otra del 
gobierno [Oetubre 14], y las fuerzas revo-s 
lucionadas del sud, dispersaron en CuchU 
huasi & las columnas de gendarmes de Po- 
tosí y Suci-o [Octubre 20]. Üórdova abandüT 
nó el gobierno y fugó al Perú (Octubre 21), 




151 -- 
Movimiento administrativo — El mo* 

vimiento adinÍDistrativo de este gobierno 
filó insigniíicante: algunas disposiciones 
de hacienda, la crehción de juntas inspec- 
toras de obras públicas á falca de munici^ 
palidades, la de sociedades protectoras de 
instrucción, etc., etc.. Ni el tiempo ni la 
competencia acompañaron al gobierno eu 
su misión. 

El general CórdoVA.— Don Jorge 
Córdova no tenía ni por su educación, ni 
por su índole, aptitudes para gobernante. 
í)andoroso y sencillo, perezoso é indolen- 
te, menos ávido de gloría que de placeres, 
ni comprendía la ardua misión del hom-^ 
bre de Estado ni los altos deberes de la 
magistratura. Subió al poder sin aspi* 
tarlo, y descendió de él sin lamentarlo. En 
su proscripción, al consolar á sus compa- 
ñeros de infortunio y de pobreza, solía de- 
cirles: «Hay que pasar por todo en este 
mundo, ¿Nó me han visto acaso pasarla 
hasta de presidente de la República ?d 

En 1861, á su vuelta del ostracismo, 
murió trágicamente en la célebre matanza 
del Loreto [Octubre 23]. 



— 152 — 

nacEt mi«iio 

Desde la dietadira Liotres ha&ta el sevenio (I.^i7-1864^^ 

CAPÍTULO I 

¡dictadura de Linares; Ichores admf^ 
nistrativas, — -Política de la dictadn" 
ra. — Revolución del 10 de Agosto; 
otras revoluciones. — -Diferencias con 
el Perú, — Impopularidad de la dic^ 
tadura, — El golpe de Estado.-^-El 
doctor Linares, 

- Dictadura db Linares; laboues ad- 
lllNIS'rRATlVAS. — Rojeado del aura popii-- 
^av jf ayudado por toilos los hombres de 
vnler j distinción, se presenta ijinare» en 
el sj©bierrK>, rcauolto á destruirlo todo y 
ImceiJo todo de nuevo. fín efecto, con 
una actividad nerviosa y uyu<lado eíicaz- 
mente por sus ministros, puso en planta 
todas las reformas que habia lucubi*adosu 
mentó durante el largo período que persi- 
guió el poder: formó un nuevo ejército, 
limpio de vicios; creó el ministerio de fo- 
mento lí obras públicas; instituyó el con- 
sejo de Estado como cuerpo coneultivo; 
distribuyó el tyrntorío on treinta y dos 



— lo3 — 

eircunseripcioiHís Ó ¡efa: uras políticas eíf 
intelijujencia direeiíi con el í;ob(Mno, cen- 
tralizando así la atlministración, al miísmo 
tiempo qne restauro Ims miiiiicipMlitlades 
bajo su forma más descentralizada; pnso 
en vigencia nna nueva ley de organización 
judicial, un nuevo código de procedimien- 
to criminal, una ley su]) ementariade pro- 
cedimiento civil y otra de juicios conten- 
cioso administrativos y de juicios coacti- 
Vos; intíodujo la economía en el presu- 
puesto; redujo la dotación de los altos em- 
pleados del l^jecurivo; estableció una co- 
misión liquidadora de deudas . públicas; 
creó dos distritos minerales, uno en Pote- 
sí y oiro en Oiuro, con sus respectivas cá- 
maras; suprimió el banco de <|UÍ!ins; le- 
o^lamentó las sociedades anónimas: mandó 
la fundac;<)ii de grandes seminarios en ca- 
da diócesis para la instrucción y reforma 
del clero ya foimado, etc ,etc., medidas to* 
das bien Ó mal aconsejadas, que produje- 
ron naturalmente resultados diversos, pe- 
ro que también abonaban la eontratícirny 
lal>orio^;idad del gobi- rno. 

Política de la dictadura . —Mas, el 

país no se dejó seducir con ellas. íjina- 
res había traicionado sus principios cons- 
titucionales y las aspiraciones leiialistas do 
la nación, ajíumiendo la <lietadura;y cuan- 



IiIiiikIíú i'l litigo "leí il(!S|)nl 
oapiiiiliis, muC<> lu lilici'tiiil 
ttiblociii tribiiLiiiloii lie lüpi'i 

aliogt) en terror y en aiingi- 
ciónos ilfsoaptrailikj Jeideí 

pimcioiifs eiii))«i^itr»ii ti ur- 

KkVOHJCIÓ» DBL 10 D!' 
I.a Pmz, resiileiini:i ile ladií 
p(> lia conjui-mliJH loinó el 
iJillón iipj'iuii.TO). Rvsíii 
con lu itreHoiiciii dol corone 
muerto iil cnbecillrt ;<iirireMt 
to Quilos, los (iumiiií uonjn 

iIe>I pahicio, donili! rcgiitia 
^uneriil t'niili-ni^ui y 'i<> O' 
pereíui'oii ilüspués a lus ik'i 
IiÍko lu giiiLrdi» (leí dtobido 
riero.1 nlgmioa (Agosío 10 
Fuera de ai el dictiulor 
corüriej Ortiz cómplice lhi 
envió al patíbulo; pci-o li 
ciül, oniiiirgudo de Ib ejeci 
orden por escrito, dio tic 
empuño^ «.le liombres íntliit 



— 1 • >i) — 

OigüniZ'iionsu en scí;'iiÍ(1:i los p' ociosos, 
y nieion conilena<ios á muerte (íieziocho 
reos, entre los que se contaban dos muje- 
res y un religioso, el padre franciscano 
fray Manuel Pórcel. ÍOn el seno del ga- 
binete hubo empate para confirmar la sen- 
tencia; mas, el dictado- lo dirumió en sen- 
tido afirmativo. En esta virtud y después 
ele obligársele al obispo á ejecutar la pe- 
nosa ceremonia de la degradación del re- 
ligioso, fueron pasados por las armas, és(e 
y cuatro reos más, conmutándose la pena 
de los otros en diez años de presidio (Sep- 
tiembre 1 .**) 

La dictadura creyó haber hecho un es- 
carmiento, y sólo consiguió irritar y en- 
sanchar á la oposición y hacerla más com- 
pacta y resuelta. 

Belzu y Oórdova, que se hallaban en 
acecho, destacaron ent(uices desde la fron- 
tera poruana dos expediciones, de las que 
la primera fué dispersada en Fucarani 
(Agosto 24) y la segunda comandada por 
el general Agreda, que pudo avanzar has- 
ta el Calvario de La Paz, fuá batida por 
las tropas de la dictadura, á pesar de su vi- 
gorosa resistencia (Febrero 28 de 1859 . 

DiFKKENClAS CON EL Perú.— La dicta- 
viura creyó ver la mano del Perú impul- 
sando y protegiendo estas expediciones, y 



— 15(3 — 

<1 iridio por Unto su reclamación, qno oí 
gobierno peruano fn¿ omiso en at<^nderla, 
alepiiido que de su parte tenía pendientes 
fj^raves cargos contra Bolivia. La tiran- 
té-* de las í elaciones de ambos países fué 
hastii obliíí/r á la dictadura á decretar la 
¡ntenlicción absoluta con elPeiú y á pre- 
pararse para la guerra imponiendo al país 
fuertes contri biicione-í (Mayo 14). Mas, 
como el país no acoí^iera con entusiasmo 
la guerra, tuvo que derogar su decreto y 
mantener tan sólo la suspensión de la amis- 
tad entro los respectivos gobiernos (Octu- 
bre 1?;. 
Impopularidad de la dictadura.— 

Impopular v resistida la dictad ura^ pron- 
to se vio an)agndH más fuertemente por las 
rebeliones. En r*otosí, se sublevó la guar- 
nición contra el jefe político coronel don 
Narciso Campeio, quien arrastrado al pa- 
tí bulo, afrontó con rara entereza las des-^ 
cargas de fusilería con que quisieron ame- 
drentarlo para arranearle la orden de ren- 
dición de la casa de moneda (Noviembre 
22j. En Santa Cruz, una revolución de 
major gravedad, encabezada por el coro- 
nel Martínez y don Diego Povil, proclamó 
á Belzu y se extendió por las provincias 
del Acero, (Jordillera y Vallegrande (Ma- 
yo 10 do 1860). El general Achn, uiinis- 



- 157 - 

tro íle la guerra, tuvo que marchar á de* 
l>el;iria con una división: Jibró combateen 
«1 Parí, j puso en fuga á los revoluciona» 
4os (Julio 4) 

El espíritu de insurrección invadió tam- 
bién ai ejército: descubierto un plan en que 
se hallaban comprometidos los escuadro- 
líos de caballería «Bolívar» y «Sucre», es- 
te Último logró defeccionarse (Septiembre 
i 2). El brazo de la dictadura cayó terri- 
ble sobre los insurrectos: trece sargentos, 
sacados á la suerte de entre un numeró 
considerable de reos condenados á la Últi- 
ma pena, fueron pasados por las armas. 

Este castigo no impidió, «in embargo, á 
<}vie una nueva incursión belcista invadie- 
se la frontera, Íiac ¡endose preceder por una 
sublevación de indios. El coronel Nica- 
nor Flores, al mando de Jas fuerzas dicta- 
toriales, les dio una batida sangrienta. To- 
mados prisioneros el comandante de la ex- 
pedición coronel Quintín Que vedo y sus 
compañeros, fuei'on condenados á muerte 
siete. El dictador supo reprimir en esta 
vez su zana, y les conmutó Ja pena en pri- 
sión y confinamiento. 

Fin de la dictadura. —Con todos esr 
tos antecedentes, la dictadura parecía to- 
<car á sn fin. En efecto, en la madrugada 
<lel 14 de Enero de 1861, los ministros 



— 158 — 

Rupoito Fernandez y José Maiia de Acbá 
y el comandante de armas de La Pa%, Ma* 
Duel Antonio Sánchez, puestos á la cabe- 
za del ejército, desconocieron la autoridad 
de Linares y se constituyeron en junta 
gubernativa, fil dictador había caido 
traicionado por sus favoutos. La con 
ciencia nacional repudió la tiaición, pero 
aceptó la revolución. 

El doctor Linares — ¡ Pocos non.bres, 
como Linares, colocados bajo las mas fa- 
vorables condiciones para hacer el bien de 
la República! Dueño de la opinión y del 
concurso intelectual del pais, amtido y re- 
verenciado, pudo realizar, en la medida de 
las posibilidades humanas, las aspiraciot 
nes de la nación que eran las suyas pro- 
pias, con sólo el ejercicio racional de la 
magistratura dentro de la esfera de la li-^ 
bertad. Mas, el hombre, impaciente, en* 
simismado, irascible y sanj^uinario, quiso 
refrenar los vicios de la República, deseo-» 
nociendo de su parte todo freno. La his- 
toria ha aplaudido su administración y 
condenado su política. 

El ex-dictador tomó el camino del des- 
tierro y murió en Valparaíso nueve meses 
después (Octubre 6 de 1861). Había na-» 
cidoen 1810. 



CAPÍTULO lí 

Oobierrto del triunvirato. — La Asani- 
Idea Constituyente; presidencia de 
AcJui. — Las matanzas del Loreto, — 
Jornada del ^3 de Noviembre.-^Re* 
voludones contra Achá^ 

Gobierno del triunvirato.— Ijlamó* 
se «Golpe de Rstudo» al suceso que echó 
abajo la dictadura; y sus autores, consti- 
tuidos en gobierno, persiguiendo cada cual 
la presidencia y desplegando una política 
templada y conciliadora, convocaron urt 
congreso constituyente, después de haber 
tísplic.ido las causas y motivos que losim- 
pu'saron para derrocar al dictador. El 
«triunvinitoí) duró apenas cien días. 

La asambi.ea constituyente; presl* 
DENCiA DE ACHÁ. — Reunida en La Paz la 
asamblea constituyente (Mayo l,^ de 
1861) eligió presidente provisorio al gene- 
ral Achá y dictó la séptima constitución 
de la República. Dictó, además, una ley 
de imprenta y otra sustituyendo el impues- 
to catastral á los diezmos y primicias; de- 
rogó varios decretos de la dictadura sobre 
arreglos eclesiásticos y dio un decreto de 
amnistía, declarando, asimismo, que el 



— 16U — 
íriiÍDVirato había mei'ecíili) bien ilu ta [>»' 
trift. 

Las matanzas n£\, IjOrkto. -Hniiióii- 
dosp üirigido el golnemo á lit ™pit«l, qim- 
dó en U Paz como jefe de urmas el coro- 
uel Plácido Yañez, ardiente eucuiigo del 
belcismo. Receloso de este pnitido cuco^ 
hombree priueipiiles, incluso Córdovu, íiii- 
bfnn TLielto á la putris, mandó t)rre8l4ii'loB 
yjnzgarlos. 

Kn la noche de'l 23 de (íctuliro, sintióse 
DQ lijero desorden en Iti pliiz:i, freiile iil 
Loreto que servia de prisión á ('órdovn y 
algunos de sus compañeros; y sea f|iie fue- 
se el principio de un tnmnlto popii|j>r, co- 
mo (fuiso hacer entender la autoridiul Ó 
ana farsa fraguada por ésta niÍRinn, iiüino 
denunció la voz pública, es lo cierto qne 
Yañeü se precipitó en loa prieiones y or- 
dena el exterminio de los nrreetados. 
Veintitrés individuos, muchos de éstos ]iey- 
sonajea de vitlía y con olloa Córdovn, fue- 
ron pasados por las armas, reproduciéndo- 
se las espantosas escenas de nna abomi- 
nable barbarie. 

Jornada del 23 dk Noviembre. — La 
ciudad despertó horrorizada é indl¡rnndn, 
clamando venganza para tanta SHngre ino- 
cente. Medio batallón del «segundo», 
acantonado en Acho-;alla, acudió en rea- 



— Í6I — 

gtianlo ilel ovdcn; á poco llegó de Orara 
el batallón «tercero», peio con miras dis- 
tintas: veuía de acuerdo con el miiiistro 
Fernandez para pronunciarse contra la 
autoridad de Aehá; y éste» bajo una situa- 
etóutan escalnosa, abandonóla capital pa- 
ra dirigirse también al teatro de los suce- 
sos. 

Al mes cabal de las «ya tanzas de Ya* 
ñez, el batallón atercero» con su jefe el 
coronel Baka, atacó el cuartel del «se- 
gundo» que hizo una. denodada resisten- 
cia, y después de un combate sangriento 
en que el pueblo ayudó al agresor supo- 
niendo que así combatía contra Yañez, el 
batallón asegundo» fué deshecho y su pun- 
donoroso jefe el coronel Cortés fué muer- 
to. Convencido el pueblo de su error, se 
arremolinó en torno del palacio donde es- 
taba Yáüez. Este militar, valiente á to- 
lla prueba, se aterrorizó, buscó la fuga, tre- 
pó á los tejados, y allí le alcanzó una ba- 
la, desplomándolo en seguida al patio de 
una casa vecina^ El furor popular.se apo- 
deró del cadáver y lo escarneció con in- 
fernal algazara, arrastiándolo por las ca- 
lles (Noviembre 28). 

Achá llegó de Oruro cuando todo había 
terminado. 

11 



_ 162 — 

Revoluciones CONTRA AcHÁ,— Eñtr 
tnnto, los trabajos revoluctonarioa de Fe 
niiDilez, que en La Paz tuvieron ud de 
eiiFuco tnn inesperado, estallaron en Siic 
(iS^oviemhre 30); mas, eus fuerzas, al pr 
tender ocupar Poto.ií, fueron batidas (D 
ciambre 3). 

Poco (leepiics, la guarnición del iui«u 
Suero 80 pronunció por Belzu (Marzo 
de 1862); atacó Potosí y tomó la plaj 
después de un comba(« eu la Tejería (Ma 
zo 14). Una divisiÓD que marchó de 1 
Paz, comandada por el general Pérez, re 
tauró el orden en la jomada de JUesi 
verde [Abril 3]. 

Elegido presidente constitucional el g' 
neral Achá por los colegios eleetoi-ale 
fué proelmnado tul por el congreso (Ago 
to 15), A consecuencia de esto, el gem 
ral Pérez, que babía terciado en la ele< 
eión y de quien la oposición había hect 
su corifeo, se revolncionó en La Paz ce 
parte del ejército, que como jefe supi 
rior del norte, tenía ¿ sus ordene 
[Afíosto 18]. La revolución era popnli 
y ce extendió nipidamente hatita Orí 

1^1 congreso suspendió sus sesiones,;' 
gobierno emprendió campaña con Iílb e 
casas fucrzns que se habían mantenió 



— 163 — 

leales y una división que se organizó en 
Cochabamba. 

Avistados los dos ejércitos en los llanos 
de San Jiian, el jefe de la revolución re- 
chazó con arrogancia, seguro de su triun- 
fo^ las proposiciones de paz que le dirigió 
el gobierno. El general Achá, y su con- 
sejo de guerra, que no juzgaban bastante 
fuerte á su ejército, parecían optar por la 
retirada, cuando, según se refitíre, el coro- 
nel Melgarejo, jefe de la división de Co- 
chabamba, se le dirigió al presidente y le 
dijo: «General, es preciso atacar; yo ata- 
co». No hubo más vacilaciones: se des- 
plegaron las fuerzas, y después do algu- 
nos movimientos hábilmente combinados, 
la victoiia sonrió al ejército del gobierno 
(Septiembre 15). 

Los derrotados y los prisioneros que 
fueron puestos en libertad al día siguien- 
te, se reconcentraron en La Paz, y con fe- 
bril entusiasmo se prepararon á la resis- 
tencia; mas, el ejército victoiioso, no sin 
tentar otra vez infructuosamente los me- 
dios de la conciliación, atacó la plaza que 
estaba atrincherada y la rindió después 
de seis horas de combate [Octubre IG]. 



— 164 — 

CAPÍTULO III 

La ^'apelación al pueblo'\ — Cuestión 
huanos de MegilloneB. — Legislatu- 
ras, — Labores administrativas, — 
Revolución de Melgarejo. — El gene- 
ral Achá. 

La (tapelación al pueblo». — Creyó el 
^bierno que la constitución de 1861 conte- 
nia los géimenes de la anarquía de que tan 
difícilmente acababa de saiir,7 pidió al país 
una nueva constitución por medio de un de- 
creto conocido por la capelaeión al pueblo» 
[Noviembre 18j. Este decreto inspirado por 
el ministro don Lucas Mendoza de La Tapia, 
ezitó las más acaloradas discusiones j las 
más vehementes protestas de la oposición; 
de manera que el gobierno se vio preci- 
sado á revocarlo [Diciembre 22], 

Cuestión huanos de Megillones. — 
A principios de 1863, las huanerasdel Li- 
toral empezaron á dar un gran rendimien- 
to. (Miile se arrogó la explotación de ellas, 
apoderándose de hecho de la bahía de Me- 
gillones. Este atentado exaltó el patrio- 
tismo de los bolivianos, y convocado el con- 
greso á sesiones extraordinarias en Ornr" 
fué autorizado el gobierno para dcclnri 



— 165 — 

la guerra á la nación usurpadora [Junio 5 
nle 1863] . Los gobiernos del Perú, Nue- 
va Granada j Estados Unidos de Norte 
América ofrecieron «u mediación. En es- 
to sobrevino la ocupación de las islas Chin» 
•chas por España; luego la guerra entre esa 
nación y el Perú y Chile; á seguida la 
reunión de «n congreso americano en Li- 
ma, y como consecuencia el olvido de las 
cuestiones con Cbile, 

Legislaturas. — Poco contribuyeron el 
«ongreso extraordinario de 1863 y el ordi- 
laario de 1864, al bien de la nación. Con- 
vocado el primero para resolver muchas 
cuestiones de grande interés fuera do la 
cuestión con Chile, fué estéril é inepto, lo 
que contrarió profundamente al país y aí 
gobierno. Reunido el segundo en (Jocha- 
bamba, ostentó más pasión política que la- 
boriosidad, sin embargo de que á él con- 
currieron las entidades más distinguidas 
de la República y que la libertad de dis* 
cusión fué completa. 

Labores administrativas, — La ac- 
ción y la iniciativa del gobierno fueron 
más eficaces. Creó el «batallón ingenie» 
ros» destinado á ocuparse en la apertura 
de caminos y otras obras de u ciudad co- 
mún [Febrero 24 de] 1863; introdujo por 
primera vez el uso del franqueo de la co- 



— im — 

rrespondencia por medio de estampillas 
[Febrero 2 1] ; contribuyó al establecimien- 
to de la primera línea cirretera entre Co- 
chabamba y sus valles [Enero 1864] ; man- 
dó explorar el Pilcoma^'o; estableció la 
descentralización de los impuestos muni- 
cipales y fijó á los municipios su esfera de 
acción [Marzo 16]; regularizó la recauda- 
ción de los impuestos aduaneros; trabnjó 
tenazmente por introducir la economía en 
la hacienda pública y reglamentó la ley de 
imprenta por el sistema de jurados. 

Revolución de Mblgarkjo.— Por una 

extraña aberración, al expirar el período 
presidencial, Achá apoyó desembosada- 
raente la candidatura del general don Se- 
bastián Agreda. Esto produjo una gene- 
ral repulsa en la opinión, que resolvió des- 
baratar con la fuerza las imposiciones del 
poder. 

Así las cosas, el general Mariano Mel- 
garejo se apoderó del escuadrón rifleros en 
Oocliabamba proclamándose presidente, 
rindió con él á la artillería, sitió al presi- 
dente en su palacio, y al final de la jorna- 
da en que la suerte se hizo esclava de su 
osadía, quedó dueño de la situación [Di- 
ciembre 28 de 1864]. 

El GENKRAli AcHÁ, — Don José María 
do Achá dotado de un carácter concilia- 



— 167 — 

dor y beuévolo, de recto criterio, de pa* 
triotismo y honradez, es conáiJerado co- 
mo uno de los pocos buenos mandatario? 
de Bolí\ia. Amagado su gobierno por bi* 
facciones, se vio constantemente interrnm- 
pido en su labor administrativa, y bien sea 
porque la oposición contrariaba todos sos 
planes 6 porqae éi prestaba demasiada 
atención á sus intrigas é impertinencia?, 
tnvo que distraer en la política la mejor 
parte del tiempo que pudo halicrlo consa- 
grado á la administración. 

Había nacido en 1810. Perseguido des- 
pués de su caidn y desterrado á las regio- 
nes del Beni, murió en Cochabamba en 
1868, de vuelta de sn confinamiento. 

Sallan, 1893. 



< 



Pe de erraf aff 

No habiendo podido dirigir persona f- 
ttiente esta edición, se han deslizado algu-^ 
nos errores de los qne nos apresn ramos á 
enmendar los siguientes: 

Pagr- lÍD. diei debe decir 



18 26 preciosa j) la preciosa) hoy Co- 

pacabana, y la 
23 len la Capital deten el 
60 7 Diego Oristóbíil Andrés 

74 21 (Agosto 15 (Agostóla 

75 25 (Noviembre (Octubre 29 de 
83 1 la noticia la falsa noticia 
88 19 después, después en Ar^ 

paja 
99 13 optaron pot' optaron todavía 

por 

106 11 cincuenta y cinco ciento cuarenta y 

cinco 

100 24 En la refriega Pero en la refrie- 
ga 

111 27 mas bien casi 

116 5 regió rigió 

132 11 cubrieron &U& cubrió sus 
1 &5 7 dirumió dirimió 



-V 



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